Juan Francisco L.O. ha sido declarado culpable de violación y asesinato, incrementando de forma innecesaria el dolor de la víctima por unanimidad en la sentencia que se ha conocido hoy en la Audiencia de Barcelona. Laia, la niña de 13 años en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) en 2018 fue asesinada pues con alevosía y ensañamiento. Se ha descartado que el acusado estuviera bajo los efectos del alcohol y las drogas y era consciente de lo que hacía.
En el juicio, Juan Francisco admitió que atacó a la menor creyéndola un intruso que entraba en su casa bajo los efectos de una "paranoia" causada por el consumo de cocaína y la angustia que le provocaba la inminente muerte de su madre enferma. El día en que cometió el crimen, Juan Francisco L.O. consumió -según su versión de los hechos- hasta 5 gramos de cocaína porque se sentía abatido después de recibir una llamada de sus hermanas que le comunicaron que iban a "desenchufar" a su madre hospitalizada: "El mundo se me vino abajo". "Me sentía una porquería", ha resumido el acusado, que ha recordado que desde su regreso de un viaje a China, días antes del crimen, estuvo tomando "cantidades muy altas de cocaína", pese a que los análisis tóxicos apuntan a un nivel equiparable al de un consumidor "medio" y los peritos y testigos afirman que el día del crimen no se le veía "drogado o bebido".
Según la declaración del procesado, la tarde del crimen entró en su domicilio, se dirigió al cuarto de baño para hacerse "unas rayas" y, cuando salió, se dio cuenta de que la puerta de la vivienda estaba abierta: "Ahí empieza mi paranoia", explicaba. Según su relato, estaba "drogadísimo" y pensó que alguien había entrado en el piso. "Las drogas no me dejan actuar normal, estoy nervioso, pienso que ha entrado un ladrón, tengo miedo, empiezo a escuchar ruidos, no sé como actuar", ha relatado. Ante esto, lo único que se le ocurrió fue ir a la cocina y coger dos cuchillos: "Abro la puerta y me encuentro una sombra... y ustedes me dicen luego que es una niña", decía entre lágrimas.
En ese momento se le cayeron los cuchillos y en una "lucha horrible", sin percatarse en ningún momento de que estaba atacando a una niña, agarró por el cuello a lo que creía un atacante. El acusado dice que permaneció mucho rato sobre el cuerpo de la víctima, porque se encontraba "en estado de shock" y, cuando recuperó la conciencia, cogió todo lo que había en el suelo, lo metió en un armario y limpió la zona para que su padre no lo viera.
La madre de Laia nunca ha creído la versión de Juan Francisco. "No me creo el testimonio de persona desequilibrada. Esta en sus cabales porque lo recogió todo y se duchó. No pudo confundir a mi hija con ningún ladrón. Mi hija tenía 13 años. Estaba en sus cabales. No tiene perdón de Dios lo que hizo", concluye. Y le deseó vivir con miedo toda la vida.
La fiscalía fue muy dura durante el juicio con el acusado. "La maldad existe". El único error de Laia, ha relatado la fiscalía, fue encontrarse con Juan en el descansillo. Y fue un error que le costó la vida. Así lo sostenía durante su informe final ante un jurado popular en la Audiencia de Barcelona, donde el acusado se enfrenta a una pena de prisión permanente revisable por el asesinato, y otros diez años por agresión sexual a la menor, a la que habría matado en su vivienda el 4 de junio de 2018 tras interceptarla por las escaleras cuando bajaba de casa de sus abuelos.
Según la fiscal, el procesado, de 45 años, "causó un gran daño" a Laia, cuyo cadáver fue hallado con una correa de perro alrededor del cuello, encajado en una maleta debajo de un colchón y con multitud de cortes por el cuerpo, ante la indefensión de la niña, que no pudo prever lo que iba a ocurrir.
Lo ha acusado así de provocarle una muerte "lenta y agónica", puesto que la niña "era consciente del ataque", que no concluyó de forma "instantánea" y para lo cual la asfixió empleando las manos y la correa de perro, "signo de sumisión absoluta en una práctica de perversión sexual".
El ministerio público ha insistido en este sentido en su tesis durante el juicio de que el procesado atrapó a Laia en la escalera "para agredirla sexualmente" porque, ha recordado, "sus preferencias sexuales son amplias, pero incluyen a las niñas", y la víctima además tenía una lesión en la ingle compatible con los casos de violaciones. "El acusado agredió sexualmente a Laia, después la mató y trató de deshacerse del cadáver, si bien le faltó tiempo", ha aseverado para recordar que "a veces se mata por maldad".
"La maldad existe, igual que la bondad, en mayor o menor medida y este es un caso así. Son unos hechos atroces, horribles", ha subrayado para agregar que "el único error en la vida de Laia fue que en su camino se cruzara el acusado", una persona capaz de "distinguir entre el bien y el mal".