Si Ana Julia tenía planeas de suicidio no lo parecía porque al detenerla con el cuerpo de Gabriel en el maletero inventó una excusa muy burda. Dijo que alguien le había colocado el cadáver para perjudicarla. Fue su primera reacción. Si tantas ganas tenía Ana Julia de que la cogieran, como dijo en su declaración, la sesión de hoy, ha desmontado su versión. También ocurrió ayer con los agentes de la Guardia Civil de Almería. Hoy era el turno de la UCO.
Llegaron a Almería con todos sus equipos más técnicos de seguimientos y con los mejores hombres. Buscaban un niño vivo. Esa fue la razón de tanto despliegue. Pero el secuestro no se había producido y a los tres días de no saber nada de un rescate, las miradas enfocaron a la familia. Fue en ese momento cuando Ana Julia se convirtió en la sospechosa por los errores que ya contamos ayer que cometió, el más gordo el de la camiseta. El otro, insistir todo el tiempo en que se elevara el montante de la recompensa.
El comandante de la UCO del equipo de personas y secuestros ha dicho que Ana Julia animaba a la familia, el padre se lo dijo, “parece macabro después de lo que había hecho”. La UCO se centró en ella y nada de lo que decía que había hecho la tarde de la desaparición de Gabriel, tenía sentido. Es más. Si para ir a la finca tenía que haber salido hacia la derecha, ella fue a la izquierda, por donde el pequeño Gabriel iba a casa de sus primos. Tenía visibilidad perfecta para verlo desde el muro de la casa y salió a los 30 segundos de irse Gabriel, aunque ella insiste en que tardó. Lo saben porque ella hablaba por teléfono y saben cuándo colgó, y la abuela explicó lo que vio. Los datos periciales han empezado a plantearse hoy ante el jurado popular. La premeditación aflora en forma de pruebas. Ella fue a por el niño y Gabriel se subió engañado.
Uno de los testimonios más contundentes ha sido el del capitán de la UCO experto en interrogatorios. El hombre que ha conseguido confesiones como la del Chicle en el caso de Diana Quer. Un estratega con un cerebro privilegiado para sonsacar. Tuvo contacto directo con Ana Julia antes y después de la detención. No le cuadraba nada, pero sí, ella confesó. Con matices. Nunca ha reconocido nada doloso o premeditado. Agarrada a la tesis del accidente (como el chicle con Diana) nunca ha reconocido los golpes que la autopsia descubriría en la cabeza del pequeño. Golpes que refrendarían los dos perros de la Guardia Civil; Elton el jubilado (antes no lo estaba) y su aprendiz Marley Trazaron el rastro de la sangre con precisión. En la fregona, en el cubo de fregar y en el suelo, el mismo donde ella dijo que solo lo asfixió y calculó mal. También en la zona de salida hacia el jardín. Porque lo arrastró de los bracitos y la cabeza sangraba.
Las pruebas son contundentes e importantísimas porque se la acusa de asesinato, no de homicidio como ella dice. Los golpes son a más. Ella insistió ante este capitán en su versión que ahora ha refinado. Porque en la primera llegó a echarle la culpa al pequeño de 8 años diciendo que le había amenazado con el hacha a la vez que le insultaba. El hacha es otra cuestión. Nadie la reconoce como de la familia. La tuvo que comprar en algún momento. Lo que sí ha aportado este capitán es otro detalle. Cuando llegaron a la finca para el registro, estaba tirada “lanzada” por encima de la verja que separa las dos casas de los dos hermanos. Alguien la había lanzado a la vivienda de al lado después de usarla con Gabriel.
Ana Julia ha tenido una sesión complicada, estaba especialmente desanimada. Con la cabeza mirando el suelo casi todo el tiempo. Y evitando mirar la pantalla donde se ha reproducido el reportaje fotográfico de cómo desenterró el cuerpo. Si el otro día lloraba amargamente, hoy no ha mirado. Tampoco la ropa de Gabriel. Tampoco la reconstrucción en la que ella es la protagonista, llorando todo el tiempo mientras el juez instructor intenta calmarla para que se entienda algo de lo que dice. No ha mirado pero no ha podido evitar escuchar. Tampoco a los agentes que la escucharon a ella mientras maldecía al pequeño y se convencía de que no iría a la cárcel mientras pensaba rápido qué hacer con el cadáver. Otra prueba más de la falta de arrepentimiento que los guardias vieron, según dicen, y de que su plan nunca fue entregarse y muchos menos suicidarse. La defensa de Ana Julia hoy está contrariada. Ha protestado porque les perjudica la posición en las declaraciones, incluso en las propuestas por ellos; quieren ir en última posición. Estrategia para poder contrarrestar y sembrar dudas cuando se producen manifestaciones en las que no tienen ninguna otra posibilidad de defensa.