Los esfuerzos de Europa por disminuir la desigualdad existente en materia de salud y bienestar están muy lejos de conseguir los resultados que se pretenden. Es la propia Organización Mundial de la Salud quien lo advierte a través de su primer informe sobre el estado de la equidad en este ámbito: “La brecha existente dentro de todos los países de la región europea amenaza el núcleo de los valores europeos de solidaridad y estabilidad, sobre los cuales se construyen la paz y la prosperidad”, expone la OMS, dejando claro que hay amplios grupos de personas que todavía hoy no tienen acceso a los servicios más básicos, viendo negada su esperanza por alcanzar una vida digna.
Atendiendo a los datos de Eurostat recogidos por la OMS, la media relativa a la esperanza de vida en Europa para 2016, el último año del que hay estimación, es de 82 años para las mujeres y 76,2 para los hombres. En el caso de los grupos más desfavorecidos la diferencia es dramática: la esperanza de vida de las mujeres baja hasta 7,4 años y la de los hombres hasta 15,5; algo que pone en evidencia el terrible impacto de la brecha de desigualdad en sanidad y cómo las posibilidades económicas de cada individuo influyen de manera determinante.
Dentro del 20% menos acomodado de la población, casi el doble de mujeres y hombres sufren enfermedades que coartan su libertad a la hora de realizar sus labores cotidianas, comparando con las del 20% de los que se encuentran en el grupo más acomodado.
Además, en las zonas más pobres, los bebés que no sobreviven a su primer año son un 4% más en comparación con las regiones más adineradas.
“La gente rica se está haciendo más rica y los pobres se están convirtiendo en más pobres”, alerta el informe, que pone en evidencia que mientras los primeros tienen múltiples posibilidades para acceder a los mejores servicios sanitarios en cualquier momento, así como a otros que en definitiva contribuyen a una mejora del bienestar, los últimos continúan desplazados, sin opciones, sin futuro.
Con el objetivo de intentar poner freno a la situación expuesta, el citado informe pone a disposición de los gobiernos “datos y herramientas para abordar las desigualdades en materia de salud” que posibilitarían “resultados visibles en un periodo de tiempo corto de entre 2 y 4 años”. Esto es, la OMS defiende que se podrían conseguir avances significativos en el intervalo temporal de una legislatura completa si de verdad los gobiernos encargados de ponerlo en práctica muestran su compromiso.
Para ello, lo que el informe desgrana son cinco factores que están detrás de esta desigualdad, asignando a cada uno un porcentaje asociado a su impacto sobre este problema.
Así, distingue en primer lugar la seguridad de los ingresos y la protección social, mostrando que un 35% de las desigualdades en salud en Europa se producen porque el ciudadano, sencillamente, “no puede llegar a fin de mes”.
Tras ello, con un 29% se sitúan las condiciones de vida, que la OMS analiza acorde a indicadores que se refieren a las distintas oportunidades de las que dispone el individuo, la disponibilidad de una vivienda adecuada, la falta de recursos o el entorno en el que vive y su seguridad.
El tercer factor es el capital social y humano, al que el informe coloca representando el 19% de las desigualdades, y que tiene que ver con indicadores asociados a las posibilidades de acceso a la educación y la enseñanza, los niveles de confianza y la sensación de control sobre determinadas variables que igualmente influyen en el bienestar de las personas.
Tras éste, el cuarto factor que identifica el informe es el acceso y la calidad de la atención sanitaria, al que atribuye un 10%, subrayando que, en ocasiones, la ausencia de una sanidad universal y ante un alto coste de la sanidad privada, hay numerosos casos de personas que se ven obligadas a tener que renunciar a utilizar sus servicios para satisfacer otras necesidades básicas.
El quinto y último factor, representando el 7%, es el que se refiere al mercado laboral y las posibilidades de insertarse en él. La calidad del empleo, subraya el informe, es también de gran importancia, dado que la precariedad, la temporalidad y las malas condiciones de trabajo también tienen un impacto negativo y directo sobre la salud.
Sobre todos ellos hay que trabajar por igual, incide la OMS, porque son todos los que contribuyen, retroalimentándose, al incremento de la brecha de desigualdad.
Corregir la tendencia es una cuestión urgente. No solo porque atajar esa brecha es imprescindible para el bienestar y el desarrollo, sino que además, económicamente, traería grandes beneficios. Son muchas las voces expertas que sostienen que reducirla al menos en un 50% traería beneficios financieros de entre un 0,3% y un 4,3% del PIB.
Para ello, lo que la OMS propone es romper barreras y crear las condiciones necesarias para prosperar a través de una batería de medidas de carácter socioeconómico. Entre ellas, incrementar el gasto público en viviendas e infraestructuras; reducir las tasas de pobreza relativa; incrementar el gasto en protección social; reducir el desempleo; trabajar para el empoderamiento de las comunidades; apostar por la inclusión social y políticas de bienestar; facilitar el acceso a la sanidad; garantizar medidas justas y equitativas respecto al salario de cada individuo; y en definitiva, llevar a cabo acciones multisectorales, a todos los niveles, que trabajen por la igualdad de oportunidades.