España sigue fallando en la búsqueda de desaparecidos: nos falta aplicar una metodología internacional común, se necesita más formación y es trascendental trabajar coordinadamente hacia un innegociable objetivo: localizar a la persona desaparecida con la máxima probabilidad de éxito; buscar la máxima probabilidad de supervivencia. De poco sirve que cada efectivo y cada recurso involucrado en una búsqueda trabaje por su cuenta, yendo “cada uno a lo suyo” y sin una “visión común” que permita poner en práctica toda la teoría y todos los elementos que científicamente se ha comprobado que funcionan; que ayudan a ser más eficientes en la localización del desaparecido.
Lo explica de forma clara y sucinta José Vicente Romero, bombero de Navarra, Presidente de la Asociación Nacional de búsqueda y Salvamento (NASAR), especialista en metodología de búsqueda y coautor –junto a Manuel Jabalera Rodríguez, técnico del Grupo de Emergencias de Andalucía (GREA), y con ayuda de Robert Koester, –a quien define como ‘el Messi de las búsquedas’, una eminencia internacional en este campo–, del ‘Manual de Búsqueda y Salvamento Terrestre’; un trabajo presentado por la Asociación Sosdesaparecidos y el Gobierno de Navarra que nació, precisamente, por “la carencia a nivel organizativo” que aún tiene España en lo relativo a las búsqueda de desaparecidos.
“Falta trabajar en común y dejar egos aparte”, subraya Romero, explicando que a menudo en las operaciones de búsqueda se establecen distintos mandos, teniendo cada uno una idea y un modo de proceder. Especialmente, si en la búsqueda se reúnen además cuerpos de distintas áreas y de distintas regiones, porque igualmente en cada comunidad autónoma también existen formas particulares de actuación. Todo ello evidencia que, cuando una operación de búsqueda pasa a ser más grande y ya no se reduce a un número limitado de efectivos, esto es, cuando hay muchos más recursos involucrados, la situación exige más orden, más coordinación y tener muy claro hacia dónde ir y con qué urgencia para buscar al desaparecido con la mayor eficiencia.
En este sentido, desgraciadamente, la conclusión es la misma que José Vicente Romero, entrevistado también en Informativos Telecinco, nos señalaba antes de la pandemia: no usamos una metodología internacional, una estructura organizativa y un sistema de gestión común. Todo ello, nos lastra y, además, nos hace fallar, más allá de en lo específico, en lo más esencial.
“Si vamos cada uno a lo nuestro fallaremos en cosas más básicas”, señala Romero con una lógica aplastante.
Para evidenciarlo, basta atender a la siguiente tabla, en la que se enumeran algunas de las cuestiones imprescindibles que se han de plantear para una operación de búsqueda: ¿Cuándo tenemos que salir a buscar? ¿A quién buscamos? ¿Cuál es el escenario? ¿Dónde buscamos? ¿Quién, cómo, cuándo y dónde se va a planificar y gestionar el dispositivo de búsqueda? ¿Cómo vamos a determinar el área de búsqueda? ¿Cómo se determina la urgencia de la búsqueda? ¿Dónde buscamos primero? ¿Qué área tiene mayor probabilidad? ¿Cómo lo buscamos? ¿Qué probabilidad de detectar al sujeto vamos a tener o hemos tenido? ¿Dónde buscar después de ajustar la probabilidad del área de búsqueda? ¿Cómo sabemos lo eficaz que ha sido la búsqueda? ¿Cuándo se ha de suspender la búsqueda? ¿Cuándo ha de finalizar la búsqueda?
José Vicente Romero presentó y planteó estas cuestiones en el 27º Congreso Nacional de Bomberos, organizado por la Asociación Española de Lucha contra el Fuego (Aself), y lo cierto es que, en muchas ocasiones, ni siquiera los profesionales o los implicados en una búsqueda saben responder a todas las preguntas, o al menos no de una forma uniforme y óptima.
Por eso se necesita la metodología internacional común: porque da respuesta a todas esas preguntas y porque nos acerca al trabajo conjunto, y al unísono, buscando la máxima probabilidad de éxito.
“La metodología no la estamos utilizando. Tiene una fuerza increíble”, defiende José Vicente, quien no entiende que se ignore algo que, científicamente, –como prueban países que llevan avanzando en esta área desde los tiempos de la II Guerra Mundial, como Estados Unidos o Canadá–, garantiza mayor eficiencia.
“Si hay metodología más eficiente no entendemos por qué no se está utilizando”, denuncia, dejando claro que aquí no importan los nombres, las firmas ni los egos, sino exclusivamente trabajar para encontrar lo más rápido posible a un desaparecido en condiciones de seguridad; buscando el máximo éxito y la máxima probabilidad de supervivencia.
