Del alcoholismo no se habla en casa: "Estamos aumentando la motivación por consumir en nuestros hijos"

Entre el cinco y el diez por ciento de la población adulta española tiene problemas con el alcohol
El Dr. Gabriel Rubio, Doctor en psiquiatría y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de octubre, ha escrito una guía al respecto
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El consumo de alcohol está tan normalizado en nuestra sociedad que muchas veces se pasan por alto los problemas de adicción que puedan haber, mucho más en el entorno familiar donde se suele silenciar el abuso. Aunque en España, el consumo de alcohol ha descendido desde los años 90 en un 10%, sigue siendo alto: entre el cinco y el diez por ciento de la población adulta española tiene problemas con el alcohol, y hay cerca de medio millón de familias que reciben tratamiento para que uno de sus miembros se recupere de la adicción al alcohol.
Si echamos una mirada a nuestro entorno de amigos y familiares, seguro que encontramos a alguien que tiene problemas con la bebida. En segundo lugar, las consecuencias que el alcoholismo provoca en los familiares de la persona afectada por esta enfermedad son de tal gravedad que es muy difícil objetivar los costes de todas las complicaciones generadas.
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Existe un gran desconocimiento que la sociedad española tiene sobre este gran problema. No solo a la falta de información que la población general tiene sobre este tema, sino al desconocimiento que tienen los propios afectados por el alcoholismo familiar: pacientes, parejas, los hijos e hijas de esas parejas y demás familiares. Es tal la vergüenza y el estigma que impregna esta enfermedad que ni tan siquiera los afectados directos o indirectos quieren conocer, de verdad, sus repercusiones. De ahí el subtítulo que ha elegido el Dr. Gabriel Rubio, Doctor en psiquiatría y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de octubre, para esta la guía 'El laberinto de cristal: Cómo detectar las señales y actuar si vives con un adicto al alcohol' (Plataforma Editorial).
Según explica el doctor a Informativos Telecinco, el principal problema que tenemos es la normalización y la imprudencia: "Hay muchas cosas que aunque sean habituales en nuestra sociedad son muy imprudentes, como la absurda costumbre de comprarle a los niños una bebida llamada “champix” para que brinden junto a los mayores en las fiestas de fin de año; o que en las fiestas de cumpleaños de los niños se sirva alcohol a los mayores que los acompañan. Nuestros jóvenes cuando ven esas conductas comprenden que el consumo de alcohol es bueno, genera alegría y que ellos lo podrán probar cuando sean mayores. Es decir, la forma de consumir alcohol que tenemos en nuestros hogares es un factor que aumenta la motivación por consumir alcohol en nuestros hijos e hijas. Si a esto le unimos el impacto de la publicidad, el coctel es claramente explosivo".
El alcoholismo es una adicción y una enfermedad, y los estudios científicos son concluyentes en este caso: el alcohol no es ninguna medicina ni provoca ningún beneficio en nuestro organismo. Por lo tanto, cualquier tipo de consumo puede afectar a nuestra salud, desde los problemas que la embarazada puede provocar por "una copita" a su futuro hijo como al consumo de fin de semana en adolescentes, que puede perjudicar y retrasar la maduración física y emocional.
"La gente cree que el gran problema del consumo de alcohol es el desarrollo de la adicción a esta droga, pero no es del todo cierto, porque también son graves las consecuencias en las carreteras (muertes e invalideces) el fracaso escolar de los jóvenes, los embarazos no deseados y su estrecha relación con más de 14 tipos de cáncer. Se sabe que la cantidad de consumo de alcohol ingerida por un joven antes de los 25 años está directamente asociada al desarrollo de cánceres a partir de los cincuenta años de edad", señala el psiquiatra.

Una de las principales cuestiones que ha abordado el doctor Gabriel Rubio en su libro es la vergüenza que sienten muchas familias y pacientes para hablar y abordar el problema. "En ocasiones las personas que acuden a pedir ayuda creen que han sido buenos padres o madres porque trabajaban y atendían las necesidades económicas familiares. Si embargo, no caían en la cuenta que cuando una de sus hijas quería hablar con el padre o la madre para contarle un problema, la respuesta de uno era que “ahora no puedo atenderte, díselo a tu madre". Esas situaciones son muy frecuentes en las familias donde uno de sus miembros tiene adicción alcohol y provoca lo que los expertos denominamos “negligencia emocional”. Esos jóvenes no encuentran en sus padres el cobijo emocional para poder madurar, lo que les obliga a adoptar roles impropios de su edad, con las respectivas secuelas en la adolescencia y en la edad adulta". Por esa razón, recomienda a las parejas e hijos pedir ayuda a otros miembros de la familia, a asociaciones o a profesionales de la sanidad.
