A Marisa Gandía no hay quien le siga el ritmo. Llega hablando alto, pisando fuerte y caminando rápido. De quirófano a planta, de ahí a consultas, otra vez a quirófano, a investigación. Entremedias esta mujer de 40 años cuenta a NIUS lo que le ha costado llegar hasta aquí. Y aquí es al hospital de La Paz, en Madrid, donde es especialista en columna. Marisa Gandía es una de las mejores neurocirujanas de Europa, especializada en intervenciones mínimamente invasivas. Como ella solamente hay otra decena de cirujanos en España. Y la mayoría son hombres.
Gandía se mueve en un mundo de hombres desde que estudiaba, cuando eligió especialidad. Casi ninguna de sus compañeras la acompañó a cirugía: "Se quedaban la mayoría en medicina general, pediatría... Yo creo que por falta de referentes. Vienen a darte clase los cirujanos y son la mayoría hombres. Vas a hacer las rotaciones en hospitales y centros de salud y en quirófano la mayoría son hombres". Pero ella diseccionaba pollos con siete años y tenía clarísimo que quería operar.
Ahora le quedan unos días para irse como ponente al Congreso Mundial de Neurocirugía, donde habrá más de 300 conferenciantes de los cuales solamente 19 son mujeres. "Cuando acabo las charlas, las clases, se me acercan mujeres diciéndome que gracias por haber ido y por demostrar que las mujeres tenemos cabida en la cirugía", dice. Aunque por ser cirujana, o mejor dicho tan buena cirujana, la tomen por un hombre: "Cuando me ven hacer un trabajo muy físico como es una cirugía de columna muy complicada, o muy larga, me dice que parezco un hombre. Pero no como comparativa, sino que lo que quieren decir es que lo he hecho de una manera tan eficaz como lo haría un hombre".
Ella no se arredra ante esos comentarios y reta a quienes se lo digan a comprobar que es una mujer. Y sonríe al contarlo, pero vuelve a ponerse seria cuando comenta experiencias personales que le han ido dejando claro desde muy joven que ella no sólo tenía que estudiar, sino hacerlo más que los hombres. No solamente tenía que operar, sino hacerlo mejor que los hombres. Para ser considerada una más ha tenido que abrirse hueco casi como abre los cuerpos en quirófano, a base de mucho esfuerzo. "Cuando estaba de residente", recuerda, "los chicos podían contar las juergas que se habían corrido el fin de semana, nadie cuestionaba que fueran a trabajar peor por eso. Pero enseguida me di cuenta de que si yo hacía lo mismo, desconfiaban".
Como desconfiaban hace años sus pacientes, que le pedían que llamara al médico de verdad cuando les decía que iba a operarles ella. O como se sorprendió un compañero, varón, cuando la ascendieron a ella, "y él esperaba que el puesto iba a ser suyo, cuando lo único que le hacía mejor que yo, a sus ojos, era ser hombre".
Su currículum es tan largo como sus jornadas, que se alargan hasta las diez de la noche entre clases, consultas de la junta directiva de la Sociedad Europea de Neurocirugía -en la que es la única mujer del comité científico del diploma avanzado de columna-, consultas, operaciones, revisiones en planta y la dirección de una unidad de columna en la sanidad privada. Hay veces que no ve a su hijo de cuatro años en días y días "a pesar de vivir en la misma casa".
Y ahí, en la vida personal, también le cambian los roles. A pesar de que los dos primeros años de vida de su hijo ella le dedicó mucho más tiempo que su marido, ahora es él quien "le lleva al cole, lo recoge, sabe si le falta algo del uniforme, gestiona la casa...". Y por eso le comentan que "dónde está siempre tu mujer", o "el regalo del día de la madre te lo mereces tú".
Marisa Gandía tiene solamente 40 años y ya es una de las mejores neurocirujanas de Europa. Dice que ahora solamente hace operaciones punteras, y que en un futuro "seguramente muy lejano" le gustaría terminar su carrera creando una fundación que permita exportar a países con menos recursos las técnicas y conocimientos que ella ha conseguido. Seguramente la neurocirujana no es consciente de que ese ritmo imparable le llevará a conseguirlo antes de lo que cree.