“Nos cuesta trabajar en equipo, tenemos que cambiar el sistema”, subraya, y en este punto añade que, además, tenemos que modificar algunos paradigmas como el relativo a la distinción que habitualmente hacemos entre profesionales y voluntarios. En ocasiones, podemos caer en una diferenciación vana, dando por hecho que los primeros son más trascendentales cuando también puede suceder al contrario y, de lo que se trata es, en esencia, de que unos y otros sean sumamente valiosos para la causa. Y ahí es donde entra exactamente la importancia de la formación: es fundamental que tanto profesionales como voluntarios tengan conocimientos en la búsqueda de desaparecidos y en la metodología de búsqueda.
“Un voluntario formado puede ser tan eficiente como un profesional”, subraya José Vicente Romero, quien cuenta que en otros países, como Estados Unidos o Canadá, los voluntarios incluso pueden llegar a la cadena de mando.
Para ello, no obstante, además de formación cualificada, se requiere por otra parte que se integre apropiadamente cada recurso, y pone un ejemplo palmario: en algunas búsquedas a los voluntarios “no se les deja” participar, aunque si pasasen un examen específico sobre búsqueda “lo aprobarían”. Por eso, la estructura organizativa es también clave.
Con todo, la realidad, no obstante, es que España presenta en este punto importantes carencias: “Hay muchísimo desconocimiento a nivel profesional y a nivel de voluntarios”, y en esto la pandemia del coronavirus tampoco ha ayudado, añadiendo todavía más obstáculos y dificultad a las labores de formación.
“El covid lo ha empeorado todo: las formaciones son más difíciles, los cursos, las charlas de sensibilización… Informar. Todo es muy difícil”, lamenta Romero.
Desde la pandemia hasta ahora “se ha avanzado muy poco o casi nada”. “Falta formación; en técnicas de búsqueda; en normas básicas; uso de aplicaciones; cartografía…”, y todo ello influye en una reducción de la eficiencia: “La gente va al terreno y tiene que dar información. El desconocimiento hace que la búsqueda no sea tan efectiva”, explica, insistiendo en que “no estamos acertando” y volviendo a defender que tenemos que “aprender de los que más saben de esto”, incorporando cuestiones tan cruciales como “formar también voluntarios para llegar donde no llegan los profesionales”, entre las ya citadas.
Además, en las búsquedas es frecuente encontrar “recursos con formación orientada al recurso”. Por ejemplo, la policía hacia la investigación; los expertos en drones hacia los drones… Sin embargo, lo idóneo es no limitarse exclusivamente a esa especificidad y trabajar desde una “visión común”. Por eso, la formación es a menudo necesaria a todos los niveles, dado que muchos de los intervinientes en búsquedas de desaparecidos no están formados para esto en concreto.
Si la teoría es fundamental para realizar la operación de búsqueda con eficiencia, crucial también resulta su puesta en práctica y su correcta ejecución; algo clave para demostrar que la metodología funcione.
Para ello, como explica José Vicente Romero, recientemente se realizó un simulacro en el que se buscaba a cinco personas desaparecidas perdidas en el monte entre los municipios de Cella y de Gea de Albarracín, en Teruel, Aragón.
Con unos 50 efectivos involucrados, además de perros especialistas en las operaciones de búsqueda, en total participaron siete cuerpos especializados: la Asociación Nacional de Búsqueda y Salvamento (NASAR); la Unidad Canina de Búsqueda y Rescate de Castellón; Cruz Roja; Bomberos de la Diputación Provincial de Teruel; Protección Civil de Albarracín, de Castellón y Cheste; y alumnos del Módulo Superior de Técnico en Emergencias y Protección Civil del CPIFP San Blas.
Pese a la complejidad del terreno, agreste y escarpado, con una orografía compleja, y pese que se enfrentaban a “un área de 10 kilómetros en una zona complicada”, consiguieron encontrar a los cinco desaparecidos en tan solo siete horas; un resultado que reconforta a los involucrados en la búsqueda, pues “no fue un simulacro fácil”.
De hecho, a varios de los desaparecidos se les dio instrucción de comportarse de distintas maneras, simulando estar inconscientes, no responder a las señales, o haber fallecido.
Aplicando la metodología internacional punto por punto, los efectivos pronto presumieron que los cinco desaparecidos “eran seteros, personas que estaban recogiendo setas, que se habían separado”.
Así, aplicando la teoría y la matemática, usando las estadísticas a favor en busca de la máxima eficiencia, los participantes de la búsqueda se pusieron en marcha.
“La búsqueda tiene que empezar desde el minuto uno y no hay que perder ni un segundo”, nos señalaba en una entrevista anterior José Vicente Romero, explicando que en la ‘fase de búsqueda inicial’, como la denominan los expertos, son clave los denominados puntos de decisión, los puntos de atracción y las áreas de riesgo; zonas como por ejemplo ese mirador que todo el mundo quiere visitar; esa fuente en medio del recorrido en la que paramos a reponer fuerzas; ese cruce o giro en el camino que nos lleva a decidir consciente o inconscientemente desviarnos; o ese lugar peligroso como puede ser una zona embarrada, de precipicios, o de ríos con mucha corriente.
