Las situaciones de acoso escolar están a la orden del día en la mayoría de centros, tanto es así que, según el último informe de ANAR, una ONG dedicada a la defensa de los menores, el 21,8% de los alumnos y alumnas reconoce haber podido participar en un caso de acoso sin ser consciente de ello, y el 22,4% de los menores reconoce que ha presenciado casos de acoso sin que hiciera nada por evitarlo.
La UNESCO ha indicado que el 44% de los niños que habían sido víctimas del ciberacoso antes de la COVID-19 indicaron que el fenómeno se incrementó durante el confinamiento "Si bien el acceso a Internet proporciona oportunidades de comunicación y aprendizaje, también expone cada vez más a los niños y jóvenes a la violencia en línea", señala la organización en un comunicado.
Los efectos de este tipo de violencia entre los menores son muy diversos, pero la UNESCO ha identificado los más comunes en su documento. Básicamente, las consecuencias principales atañen a la educación y a la salud mental. Se disparan las posibilidades de abandonar los estudios, ser absentista o tener dificultad para concentrarse. Las probabilidades de sufrir insomnio, sentir soledad, tener pensamientos suicidas e incluso de consumir ciertas sustancias (tabaco, alcohol o marihuana) son también más altas.
El ciberacoso está aumentando entre los menores tras la pandemia, debido a la conectividad a las nuevas tecnologías que se ha requerido para continuar con la escolarización durante el confinamiento y las restricciones. Sin embargo, un control parental de estas tecnologías puede encontrarse entre una de las principales claves para frenarlo.
Save The Children considera como primer motor de cambio para evitar estos comportamientos por parte de los menores, inculcarles desde pequeños una educación afectivo-sexual, de resolución de conflictos y de saber identificar estos casos de acoso, que les dote de herramientas para saber detectar este tipo de situaciones y cómo actuar ante ellas.