La niña de 9 años hallada muerta el pasado mes de enero en su domicilio de Atxuri, en Bilbao, hechos por los que juzga a su madre, había ingerido una dosis letal de fármacos. La pequeña murió por una parada cardiorespiratoria. Asimismo, los análisis han determinado que en los tres meses anteriores a los hechos al menos se le habían suministrado, en dos ocasiones como mínimo, algunos de los fármacos bajo los que su madre estaba en tratamiento para paliar los dolores que sufría.
La Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Bizkaia ha acogido este lunes la tercera sesión del juicio con jurado a la mujer acusada de asesinar a su hija Kiara, de nueve años, en su domicilio de Bilbao el pasado mes de enero, tras administrarle presuntamente una cantidad "masiva" de medicamentos y asfixiarla con las manos y una almohada (este último elemento no ha podido ser confirmado por los forenses). La Fiscalía y las acusaciones particular y popular --ejercida por la Asociación Clara Clampoamor-- piden para la procesada la prisión permanente revisable, mientras que la defensa solicita la libre absolución.
En la sesión de este lunes, se han aportado --a puerta cerrada-- los resultados de la autopsia y del levantamiento del cadáver, así como el resultado de diferentes pruebas realizadas a la acusada y a diferentes objetos hallados en el lugar del suceso. Y el pelo de la pequeña ha hablado. Entre uno y tres meses antes de su fallecimiento, y en dos ocasiones mínimo, tomó lidocaína y tramadol, fármacos bajo los que su madre estaba en tratamiento. Algo evidentemente extraño teniendo en cuenta que la pediatra de la menor que ha afirmado que durante el tiempo que ella la trató solo le prescribió medicamentos para el asma, así como ibuprofeno y paracetamol por sufrir una tos persistente.
En la sesión también han testificado los facultativos que analizaron las muestras de sangre y orina que se practicaron a víctima y acusada. En el caso de la menor, su cuerpo revelaba la ingesta de diversos fármacos, algunos de ellos en una dosis letal y que serían "causa suficiente para producir la muerte".
Tras resaltar que una dosis terapéutica en un adulto puede tener en un efecto "muy diferente" en el caso de un menor, han incidido en que el hecho de que sean varias las sustancias ingeridas "potenciarían" el efecto final. De este modo, y aunque no provocarían una muerte "automática", sí podrían generar una insuficiencia respiratoria que derivase en convulsiones y parada cardiorrespiratoria.
También han testificado los agentes de la Ertzaintza que realizaron los informes periciales dactiloscópicos a la carta hallada en la habitación donde se encontró el cuerpo de la menor y a los restos de papel escondidos en la basura. En las notas manuscritas, la acusada habría relatado que había sido obligada a matar a su hija y suicidarse y advertía de que no se encontrarían huellas. Según los peritos, los análisis realizados no permitieron encontrar huellas en los restos escondidos en la basura, cuestión que han considerado "llamativo", como si se hubieran escrito y roto con "un guante o un calcetín".
Por su parte, en la carta sí se hallaron tres huellas, una sobre la que no ha habido coincidencias, y otras dos coincidentes con la hermana mayor que los expertos han atribuido al hecho de que "la tocó para leerla" al llegar al domicilio. Además, los estudios caligráficos realizados a los escritos coincidirían con el tipo de letra de la acusada.
Por lo que respecta a los restos de sangre hallados en diversas zonas de la vivienda coinciden con el perfil genético de la acusada en su mayor parte. Únicamente se habrían encontrado mezclas de sangre de la víctima y la procesada en la sábanas y la funda de las almohadas.