Para doblegar la curva es muy importante respetar las medidas de seguridad que todos conocemos de sobra. A pesar de ello, los de siempre, los que apuestan por el desorden y la imprudencia se reúnen cada noche y nos dejan imágenes lamentables de botellones y fiestas que solo cesan con el toque de queda, muchas veces a regañadientes.
En Barcelona la fiesta parece infinita y la gente baila junta sin pensar en el covid, la variante delta y la quinta ola. Cuando el reloj marca la 1.00 de la mañana, llega la hora de retirarse, pero cada uno lo hace a su manera. Unos con prisa y corren hasta la casa, pero otros con más calma que esperan a la 1.00 para tomarse la última.
Después del rápido desalojo de los Mossos, solo quedan los restos del botellón y los ánimos por los suelos, porque a nadie le gusta dejar la fiesta y menos el toque de queda, que impone disolver la juerga.
En Mallorca el escenario se repite: las calles abarrotadas y la ausencia de mascarillas, como si no hubiera pandemia. De fiesta y con una buena dosis de alcohol usan la noche para viajar al pasado en un mundo sin covid.
El cierre del ocio a las 2.00 de Baleares no impide que la fiesta continúe. De cualquier maneras se apañan para seguir de juerga sin pensar en los que mañana estarán dando positivo en covid o ingresando en urgencias.
En Valencia el toque de queda hace que la ciudad se transforme. haciendo que las bulliciosas calles parezcan desérticas. Aquí se cumple a rajatabla y la gente parece más concienciada: apretarse ahora con un incómoda medida porque parece ser la única forma de volver a disfrutar como antes..