No solo las alfombras ahora que en muchas casas se retiran deben ser limpiadas para volver a colocarlas en verano. No hay nada como un buen ventanal (o, en su defecto, una ventana cualquiera) para dejar pasar la luz y crear un ambiente agradable. Disfrutar de la vista exterior, aprovechar la luminosidad natural para alegrar la estancia... Todo ello, claro está, si conseguimos mantener los cristales limpios. Limpiar cristales puede resultar una tarea poco apetecible y poco agradecida en función de dónde se encuentren, de hasta qué punto podamos acceder cómodamente a su cara exterior, de sus dimensiones y recovecos... Pero el resultado merece la pena, y puede alcanzarse mucho más eficazmente usando el material y la técnica adecuadas. ¿Cómo limpiar cristales correctamente? Porque las zonas con más gérmenes de la casa engañan
La limpieza de cristales tiende a no ser muy duradera: especialmente en zonas con alta contaminación o presencia de mucho polvo o tierra, la suciedad se acumula de nuevo con rapidez, y otras veces somos nosotros mismos los que vamos dejando huella con nuestras manos. Tampoco es raro que llueva justo al día siguiente de habernos dedicado a esta tarea. Eso sí, el efecto de un ventanal limpio sobre cualquier estancia es innegable y hace que merezca la pena el esfuerzo.
Por eso no está de más elegir bien el día adecuado: es preferible que el cielo esté nublado (pero sin previsión de lluvia a la vista) para que los productos que apliques no se sequen rápidamente, y para que trabajes más cómodamente, sin reflejos incómodos o calor excesivo. Lo mismo se aplica a la presencia de fuerte viento, polvo o calima: todos estos factores jugarán en tu contra y harán que el resultado no dure o incluso que los cristales acaben más sucios que antes.
Existen productos especializados de todo tipo, pero muchas veces lo más eficaz es utilizar simplemente una mezcla de agua y vinagre blanco, o bien agua y alcohol. Coloca la mezcla en un pulverizador y aprovecha para sacar partido a tus periódicos viejos: el papel de periódico es perfecto para que los cristales queden relucientes. Cuando te enfrentes a manchas más difíciles de quitar (gotas de pintura, suciedad pegada al cristal en general), puedes utilizar una rasqueta. Las bayetas atrapa polvo también son muy eficaces: una opción B es utilizar una media que ya no se utilice.
Con todo este material, toca ponerse manos a la obra. Lo mejor es comenzar por los marcos para no manchar el cristal de nuevo al final del proceso. Y si los cristales están verdaderamente sucios (obras, vivienda recién estrenada...), tal vez sea mejor empezar por aplicar agua jabonosa con una esponja (usa un cubo para no manchar el suelo o hacerlo lo menos posible). Así eliminarás la capa más importante de suciedad antes de la limpieza final.
Los cristales se limpian de arriba a abajo, por una cuestión lógica: el producto tenderá a descender a medida que lo apliques. Pulveriza y usa papel de periódico para eliminar la suciedad, o una rasqueta cuando sea necesario. Además, un truco para identificar dónde se encuentran las manchas que no hayas conseguido eliminar es limpiar en diferentes sentidos el interior y el exterior (horizontal y vertical).
En cuanto al secado, es en este paso en el que entra en juego la bayeta atrapa polvo o media. Si quedan manchas de dedos (muchas veces son difíciles de quitar), aplica alcohol directamente: es el mejor remedio para las huellas dactilares.
Por último, si tienes la suerte de vivir en una casa con jardín o terraza con desagüe, puedes probar a limpiar la cara exterior de ventanas y ventanales con una manguera (la presión del agua puede hacer milagros) y jabón común o un producto específico. Muchas veces basta con este gesto para mantener las ventanas limpias, sobre todo si lo haces con frecuencia.