Después de más de un año de pandemia de coronavirus, después de todos estos meses evitando el contacto social y los lugares abarrotados, procurando mantener la distancia, a pesar de llevar puesta la mascarilla para no contagiarnos, muchas personas han desarrollado lo que se conoce como el 'síndrome de la cueva'. Quienes lo padecen llevan meses y meses, literalmente, encerrados en casa por miedo a contagiarse, una situación que inevitablemente les lleva a depender de los demás para poder sobrevivir.
Helga Schilling es una afectada por el ‘síndrome de la cueva’. Meses después de que comenzase un encierro impuesto por el Gobierno seguido de vaivenes en las restricciones, empieza a ver la luz, aunque no ha dejado de sentir miedo a salir de casa. Confiesa tener, "mucho". "Sí, tengo respeto", dice. De hecho, hasta hace poco, Helga Chilling no salía ni para hacer la compra. Expresa que siente "ansiedad, depresión, miedo a juntarte con gente…”.
Desde el punto de vista psicológico, José Antonio Galliani, lo explica como una situación de "angustia". "Sería como una crisis de ansiedad a la hora de salir a la calle. Palpitaciones, mareos, dolor abdominal, sudoración…", detalla.
Los que padecen el 'síndrome de la cueva' suelen ser personas que ya presentaban rasgos de ansiedad antes de la pandemia. Además, en su mayoría, son ancianos. "La sensación de seguridad que le da a la persona su espacio conocido y por decirlo así su hogar, no se la da la calle", añade Galliani.
A medida que mejoran los datos y progresa la vacunación, estas personas deberían de ir abandonando la cueva. Helga Schilling es muy consciente. "Tienes que ver a gente y y tienes que salir, no puedes decir ‘aquí me quedo’", dice. Por ello, sale a pasear. Pero, todavía, admite, "me da un poco de repelús entrar en las tiendas".
Para los que ni siquiera han superado este paso de salir a la calle, lo mejor es hacerlo progresivamente. “Al principio podemos bajar a la calle, a la esquina y subirnos otra vez. Al día siguiente, pues doy una vuelta un poco más, acompañado, charlando, para distraer mi mente”, aconseja Galliani.