La natalidad en España está en caída libre desde hace años, aunque una de las causas más importantes fue la crisis económica de 2008. Y, aunque aún es demasiado pronto para obtener datos fidedignos, ya se vaticina que la pandemia del coronavirus va a empeorar aún más esta situación. Actualmente, la tasa de fecundidad es de 1,23 hijos por mujer y esta brutal caída de la natalidad que se está viviendo actualmente no será buena para un país que necesita urgentemente una cifra de 2,1 hijos por mujer para renovar generaciones, y no hacer peligrar el estado de bienestar.
Las previsiones a corto plazo no son nada halagüeñas, tal y como recoge el documento "¿Cómo mejorar la natalidad en España?", que ha publicado la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Una explicación muy clarificadora en cuanto a la situación que estamos viviendo, pero también sobre la que nos viene. El estudio trata de esclarecer por qué España presenta uno de los niveles de fecundidad más bajos del mundo y, además, sus autores alertan de las consecuencias de la pandemia Éstas dependerán de cuánto se alargue la crisis sanitaria, pero también la económica, y de las políticas sociales que se pongan en marcha.
La tasa de fecundidad condiciona la evolución de la estructura de edad poblacional, el ritmo de envejecimiento demográfico y el tamaño de la futura población económicamente activa, por lo que la persistencia de un nivel de fecundidad muy bajo en una población cada vez más longeva es un reto importante para el estado de bienestar.
Desde hace varias décadas, España se caracteriza por tener una de las fecundidades más bajas y tardías de Europa, pero también del mundo: 1,23 hijos por mujer en el año 2019. Esto no es un fenómeno coyuntural, ya que la tasa de natalidad lleva ya tres décadas por debajo de 1,5 hijos por mujer y, desde hace una década, está rozando la cifra de 1,2 hijos.
El documento hace un repaso a la evolución histórica de la fecundidad en España remontándose a los inicios del siglo XX, donde las mujeres tenían un promedio de 4,7 hijos a lo largo de su vida fértil. Sin embargo, a consecuencia de la elevada mortalidad infantil, sólo la mitad de los hijos alcanzaban los 30 años de edad.
Durante todo el siglo XX, ayudados por el descenso de la mortalidad infantil, hubo una trayectoria descendente que duró hasta la llegada del baby boom de la década de los 60 y principios de los 70, que elevó la tasa de fecundidad a los 2,8 hijos por mujer, una cifra muy superior a la media europea. Pero, a partir de ese momento, España experimentó un rápido y sostenido descenso, alcanzando su mínimo histórico con 1,15 hijos por mujer a finales de los años 90.
El siglo XXI comienza con un moderado ascenso en la mayoría de los países más desarrollados, incluida España, pero aquí esta recuperación no tuvo muy largo recorrido y se truncó con la llegada de la crisis económica. Desde el año 2008, la tasa de fecundidad ha descendido desde 1,44 hasta 1,23 hijos por mujer, situándose de nuevo entre una de las más bajas del mundo.
Como se comenta en el estudio, el descenso de la fecundidad es un proceso ligado al desarrollo económico, la expansión educativa, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, el acceso a métodos anticonceptivos, la transformación de las estructuras familiares y la redefinición de los roles de género.
Las medidas que facilitan la emancipación residencial y económica de los jóvenes, que redistribuyen los costes y responsabilidad de la crianza con el Estado y que favorecen la conciliación, tienen un impacto potencialmente relevante en las decisiones reproductivas. Pero, como se insiste en el documento si, además, se acompañan estas medidas con políticas sociales de vivienda, de reducción de la pobreza, de cobertura de atención médica o de políticas educativas, entre otras, incentivarán la decisión de tener hijos.
A largo plazo aún no se sabe si la pandemia provocará el cambio necesario en las políticas sociales y laborales y nos hará más conscientes de la necesidad de primar la conciliación y compartir los cuidados. Por ahora, lo único que está claro que traerá esta pandemia es más desempleo y más inestabilidad y, con ellos, una reducción de la fecundidad.
En el estudio se destacan varios motivos como son la suspensión de los tratamientos de reproducción asistida o lo efectos que el covid-19 puede acarrear a una mujer embarazada o a un recién nacido. Además, el confinamiento ha aumentado la ruptura de muchas parejas y, por supuesto, el aumento del desempleo y de la precariedad laboral, así como el sentimiento de incertidumbre sobre el futuro, influirán sin duda negativamente en las decisiones reproductivas. La generación millennial, que ya había retrasados sus proyectos a consecuencia de la crisis del 2008 y que empezaba a remontar, ahora se enfrenta a un nuevo escenario de inseguridad económica.
Pero, ¿cómo podemos recuperar la fertilidad en nuestro país? Uno de los aspectos que tenemos de cara para hacerlo son las preferencias reproductivas de los españoles, que han permanecido estables en torno a dos hijos desde hace al menos tres décadas, por lo que no parecen necesarias las campañas de sensibilización para convencer a la población de los beneficios de tener hijos como sucede en otros países europeos.
El diseño de políticas sociales para que las personas que desean tener hijos puedan hacerlo que propone el estudio pasan siempre por una mejora en el acceso, estabilidad y calidad del empleo a los jóvenes para que puedan afrontar adecuadamente la crianza. Otro reto importante es el fomento de la corresponsabilidad mediante mecanismos que faciliten la plena incorporación del hombre al cuidado. A través de estas políticas sociales también se pueden redistribuir equitativamente los costes asociados a la crianza, por ejemplo, garantizando el acceso universal a escuelas infantiles.
El estudio concluye que los recursos movilizados para reducir la brecha entre deseos y realidades reproductivas se tiene que dejar de ver como un gasto y debería considerarse cuanto antes como una inversión de futuro y una verdadera apuesta por el bienestar social.