Muchas veces son los hijos e hijas de personas alcohólicas los que arrastran este trastorno en su vida adulta, ya que tienen más probabilidad de desarrollar este trastorno u otros asociados como trastornos por déficit de atención, trastornos del aprendizaje, fracaso escolar, problemas de ansiedad, trastornos de alimentación y trastornos depresivos.
"Esas experiencias traumáticas derivadas de estar viviendo en continuo estado de alerta por si nuestro padre o nuestra madre viene bebido, o por las broncas que hay a diario, o por los miedos a que se complique más la convivencia ocasiona una respuesta de alarma continuada y la adopción de roles que les permiten a los jóvenes sobrevivir en esa familia: el rebelde, el responsable, el obediente, el conciliador y el divertido. Esos roles se mantienen de adultos y les abocan a relaciones de pareja complejas y habitualmente infelices".
No es necesario que alguien beba a diario para cumplir criterios de adicción al alcohol
Las principales señales de que hay un problema con el alcohol
La adicción al alcohol se suele iniciar durante la adolescencia y da los primeros síntomas sobre los veintitantos años de edad. Lo que primero detectamos es que la persona bebe más rápido que los otros, los sorbos son más frecuentes y largos, de forma que se acaban la copa antes que el resto. Suelen aguantar el alcohol bastante mejor que los otros (no se embriagan), pero cuando beben pierden la capacidad de empatizar y de reconocer las emociones propias y las de los demás. Las personas que conviven con ellos se dan cuenta de que “beben más que los otros” y cuando se lo dicen, ellos o ellas se enfadan, argumentando que son exageraciones.
Además, no es necesario que alguien beba a diario para cumplir criterios de adicción al alcohol, pero la línea roja que separa la adicción del consumo recreativo es que el fututo adicto empieza a utilizar la bebida para aliviar diferentes estados emocionales negativos (ansiedad, tristeza, aburrimiento, cabreo, miedo, vergüenza, etc.).
"Cuando consideremos que algún familiar nuestro tiene este tipo de conductas lo primero que tenemos que hacer es decírselo. Informarle de que estamos preocupados por la forma de consumir. El o ella nos dirá que somos unos exagerados porque “ni ellos llegan a casa a cuatro patas, ni tampoco son de esas personas que están durmiendo en un banco junto a un tetrabrick de vino”. Claro que no les pasa eso, pero la mayor parte de personas con adicción al alcohol no están en esas condiciones (afortunadamente). Una vez que les hemos expresado nuestras preocupaciones, deberíamos proponerles acudir al medico de Atención primaria para conocer su opinión", subraya el doctor.
Los familiares de las personas que conviven con un familiar con adicción al alcohol han de realizar su propio proceso de recuperación
Si se trata de los jóvenes de la casa, lo más adecuado es hablar con ellos y tratarlo cuanto antes porque existe la posibilidad de que haya complicaciones. "Esa idea de que hay que dejarlos tocar fondo para que decidan abandonar el consumo es un error, cuando menos fondo toquen mejor para ellos y para nosotros". Y, por supuesto, lo que sí que advierte es que el consumo debe ser ejemplar, si, por ejemplo, estamos dejando de fumar, no conviene tener a un fumador cerca, pues lo mismo con el alcohol, hay que evitar esos entornos o situaciones donde la exposición de esa personas sea mucho mayor.
Y, no solo la persona necesita acompañamiento profesional, ya que muchas veces nos olvidamos de la pareja o los hijos o las personas que han estado sosteniendo a esa persona durante años en su adicción. "Los familiares de las personas que conviven con un familiar con adicción al alcohol han de realizar su propio proceso de recuperación. Inicialmente creen que a ellos no les pasa nada, que si el otro deja de beber, todo se soluciona. Pero no es así, han sido tantos los años de convivencia, de ansiedad, de intentar controlar la conducta del familiar que se han abandonado, que han desatendido sus necesidades y las de su familia, y eso no se soluciona con la interrupción del consumo". Por lo tanto, ellos también necesitan cuidarse y pedir ayuda psicológica en tal caso.
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