El doctor Li Wenliang es uno de los ocho doctores chinos que ha pasado en unos días de ser una vergüenza nacional por el régimen de Pekín a ser considerado un "héroe" para la prensa mundial. Su mérito: haber alertado de una nueva epidemia de coronavirus cuando nadie quería verlo. Como Li Wenliang y sus compañeros, otros médicos en el mundo han sido víctimas de la incomprensión de las autoridades o de sus colegas de profesión.
Pascal Vahwere dirigía un grupo de especialistas en una aldea remota de la República Democrática del Congo en un programa del Comité Internacional de Rescate en la ciudad de Goma. Luchaban contra el ébola diagnosticando casos y remitiendolos a los centros especializados.
A pesar de exponer su vida para salvar la que aquellos aldeanos, una multitud de miliacianos les rodearon y apuntaron con sus fusiles. Les acusaban de expandir la enfermedad para beneficiar a los políticos que se enriquecían con las vacunas y los tratamientos.
Las 'fake news' envenenaron tanto el ánimo de los habitantes de esta zona que en los seis primeros meses de 2019, la Organización Mundial para la Salud (OMS) documentó 198 ataques contra instalaciones y trabajadores de salud, con un balance de 7 muertos y 58 heridos.
Otro caso similar lo protagonizó Médicos sin Fronteras en 2014. Esta ONG internacional acudió a Guinea en marzo de ese año para actuar contra el brote de esta fiebre hemorrágica que, por primera vez, surgía en África occidental. El Ministerio de Salud cifró entonces en 59 las muertes a causa de la enfermedad. Además, comenzó a realizar el seguimiento en países vecinos: Sierra Leona y Liberia.
En abril, Médicos Sin Fronteras avisó de que aquella era una crisis sin precedentes. Por varios motivos: era la primera vez que afectaba a un país de aquella zona, se estaban dando casos simultáneamente en diferentes lugares del país, y había llegado a ciudades muy pobladas. La cepa del virus, además, resultó ser la Zaire, la más agresiva y mortal. Y pronto comenzaron a reportarse casos en Sierra Leona y Liberia.
Para junio, enfermos de Ébola habían sido identificados en 60 lugares diferentes de los tres países afectados. La epidemia estaba fuera de control y Médicos Sin Fronteras era la única ONG que facilitaba tratamiento a los enfermos. Para la organización resultó imposible responder a la gran cantidad de nuevos casos y nuevos focos.
En 1981, los médicos franceses todavía estaban impactados por la magnitud del síndrome del aceite de colza en España y por eso no entendieron la magnitud de los primeros casos de VIH que observaron en un paciente atendido en París y que trabajaba como azafato en un línea aérea.
Las primeras hipótesis tendían a asimilar sus síntomas con el caso español o con el consumo de 'popper' adulterado. Pero un aviso de los CDC de Estados Unidos puso sobre la pista a la comunidad médica internacional.
Los sistemas médicos de Los Ángeles y de Nueva York fueron los primeros que abordaron la existencia de una extraña enfermedad que tenía varias coincidencias: afectaba a población joven, masculina y gay, tenían sus sistemas inmunológicos deprimidos y padecían enfermedades causadas por microorganismos que están presentes en el 98 % de los seres vivos, incluídos los humanos. La voracidad de la enfermedad asustaba a los médicos que atendían a estos pacientes.
Los avisos de médicos como John Gullett no fueron comprendidos por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades que tardaron en procesar los datos aportados por Gullett.