La frecuencia con las que salen a beber, preocupa. Más de la mitad de los jóvenes se ha ido de botellón, pero no es solo beber, también es, perder el control. Aumentan las cifras de consumo intensivo, alcohol de atracón, más de 5 combinados seguidos, especialmente en chicas. La edad media de inicio en el consumo sigue sin mejorar, a los 14 ya han tomado su primera copa. Emborracharse además no se percibe ni como un peligro, ni como algo negativo y conseguir alcohol sigue siendo para los menores demasiado fácil. Casi la mitad asegura que se lo venden sin problemas principalmente en supermercados.
La motivación que mueve a los jóvenes al consumo de alcohol va desde la búsqueda de los efectos psicoactivos del alcohol, hasta percibir que el consumo mejora las relaciones con los demás, sirve de evasión, es "útil" en las celebraciones y momentos de fiesta, para integrarse en el grupo de iguales, y para demostrar "que se es adulto".
Se ha extendido la costumbre de beber en "atracón" o "binge drinking", consumo intenso de alcohol que se realiza en un escaso lapso de tiempo, localizado fundamentalmente en el fin de semana. Del 58,5% que había consumido bebidas alcohólicas en los últimos 30 días, casi todos (99,8%) habían bebido en fin de semana, mientras que sólo un 39,3% lo había hecho en días laborables. En cuanto a la frecuencia, un 23% de los estudiantes había bebido todos los fines de semana.
El alcohol es la sustancia cuyo consumo está más extendido entre los estudiantes de 14-18 años de edad. Tres de cada cuatro jóvenes (en eses tramo de edad) lo habían probado alguna vez, casi la misma proporción lo había consumido en los últimos 12 meses y más del 60% en los últimos 30 días
Aunque el consumo mantiene una tendencia estable en los últimos años, los consumos de tipo intensivo (borracheras o intoxicaciones etílicas y “binge drinking” o consumo en atracón) han aumentado en España. Casi 2 de cada 5 adolescentes declara haberse emborrachado alguna vez en los últimos 30 días, destacando que las prevalencias de borracheras son ligeramente mayores en chicas que en chicos
Cuatro de cada seis estudiantes de 14-18 años reconoce haber consumido cinco o más consumiciones en un intervalo aproximado de 2 horas (binge drinking) en los últimos 30 días, siendo esta situación más frecuente entre chicos que entre chicas, aunque el porcentaje de ellas aumenta.
Expertos en adiciones destacan que el botellón no es solo un asunto de orden público, sino que debe abordarse como un problema de salud pública, con importantes consecuencias en adolescentes, y han exigido que se aumente el precio del alcohol para reducir su consumo. Así lo manifestaron 600 expertos en el Congreso de la sociedad científica Socidrogalcohol.
"Hay que ser conscientes de que, más allá de un problema de civismo relativo por la forma con la que están consumiendo, es al consumo en sí mismo al que, como sociedad, tenemos que prestar atención y elaborar una respuesta", señalaba el coordinador de consultas externas del servicio de psiquiatría de IMQ Amsa en Bilbao, Javier Goti.
El especialista advierte de que el consumo de alcohol en edades tempranas es un factor de riesgo de alteraciones de funciones cognitivas y neuropsicológicas y que, además, el estado de ebriedad puede generar más accidentes, episodios de violencia y conductas sexuales de riesgo. "Hay que rehuir de esta percepción según la cual el consumo regular es un rito de paso, inocuo y sin consecuencias para el menor", ha añadido Goti. Si bien la desescalada de restricciones por la covid ha llevado a un incremento del consumo de alcohol en la calle, el fenómeno de los botellones "no es nuevo". "En las últimas dos décadas, las encuestas que recogen hábitos de consumo de la población entre 14 y 18 años muestran una cierta estabilidad", siendo el alcohol la sustancia adictiva más frecuente y la percibida como de menor riesgo, y en unos niveles de consumo "que no se ha modificado de forma ostensible", según Goti.
Solo se ha observado en los últimos años que la tendencia al consumo que se conoce como "de atracón" (más de 5 unidades en poco espacio de tiempo) se ha incrementado en las mujeres en las edades más tempranas, y en cambio esto se invierte a mayor edad y pasan a ser los hombres los que tienen esta conducta.
Para revertir esta situación del alcoholismo entre menores "no hay que inventar nada nuevo", ha destacado por su parte el vicepresidente de Socidrogalcohol, Hugo López.
El especialista señala tres medidas que se han demostrado efectivas en otros países: encarecer vía impuestos el alcohol o fijando un precio mínimo por gramo; limitar la publicidad directa o indirecta; y disminuir la accesibilidad, solo ofertando estas bebidas "en tiendas determinadas y con horarios determinados".
Por su parte, Yoana Monzonís, socióloga que trabaja en unidades de prevención de conductas adictivas en la Comunitat Valenciana, destaca que, como a la hora de afrontar el problema del botellón solo se tiene en cuenta el incivismo, se actúa de forma "muy represiva" y "criminalizando" a los adolescentes. Pero estos jóvenes, al final, están imitando lo que ven en los adultos, en un país como España donde la población de todas las edades asocia el consumo de alcohol a la fiesta, ha remarcado la experta.
Tampoco se tiene en cuenta la "presión" que sufren los adolescentes cuando van a un "botellón" en el sentido de "tener que actuar como el resto porque es lo que toca para interrelacionarse", lo que lleva a un consumo descontrolado. Además, prosigue Monzonís, se ha situado en el imaginario colectivo la idea de "año perdido" por la covid, lo que hace que los padres sean más permisivos con sus hijos a la hora de salir e ir a "botellones" y que haya un entorno que les anime a divertirse de esta manera.
Pero, según la socióloga, este relato de año perdido "no es cierto" porque, pese a las situaciones difíciles de la pandemia, muchos jóvenes también han podido gozar de "espacios de familia y enriquecedores" que les han podido aportar experiencias positivas y sin necesidad de beber, ha concluido Monzonís.
Según los expertos, durante el confinamiento solo se incrementó el consumo de alcohol en personas que ya eran vulnerables y, en los próximos tiempos de la postpandemia, habrá que estar atentos a si la ola de problemas de salud mental se traduce en un aumento de las adiciones
Bebemos y fumamos, pese a las advertencias y sanitarias y las prohibiciones legales. Por socialización, por diversión, por evasión o por adicción, España es un país consumidor de drogas, en sintonía con otros países europeos.
Los decomisos de cannabis, cocaína y drogas de síntesis, datos que permiten extrapolar el consumo que se hace de ellos, sitúan a España a la cabeza del ranking europeo, junto con Reino Unido, Francia y Países Bajos, según el último Informe Europeo sobre Drogas (2016).
La última estadística del Observatorio Español de la Droga y las Toxicomanías, dependiente del Ministerio de Sanidad sitúa a Asturias como la comunidad autónoma con un mayor porcentaje de consumidores de alcohol
con un 87% de su población. Una cifra muy cercana a la del País Vaso y Aragón, dónde un 85 y un 84% de la población consume alcohol regularmente. En el otro lado de la balanza, en la parte baja de la lista aparecen Ceuta (45,7%), Melilla (46%) y Castilla-La Mancha (67%). Murcianos (45%) y valencianos (43%) son los que más fuman. En el extremo opuesto vuelven a aparecer Ceuta (27%) y Melilla (34%), esta vez en compañía de Galicia (37%). Baleares, Catalunya y La Rioja encabezan la ingesta de hierba con un 13, 12 y un 11% de población consumidora, respectivamente.