Desde que el COVID-19 puso el mundo patas arriba, cada vez que alguien estornuda la gente se aparta inmediatamente. Pero estornudar no es, ni mucho menos, sinónimo de coronavirus. Se trata de la expulsión repentina y brusca de aire de los pulmones a través de la nariz y boca. Se produce cuando dentro de la nariz se aloja algo de polvo, polen o algo similar que irrita la garganta o la nariz.
Lo que quiere el cuerpo es eliminar todo eso del organismo y es cierto que es uno de los síntomas e COVID-19, pero hay infinidad de infecciones y enfermedades que tienen esta respuesta. Eso sí, hay que tener cuidado con la forma de estornudar, porque esparce la enfermedad al producir gotitas pequeñas que contienen el virus infeccioso y que, si son inhaladas por alguien sano, puede quedar infectado. Un solo estornudo puede producir hasta 40,000 gotitas.
El chorro de aire puede llegar a alcanzar los 160 km/h y puede recorrer hasta 8 metros. Además, si las gotitas no son muy pesadas, pueden permanecer en suspensión hasta 10 minutos, lo que aumenta su virilidad en el caso de que la persona esté enferma.
Los expertos recomiendan cubrirse la nariz la boca con un pañuelo desechable para después tirarlo a la basura evitando la infección. Si no es posible, habría que estornudar en el codo, nunca en las manos. Así evitamos infectarnos si nos tocamos la cara después. Además es fundamental lavarse bien las manos para eliminar los patógenos.
Ahora bien, es importante entender que estornudar es totalmente normal. De hecho, actividades como practicar sexo pueden provocar estornudos. Uno de los motivos son los jadeos, que producen sequedad, como cuando se hace deporte.