A mediados de 1790 la muerte de Hanna Mills, en un manicomio de la ciudad inglesa de York conmocionaba a parte de la sociedad británica. Padecía “melancolía”, algo que hoy conocemos como depresión. Pero lo que realmente mató a Mills fueron los malos tratos y la lamentable situación en la que vivían los pacientes en este tipo de instituciones. Su tragedia dio paso a una revolución de la mano de William Tuke quien inició una nueva corriente para liberar de sus cadenas a estos centros e incorporó como terapia y tarea ocupacional el cuidado de los animales de granja.
Probablemente, la zooterapia tenga miles de años pero lo cierto es que Tuke fue un visionario, puso la primera piedra al entender que los animales ayudan a las personas con enfermedad a canalizar las emociones haciéndolos más felices y mejorando su calidad de vida. Siglos más tarde, en la década de 1960, una casualidad recuperó la iniciativa de Tuke cuando Boris Levinson, un psicólogo infantil estadounidense descubrió que cuando le acompañaba su perro el niño que estaba tratando se hacía más sociable y receptivo. La sociedad científica calificó su descubrimiento de “absurdo” pero hoy cada vez más hospitales e instituciones sanitarias implantan programas para introducir mascotas en sus terapias y mejorar así la salud de sus pacientes.
En 2016, la Comunidad de Madrid organizaba un seminario bajo el título 'Las mascotas como promotoras de salud'. Una de sus ponentes, Nuria Máximo Bocanegra., coordinadora de la Cátedra de investigación Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), afirmaba que "las prácticas y evidencias han demostrado que la teoría del vínculo entre el animal y el ser humano se cumple, sobre todo para los niños pequeños y para favorecer el vínculo terapéutico".
Bocanegra apuntaba a que esta convivencia "favorece a la disminución de la presión arterial y del colesterol, asimismo, los enfermos cardíacos tienen mayor probabilidad de sobrevivir porque aumenta hasta 8,6 veces más que para quienes no tienen perro".
En España, según un estudio realizado por la Fundación Affinity, el 86% de los dueños de mascotas los tratan como a personas o a miembros humanos de su familia. Se trata de poderoso vínculos de confianza y aceptación además de nuevas responsabilidades.
Según el investigaciones del Departamento de Salud de Estados Unidos, los perros son un poderoso instrumento para ayudar a niños con TDAH ya que les ayudan a focalizar su atención. Según un experimento, los investigadores separaron a niños con este trastorno en dos grupos. En el primero de ellos, los niños leían cuentos a perros especialmente adiestrados una vez a la semana durante treinta minutos. El segundo grupo hacía lo mismo pero a marionetas que parecían perros. Las conclusiones fueron que los niños que leían a los animales reales mostraron mejores habilidades sociales y más intercambio, cooperación y participación voluntaria. También, tenían menos problemas de comportamiento.
Investigaciones similares descubrieron también que los niños y niñas con alguna forma de autismo pueden encontrar beneficios en la compañía de los conejillos de indias o cobayas, de forma que la interacción con estos animales provocaba en ellos un efecto tranquilizador y antiestrés.
Pero hay muchas más interacciones que mejoran la salud de las personas cuando se establecen poderosos vínculos entre seres humanos y animales. Es el caso de un estudio del NIH estadounidense según el cual el cuidado de los peces ayudaba a adolescentes con diabetes a controlar mejor su enfermedad. En su web, este Instituto de Salud recoge que "los investigadores hicieron que un grupo de adolescentes con diabetes tipo 1 atendieran a un pez mascota dos veces al día alimentándolo y controlando los niveles de agua. La rutina de cuidado también incluyó cambiar el agua del tanque cada semana. Esto se conjugó con la revisión de los registros de glucosa en la sangre de los niños (azúcar en la sangre) junto con los padres".
Los investigadores dieron seguimiento a la constancia con la que estos adolescentes controlaron su glucosa en la sangre. En comparación con los adolescentes a los que no se les dio un pez que cuidar, los que sí cuidaron fueron más disciplinados a la hora de controlar sus propios niveles de glucosa en sangre, lo cual es esencial para mantener su salud.
