La Audiencia de Guipúzcoa ha condenado a seis años de prisión al joven acusado de violar a una menor de 16 años en la localidad de Zarautz, durante las fiestas de San Pelayo de 2017. Además de la pena de cárcel por un delito de agresión sexual, el inculpado no podrá acercarse a la víctima ni comunicarse con ella durante siete años y deberá compensarla con 10.000 euros por los daños sufridos.
Durante el juicio por estos hechos, la Fiscalía y la acusación particular (que ejercía la familia de la perjudicada) solicitaron nueve años de reclusión para el procesado. Los hechos sucedieron la madrugada del 22 de junio de aquel año, en una casa abandonada del municipio costero a la que ambos jóvenes acudieron después de haberse conocido en la zona de bares.
La víctima, que declaró en la vista por videoconferencia interna desde una dependencia anexa a la sala de vistas para no mantener contacto visual con el agresor, explicó que en aquellas fechas se alojaba en casa de una amiga, a la que había acudido junto a otras compañeras desde fuera del País Vasco para disfrutar durante varios días de las fiestas.
La joven recordó que aquella noche todas ellas cenaron en el apartamento, donde estuvieron bebiendo antes de salir de fiesta sobre las 2:30 horas. Unas horas después, en torno a las 5:00 horas, conoció al procesado en un bar en el que bebieron una copa y continuaron alternando, hasta que en un momento dado el joven le dijo que iban a ir a un sitio "distinto", si bien ella ya "no era muy consciente de lo que pasaba" debido al alcohol que había consumido y "no estaba bien" para "entender" lo que sucedía, motivo por el que no tiene un "recuerdo claro" de cómo llegó hasta la casa abandonada.
La chica relató que, al acceder a la vivienda vio a otro joven en el piso de abajo, tras lo que el inculpado y ella fueron a otra planta donde el agresor la desnudó de cintura para abajo, la sentó en un "pretil", la agarró por los brazos y la violó, sin que ella pudiera moverse o defenderse aunque "lloraba" y gritaba que "no quería".
En el juicio, el acusado, que cuando ocurrieron los hechos tenía 18 años, declaró que las relaciones sexuales fueron consentidas. Según su relato, aquella noche conoció a la chica en una discoteca, donde estuvieron hablando, besándose y tomando unas copas como "personas que se han gustado".
Sobre las 7:30 horas, propuso a la joven ir a un local para "intimar" y "estar más cómodos" a lo que ella respondió afirmativamente, al igual que hizo cuando, de camino al lugar, le preguntó si le apetecía tener relaciones sexuales completas.
En la vista, el procesado recordó haber dicho "claramente" a la chica que tenía un preservativo y que ella le contestó que no había "problema", por lo que acudieron a una fábrica abandonada de la localidad tras superar los numerosos obstáculos y vallas que había en el camino.
Una vez en el inmueble, descubrieron que un conocido del acusado pernoctaba en la cama de la planta baja en la que pensaban mantener las relaciones, por lo que, tras saludarle, subieron al piso superior, donde ambos comenzaron a besarse, cada uno se quitó sus propios pantalones y, como relató el chico, practicaron sexo oral consentido.
Seguidamente, él se puso un preservativo e intento penetrarla en tres ocasiones, incluso con "ayuda" de la víctima, pero como "le dolía" lo dejaron "inmediatamente", según la versión del imputado.