Ana Julia, culpable por unanimidad del asesinato con alevosía de Gabriel Cruz
Ana Julia, declarada culpable del asesinato del pequeño Gabriel el pasado febrero de 2018
Condenada por asesinato con alevosía, de forma intencionada, súbita y repentina
Se aprecia abuso de confianza y abuso de superioridad
Ana Julia, asesina confesa de Gabriel Cruz, condenada hoy culpable por unanimidad, acabó con la vida del pequeño, de 8 años, el pasado 27 de febrero de 2018. Su cadáver, no obstante, fue localizado el 11 de marzo, cuando la condenada, de 45 años y oriunda de República Dominicana, lo llevaba en el maletero de su coche.
Asesinó con alevosía al niño, hijo de su expareja sentimental, Ángel Cruz, en la finca familiar de Rodalquilar, (Níjar, Almería), tras "lanzarlo contra el suelo o pared" de la habitación del cortijo "de forma intencionada, súbita y repentina". Lo hizo consciente de su "superioridad" por diferencia de edad y por complexión.
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Así lo ha determinado el jurado popular, que ha deliberado sobre las pruebas presentadas contra ella en el transcurso de la vista oral celebrada en la Audiencia Provincial, en la que ha estimado acreditado también que Gabriel, quien "confiaba" en la acusada por ser una persona "íntimamente ligada" a su entorno familiar, "no tuvo posibilidad de defenderse ni de reaccionar", lo que abocaría a Quezada a la prisión permanente revisable, tal y como solicita la Fiscalía.
En presencia de Ángel Cruz y Patricia Ramírez, padres del menor, y en audiencia pública, las siete mujeres y dos hombres que integran el jurado han considerado probado por unanimidad que, de acuerdo con los forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) que practicaron la autopsia, "tras el impacto" la acusada "procedió con sus propias manos" a la oclusión de los orificios respiratorios "con fuerza, hasta vencer su resistencia y provocar su fallecimiento" por asfixia mecánica por sofocación.
Por otro lado, el jurado popular ha descartado que, tal y como ha mantenido la acusación particular ejercida por los progenitores, Ana Julia aumentase de manera deliberada e inhumana el sufrimiento del niño al darle muerte y rechaza que haya pruebas que respalden que le diera "golpes, dejándolo aturdido" entre 45 y 90 minutos para después "taparle la boca y la nariz hasta llevarle a la muerte". Esto es, no aprecian el ensañamiento.
Sí se contempla abuso de confianza, abuso de superioridad y no se consideran los atenuantes de colaboración, ni tampoco de arrebato.
Por otra parte, el jurado la culpa de dos delitos de lesiones psíquicas y contra la integridad moral de Ángel Cruz y Patricia Ramírez, padres de Gabriel, por los que la Fiscalía pide penas individuales de 5 años de prisión.
Así fue atrapada
Acorralada por los avances de la investigación, Ana Julia acababa de desenterrar su cuerpo, el cual previamente ocultó en una finca de Rodalquilar que era propiedad de la familia paterna del niño. Para entonces, las autoridades, que desde muy pronto empezaron a sospechar de ella, seguían todos sus movimientos. Fotografiaron cómo desenterraba el cadáver y los agentes de la UCO habían instalado micrófonos en el interior de su vehículo. Gracias a ello, cuando iba en el coche, antes de ser detenida, la escucharon decir con extrema crueldad: “No querían ‘pececito’, pues van a tenerlo por mis cojones”. Palabras que durante el juicio ella misma se negaba a reconocer, pese a la evidencia.
Rehuyendo en todo momento a asumir lo que la autopsia determinaba, esto es, que los golpes que presentaba el cadáver no se justifican en el homicidio imprudente, Ana Julia ha insistido en todo momento durante el juicio que lo mató de forma accidental; que le tapó “la boca y la nariz” porque el pequeño, –con quien sin embargo, en otra de sus numerosas contradicciones ha dicho que mantenía buena relación–, la empezó a insultar, llamándola “negra”, “fea”, diciéndole “no quiero que me mandes, no eres mi madre, quiero que mi padre vuelva con mi madre”.
Pero las pruebas forenses determinan una versión radicalmente opuesta: aquel terrible 27 de febrero Ana Julia golpeó al niño contra el suelo, y habiéndolo noqueado le asfixió con tal violencia que las heridas que presentaba en la boca y la nariz parecían más golpes. El pequeño no pudo defenderse y no opuso resistencia. La autopsia recoge que no tenía restos de defensa en las uñas. Ana Julia se le llevó engañado a la finca cuando éste salió de la casa de su abuela paterna, pese a negar la mayor.
Manipuladora y sin empatía
Ana Julia había asesinado al hijo de quien era su pareja, Ángel Cruz, al que estuvo abrazando y consolando vilmente durante los agónicos días de búsqueda. Unos días en los que no dudó en asumir el protagonismo y, prácticamente, la portavocía de la familia. Quería enterarse de todos los detalles y dirigir la investigación. Tanto que llamó demasiado la atención y, en su primer gran error, puso una camiseta de Gabriel en el monte para utilizarla como una pista falsa. Una camiseta que no puso en un lugar al azar, sino que dispuso, además, en las inmediaciones de la casa de una expareja, a la que intentó inculpar por todos los medios. Tanto que llegó a decir que éste, identificado como Sergio, odiaba a los niños, y llegó a pedir a su propia hija, –quien ha reconocido que su madre nunca se comportó como tal y no quiere ni siquiera escuchar su voz–, que hablase mal de él a los psicólogos.
Pero las autoridades sabían que Ana Julia estaba intentando engañarles. Había incurrido en un error tras otro; en una contradicción tras otra. Lo mismo que durante su juicio, en el que ha intentado defender el homicidio imprudente. Hasta 15 veces en una sola sesión se la escuchó decir ‘no lo acuerdo’; su frase recurrente para evidenciar que solo quería acordarse de los detalles que le interesaba recordar.
Vendiendo una imagen de arrepentimiento, entre llantos y ruegos de perdón mirando a cámara, Ana Julia ha llegado a decir que planeó suicidarse, pero la realidad es que tanto todos aquellos agentes que han estado siguiendo su historial como las personas que la han conocido la han definido con una imagen radicalmente opuesta: fría, calculadora, manipuladora y sin empatía.