Los perros son las mascotas sobre las que hay una mayor literatura científica aunque aún faltan estudios de fondo que establezcan una relación directa entre su presencia y los beneficios que proporciona. Recientemente, el Hospital 12 de Octubre, en Madrid ponía en práctica un programa con dos perros (Ras y Fox) seleccionados y preparados especialmente para complementar la atención clínica habitual del servicio de Psiquiatría a pacientes alcohólicos de cara a abandonar esta adicción.
La interacción entre los canes y los pacientes proporcionaba un mayor nivel de conciencia sobre las consecuencias de sus dolencias y les aporta un nuevo estilo de vida mediante necesario para mantener la abstinencia.
Algunos estudios recientes, llevados a cabo por sociedades norteamericanas especialistas en zooterapia, aseguran que el hecho de mirar al animal, acariciarlo, jugar con él o hablarle produce un beneficio inmediato, disminuye la tensión arterial, relaja y ayuda a eliminar el estrés. Además, aumenta la autoestima y la sociabilidad en niños sordos, ciegos, con alguna discapacidad o demasiados tímidos.
Según estos estudios, los animales devuelven la sonrisa a un niño deprimido, además de estimulan el carácter social de un niño tímido y con bloqueos afectivos. Las mascotas también ayudan a controlar a un niño con impulsos violentos y relajan a los niños nerviosos. Su compañía ayuda a las personas a aceptarse a sí mismas tal y como son, esto es debido a que los animales nos aceptan tal y como somos y cuando detectan que no estamos en nuestro mejor momento nos envían señales de ánimo.
En Madrid, la Universidad Complutense y la Rey Juan Carlos, en colaboración con la Fundación Caballo Amigo han trabajado conjuntamente en terapias con caballos ayudando a niños con retraso psicomotor, confirmado que este tipo de actividad mejora la espasticidad y el equilibrio de los menores.
Los investigadores señalan que existen dos tipos de tratamientos ecuestres. Por un lado, la hipoterapia que consiste en que el paciente se encuentra sentando sobre una montura o tapiz en el dorso del caballo, al paso, y no se le exige participación directa, porque el objetivo principal es rehabilitar.
Por otra parte, la equitación terapéutica que necesita que la persona participe de forma activa, en la dirección, velocidad y control del caballo, porque el objetivo fundamental es el aprendizaje terapéutico.
Esta equinoterapia, también conocida como hipoterapia beneficia también a pacientes con problemas de origen social y psicológico, personas inseguras, desconfiadas y con muy baja autoestima. Los especialistas aseguran que estas personas, en contacto con los caballos se ven obligados a afrontar sus miedos, adquirir seguridad y capacidad de autodecisión para poder transmitir al animal órdenes para que actúe. Los casos de parálisis cerebral.
Al igual que los caballos, los delfines son usados en varios países para ayudar y mejorar las capacidades psicoemocionales, cognitivas e incluso motoras de adultos y niños con déficits o deficiencias en estos aspectos.
La delfinoterapia, como trabajo terapéutico suele emplearse entre pacientes de todas las edades aunque lo más habitual es entre 2 y 50 años. Sus defensores aseguran que es especialmente beneficiosa para pacientes con trastornos generalizados del desarrollo, parálisis cerebral, síndrome down y autismo.
Los objetivos principales son: favorecer la comunicación y el lenguaje verbal, mejorar la atención, favorecer la interacción social, corregir problemas de conducta, mejorar el autocontrol, mejorar el tono muscular y estimular la capacidad cognitiva.
El Oceanogràfic de Valencia inició en 2010 una experiencia piloto para analizar los efectos de la delfinoterapia en niños con trastornos de neurodesarrollo. Se trató a menores de 5 y 7 años con el objetivo de que aprendan a concentrarse, a moverse, a manifestar su alegría y, además, a aumentar la capacidad de evaluación de sí mismos.
Los especialistas creen que la zooterapia también puede emplearse como soporte para las mujeres víctimas de violencia género, frente al estrés postraumático, en enfermos terminales, incluso en personas que van a donar sangre o les van a hacer un análisis, así como en los procesos de duelo, para que el momento del tanatorio se pueda llevar mejor, o también con los pacientes oncológicos.