El bombero indicaba entonces, –y nos recuerda también ahora–, que “en el 50% de los casos las personas desaparecidas son encontradas en rutas de desplazamiento”, como pueden ser, –además de los puntos citados–, autopistas, autovías, carreteras, vías de servicio, caminos, sendas, vías pecuarias, senderos locales, rutas por las que se sabe o sospecha que transita el sujeto, o en las inmediaciones del denominado ‘Último Punto de Avistamiento’ (UPA), –el último sitio donde ha sido vista la persona desaparecida o donde ha sido grabada en vídeo–, o la Última Posición Conocida (UPC), –que es la última posición que se sabe que ha ocupado esa persona–; por ejemplo porque aparezca su coche, por geolocalización del móvil, porque de repente aparece su mochila, o más tarde aparece algo suyo”; dos puntos fundamentales, estos últimos, para empezar a trazar el área de búsqueda.
Para este caso concreto, tras analizar el perfil de los desaparecidos y categorizarlos (recolectores, dado que eran seteros) en lo que denominan el ‘cuestionario inicial de la persona desaparecida’, fundamental para la recopilación de datos y la planificación de la búsqueda, –dado que no se comporta igual una persona que por ejemplo presenta demencia, la cual suele ser encontrada con una probabilidad mayor del 80% en zonas muy próximas a un elemento lineal y sin realizar grandes desplazamientos, frente a un joven de complexión atlética que puede recorrer grandes distancias en mucho menos tiempo–, pusieron en marcha los recursos óptimos para la fase inicial de búsqueda.
Fundamentales fueron en el simulacro las señales acústicas y los perros especializados en búsqueda. El sonido, concretamente realizado a través de silbatos, perseguía encontrar la respuesta de alguno de los desaparecidos.
“Primero usamos líneas de sonido, recorriendo elementos lineales y tocando los silbatos de manera coordinada: un sonido avanzar y dos parar”. Se trata, explica José Vicente, de “una técnica muy eficiente con las personas desaparecidas que van a responder” y la aconsejan especialmente en los “primeros momentos” en que es “más probable” esa respuesta.
“Comprobamos día a día su enorme efectividad”, indica, añadiendo que es muy aconsejable por la noche (al igual que las señales lumínicas), cuando hay niebla, vegetación densa o cuando en cualquier caso la visibilidad es muy reducida; ahí donde el sonido puede ser un gran aliado.
Además, como sucedió en el simulacro, cuando se trata de una búsqueda como esta, con un grupo implicado, a veces encontrar rápido a una persona que responde puede ser fundamental para que ésta al mismo tiempo brinde información sobre los demás.
En este caso, dos personas habían desaparecido por un lado y otros tres por otro. De hecho, un primer desaparecido “dio referencia” sobre otro que había fallecido, mientras “otra persona dio información para modificar la estrategia de búsqueda”.
“Es como una partida de ajedrez contra la incertidumbre”, explica José Vicente, haciendo ver que cada circunstancia puede cambiar las probabilidades de búsqueda en un punto u otro, del mismo modo que con cada movimiento de una ficha del tablero puedes acercarte o alejarte de tu probabilidad de éxito. Por eso, el conocimiento, la metodología, la aplicación de la estadística y la matemática y la adecuada puesta en marcha de los recursos es tan importante.
En el mapa, utilizado durante el simulacro, se aprecia el área de búsqueda y la estadística de ángulo de dispersión: cuando se tiene una dirección de desplazamiento es muy importante, porque indica el ángulo al que estadísticamente se encuentran al 25,50 ,75 y 95% de las personas desaparecidas de esa misma categoría de sujeto (en este caso recolector).
Fundamentales en esto último son los perros de la Unidad Canina de Búsqueda y Rescate de Castellón, que despiertan un cariño y una admiración especial.
Encontramos tres tipos de perros distintos:
En el caso del simulacro, en el vídeo compartido por los participantes se aprecia el momento en que un perro de venteo comienza a ladrar al detectar una persona. También un perro de restos humanos fue utilizado y resultó clave para encontrar con mayor eficiencia a una persona fallecida en un precipicio.
En conclusión, la eficiencia de la metodología ayudó a localizar antes a las cinco personas desaparecidas en el simulacro. Bastaron siete horas y no fue necesario pasar a una fase de búsqueda planificada en la que, pasadas las 24 horas iniciales, se valorasen escenarios, se dividiese el área en regiones, variando las técnicas y aumentando los recursos y el personal.
“La metodología sirvió para localizar en un área grande y complicada”.