La playa se convierte en la auténtica protagonista del verano todos los años. Días al sol en la arena, lecturas bajo la sombrilla o baños interminables en el mar son algunos de los placeres que ofrecen los kilómetros y kilómetros de costa de España.
Sin embargo, la playa también puede ser el escenario de actividades deportivas como caminar descalzo por la orilla. Si bien es cierto que no es recomendable hacer un gran esfuerzo físico durante las horas centrales del día debido al calor, cuando va cayendo la noche muchos turistas aprovechan para andar sobre la arena. Un hábito accesible para todos y que cuenta con muchos seguidores.
Los beneficios de andar por la playa son más que conocidos. En especial, el hecho de que las olas y el agua fría favorecen mucho la circulación sanguínea e incluso ayuda a tonificar los músculos de los pies, tal y como señala el Colegio de Podólogos de Andalucía.
El agua, además, contiene sodio, potasio y yodo, “tres elementos que ayudan a mejorar y aceleran el proceso de curación de la piel de los pies dañados por problemas como la dermatitis o la psoriases”. Esta actividad ayuda a estimular las terminaciones nerviosas.
“Caminar por la arena requiere un mayor esfuerzo, por ello se consigue gastar más calorías, así como tonificar más las piernas”, aseguran. Además, el contacto de la planta del pie con la arena mojada favorece la relajación y propicia un efecto sedante que libera el estrés. Un placer en todos los sentidos, que no exige buena forma física, no requiere inversión y previene el envejecimiento, tal y como señala la Sociedad Española de Biomecánica y Ortopodología.
Sin embargo, esta actividad también puede acarrear riesgos, según señala el mencionado organismo. Especialmente importante es elegir bien la zona en la que se va a andar descalzo. La mejor es la orilla, donde la arena es más contante y se hunden menos los pies, por lo que disminuye la tensión muscular y la inestabilidad.
El hecho de que las playas no sean completamente planas pueden llevar a desequilibrar el cuerpo al caminar, lo que hace que se fuercen las articulaciones, soportando más peso en una de las piernas y doblando los tobillos.
La arena seca, por lo tanto, se puede convertir en el peor enemigo. El paseo por esta parte de la playa puede acarrear afecciones en los tobillos, las rodillas y la cadera. Lo mejor, buscar un terreno lo más parecido al suelo normal, es decir, la arena mojada que se encuentra más cerca de la playa. Todo para hacer deporte en un lugar paradisíaco sin apenas darnos cuenta.