Fue un nefasto 13 de enero cuando sucedió todo; cuando el pequeño Julen, de solo dos años, cayó por aquel maldito pozo de Totalán que le arrebató la vida. Le hallaron muerto trece días después. Trece días en los que tanto los vecinos de la localidad malagueña como los ciudadanos de toda España permanecieron sobrecogidos, conteniendo la respiración e intentando aferrarse hasta el final a un mínimo atisbo de esperanza por remoto que fuese. Una esperanza que se desvaneció cuando la madrugada del 26 de enero,–tras la complejísima y mastodóntica operación que se llevó a cabo durante aquellos angustiosos días–, los efectivos que participaban en el rescate localizaron el cuerpo sin vida del niño. Todos se sumieron en el desconsuelo. Después del descomunal esfuerzo de centenares de efectivos llegados desde distintos rincones del país, que hubieron de sobreponerse a todos los reveses que venían dados por el terreno de aquella finca de Totalán en la que estaba el pozo, de apenas 25 centímetros de diámetro; después de días y noches de trabajo; después de la solidaridad de Málaga y toda España… la peor noticia se confirmaba.
La autopsia reveló que el pequeño Julen murió como consecuencia de la caída al pozo justo el mismo día en que esta se produjo. No fue, como quiso hacer ver la defensa del dueño de la finca, el tío de Julen, por una piqueta de los efectivos involucrados en la operación de rescate, ni por ningun posible error de los trabajadores, que desde el primer momento afrontaron la misión desde la premisa de no cometer ningún fallo que pudiese comprometer la vida del pequeño en el caso de que estuviese vivo.
Recuperado el cuerpo, analizado cómo se cayó el niño dentro del agujero y cómo se formó el tapón de tierra que tanto dificultó el rescate, comenzaba la recopilación de informes y datos de la investigación para que la jueza encargada del caso depurase responsabilidades. Julen cayó por aquel pozo porque no estaba sellado, y por eso el dueño de la finca de Totalán, David Serrano, se enzarzó en un cruce de acusaciones señalando directamente al hombre que hizo el pozo, Antonio Sánchez. La defensa de Serrano le responsabilizaba de dejar el pozo abierto, al tiempo en que éste lo negó por activa y por pasiva, asegurando haberlo tapado con una piedra de 15 kilos, aportando pruebas.
Al final, Serrano, tío de Julen, –y no el pocero–, fue citado como investigado por homicidio imprudente.
Hoy, con la investigación ya cerrada y depuradas las responsabilidades, el caso está a espera de juicio y, en un nuevo varapalo, el dueño de la finca podría ser declarado culpable de haber dejado el pozo sin tapar, pudiendo haber cometido así un delito de homicidio por imprudencia grave.
En el auto de la titular del Juzgado de Instrucción número 9 de Málaga se recoge que "se derivan indicios racionales de cómo el pozo por el que cayó Julen no estaba tapado ni protegido con las suficientes medidas de seguridad" cuando sucedieron los hechos, añadiendo que, además, las obras llevadas a cabo en la finca para la ejecución de las perforaciones y zanja "carecían de cualquier tipo de autorización exigible para la ejecución de las obras realizadas sobre el terreno".
El dueño de la finca, refiere el auto, "no adoptó ninguna medida de seguridad para evitar accidente alguno, principalmente en el pozo realizado".