Una manada de leones descansa en la sabana africana. De repente, escuchan un rugido. Proviene de una sola hembra. Parece un objetivo fácil y la manada se lanza al ataque. Pero si el grupo escucha tres o más rugidos la cosa cambia: dudan. Ganar ya no es tan fácil. Este experimento se realizó reproduciendo grabaciones de rugidos y observando la reacción de la manada al escucharlos. Una de las conclusiones que se sacan es que los animales saben contar, según un estudio publicado por el neurobiólogo Andreas Nieder en la revista Trends in Ecology and Evolution.
Más que contar de la forma en que lo hacemos nosotros, la competencia numérica de los animales se refiere a que entienden qué es más y qué es menos. Además, lo saben aplicar a su realidad cotidiana y actuar en consecuencia. Se puede observar en las mandas de lobos: en función del número de integrantes que tenga la manada, saben que pueden atacar a unos animales o a otros. Por ejemplo, para cazar un alce les basta con ser seis individuos. Pero si quieren cazar un bisonte, animal más peligroso, deben ser, al menos, nueve.
Nieder cree que esta competencia numérica existe en muchos animales y que tiene que ser “adaptativa”, por lo que les ayuda en la supervivencia y la reproducción. Este último es el caso del gusano de la harina. La hembra pone los huevos y el macho tiene que fertilizarlos. Para evitar que otro macho se interponga en su objetivo, el gusano vigila a la hembra. El tiempo durante el que lo hace depende del número de machos que haya alrededor: a más competencia, más tiempo.
Otro ejemplo del uso de la competencia numérica se observa en las abejas melíferas. Estos animales son capaces de recordar una serie de puntos de referencia que les ayudan a volver a la colmena cuando se alejan a buscar alimento. “El último antepasado común entre las abejas y los primates estadounidenses vivió hace unos 600 millones de años. Pero aun así, desarrollaron una competencia numérica que, en muchos aspectos, es comparable a la de los vertebrados”, explica Nieder.