Hoy es el 'Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono'. Y estamos cumpliendo con el trabajo. Casi nadie habla ya del ozono y sí del cambio climático y eso tiene mucho que ver con que el hombre sí que ha decidido tomar cartas en el asunto. En septiembre de 1987 se redactó el ‘Protocolo de Montreal’, un acuerdo para proteger la capa de ozono reduciendo la producción y el consumo de las sustancias que acaban con ella.
La principal prioridad era acabar con el uso de los clorofluorocarbonos de forma gradual. Formaba parte también de los objetivos acabar con los hidroclorofluorocarburos (HCFC), aunque de forma menos urgente, ya que su impacto en la capa de ozono es menor y, en ocasiones, se usaban como sustitutos temporales a los CFC. Y esta vez, sí que se han visto los resultados. De hecho, las cifras demuestran la importancia de tomarse en serio el medio ambiente. Gracias al Protocolo de Montreal hemos conseguido eliminar el 99 por ciento de los productos químicos que contaminan el ozono a través de los refrigeradores, aires acondicionados y muchos otros productos.
El estudio realizado para Environment Canada por ARC-Applied Research, una empresa especializada en investigación socioeconómica y con amplia experiencia con los impactos socioeconómicos del Protocolo de Montreal da una cifras para estar orgullosos. Los resultados de las observaciones globales continuas han confirmado que los niveles atmosféricos de SAO clave están disminuyendo, y se cree que, con la implementación continua y completa de las disposiciones del Protocolo, la capa de ozono debería volver a los niveles anteriores a 1980 para 2050. Y eso supone salvar vidas, y no pocas.
La recuperación de la capa de ozono salvará hasta 2060, según los informes, tres millones de vidas y ha protegido del cáncer a 20,6 millones de personas y de la ceguera a 129 millones de personas. Y los beneficios económicos de este avance supera a los costes en nada menos que en 224.000 millones de dólares. El ozono es un gas tan escaso que, si en un momento lo separásemos del resto del aire y que lo atrajésemos al ras de tierra, tendría solamente 3 mm de espesor, pero su importancia para la vida en la Tierra es vital.
La última evaluación científica sobre la reducción de la capa de ozono realizada en 2018 muestra que se han recuperado partes de la capa de ozono en un 1-3% por década desde 2000. Así, se espera que el ozono se recupere por completo en el hemisferio norte y las zonas de latitud media en la década de 2030, mientras que para el hemisferio sur la recuperación llegará en 2050 y en las regiones polares para 2060. Los esfuerzos de protección de la capa de ozono también han contribuido a la lucha contra el cambio climático al evitar en torno a 135 mil millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono entre 1990 a 2010.
La disminución del espesor de la capa de ozono fue por mucho tiempo un misterio. Explicaciones ligadas a los ciclos solares o características dinámicas de la atmósfera, parecen infundadas y hoy día parece probado que el daño sufrido ha sido debido al aumento de las emisiones del freón (Clorofluorcarbono o C.F.C), un gas que se usa en la industria de los aerosoles, plásticos y los circuitos de refrigeración y aire acondicionado.
La capa de ozono es una franja frágil de gas que protege la Tierra de los efectos nocivos de los rayos solares, contribuyendo así a preservar la vida en el planeta. Sin embargo, la utilización durante años de ciertos productos químicos la dañaron, poniendo en peligro nuestra propia existencia y la del resto de seres vivos del planeta.
Un esfuerzo internacional conjunto ha permitido la eliminación y reducción del uso de sustancias que agotaban la capa de ozono, ayudando no solo a protegerla para la generación actual y las venideras.
La capa de ozono comenzó a deteriorarse allá por los años 70, cuando se vio la acción perjudicial que tienen los gases de óxidos de nitrógeno sobre la misma. Estos gases eran expulsados por los aviones supersónicos. El óxido nitroso reacciona con el ozono dando por resultado óxido nítrico y oxígeno común. Aunque esto suceda, la acción sobre la capa de ozono es mínima. Los gases que realmente dañan a la capa de ozono son los CFC (cloro-fluoro-carbonos). Estos gases son el resultado del uso de productos químicos sintéticos.
La primera vez que se tuvo noción de la disminución de la capa de ozono fue en el año 1977 en la Antártida. En el año 1985 se consiguió medir que la radiación ultravioleta perjudicial del Sol había aumentado 10 veces y que la capa de ozono sobre la Antártida había disminuido en un 40%. A partir de ahí es cuando se comenzó a hablar del agujero de ozono. Pero, por una vez, el ser humano reaccionó a la alerta y ha demostrado que cuando quiere es capaz de proteger el planeta y a su misma especie.