Este jueves, en A Coruña era imposible caminar. Salvarse era cuestión de ser más rápido que el viento. Solo resistían los más fuertes o los más astutos, pero era una batalla perdida. “Estaba muy bonito… desde la televisión”, cuentan hoy sus habitantes, buscando el humor al asunto.
Salir a la calle acompañado significaba perder a los allegados por el camino o mirar al cielo pidiendo clemencia.
En estas circunstancias, los contenedores se convirtieron en parapeto de muchos, que se intentaban como refugiar como podían de la fuerza de un viento que amenazaba con hacer pagar cara la osadía. Rachas de más de 100 kilómetros por hora azotaban con fuerza catapultando a los transeúntes. “Era como los dibujos animados, me llevaba el viento contra las farolas”, cuenta una mujer que sufrió las consecuencias del temporal.
La jornada dejó imágenes realmente peligrosas, como la de un matrimonio literalmente arrastrados hasta darse de bruces contra el suelo; o la de un hombre al que el viento lanzó contra el suelo cerca de un mar embravecido.