El secuestro y asesinato de Anabel Segura en la década de los noventa dejó una huella imborrable en la crónica negra de España. Hablamos de un crimen que se llegó a considerar el rapto más largo de la historia de nuestro país, sin que realmente lo fuera, y que tardó en resolverse más de dos años y medio. En tiempos de auge del 'true crime', Netflix lanzará el 22 de noviembre '900 días sin Anabel', una serie documental que muestra en tres episodios las cintas del caso, así como testimonios inéditos de agentes que se enfrentaron a la investigación.
Son muchos los expertos y profesionales de la justicia que recuerdan este crimen. Juan Manuel Medina, abogado penalista, ha ofrecido al portal web de Informativos Telecinco sus impresiones sobre lo que fue el caso de la joven, que fue raptada en Madrid y asesinada en una localidad de Toledo. "El caso de Anabel Segura fue un paradigma, porque fue un caso que tardó en resolverse más de dos años, entre 1993 y 1995. Se pensaba que podía ser el secuestro más largo de la historia de España y, luego, realmente, por desgracia, se supo que no era así, porque Anabel fue asesinada a las pocas horas de ser secuestrada. En el contexto de la época en la que ocurrió, llama la atención, porque se suponía que, entonces, la delincuencia se localizaba en las zonas más desfavorecidas de las ciudades, y este caso ocurre en una urbanización de élite como era y es La Moraleja", explica el letrado.
"Hay que tener en cuenta también que España no había salido todavía de la resaca de los años de plomo de ETA, por lo que, inicialmente, se especuló con que podía tratarse de un secuestro de la banda terrorista. No obstante, lo que más me llama la atención es que fue un secuestro perpetrado por tres personas que no eran delincuentes habituales ni tenía antecedentes ninguno por delitos violentos. Era gente común que les movía la codicia, el ansia de dinero, y, a pesar de no ser experimentados, actuaron con la misma sangre fría o más de lo que lo hubiera hecho un delincuente reincidente con delitos de sangre. No dudaron en matar a la víctima, en ocultar su cadáver y en fingir que seguía viva, ya que la mujer de uno de los secuestradores incluso tuvo el arrojo de hacerse pasar por Anabel en unas grabaciones. Fue un caso que hizo mella en la opinión pública española", subraya Juan Manuel Medina sobre el crimen que consternó a España y vuelve a dar que hablar.
Recordamos los detalles y la cronología del caso. Anabel Segura Foles, una estudiante de empresariales de 22 años, de origen español y alemán, salió a correr el 12 de abril de 1993 (día festivo) por los alrededores de su casa, una vivienda de la urbanización Intergolf de La Moraleja, en Alcobendas (Comunidad de Madrid). El footing era algo que practicaba a diario. Sin embargo, en aquel trayecto se topó con dos hombres. Eran Emilio Muñoz G., transportista en paro de 38 años, casado y con cuatro hijos, y su amigo Cándido Ortiz A., 'Candi', un fontanero de 35 años también casado y con dos hijos, que habían acordado realizar un secuestro aleatorio para exigir un rescate, coger el dinero y liberar a la víctima.
Los hombres, secuestradores "aficionados" sin antecedentes penales ni experiencia en delitos graves, introdujeron por la fuerza en una furgoneta blanca a la chica, que opuso una feroz resistencia, y se marcharon rápidamente. Debido a la resistencia de Anabel, en la acera se quedó tirada su chaqueta de chándal y el walkman que siempre llevaba para correr. Además, el jardinero del colegio Escandinavo, centro ubicado dentro de la urbanización madrileña, escuchó unos gritos y vio al vehículo alejarse, pero no llevaba sus gafas y no pudo descifrar la matrícula. Entonces, alertó a las autoridades.
Los secuestradores interrogaron a su víctima y Anabel les dijo que sus padres tenían dinero, pero que en ese momento no estaban en Madrid. Al no tener un plan con garantías, Emilio Muñoz y Cándido Ortiz comenzaron a deambular por varias carreteras, pasando por varios puntos de Madrid, Ávila y Toledo, y ante el nerviosismo, decidieron ir por la noche a una fábrica de cerámica abandonada de Numancia de la Sagra, al pensar que podía ser un escondite para varias horas. Sin embargo, la joven trató de escaparse. Se lo impidieron y la ataron de pies y manos antes de que Emlio la agarrase por el cuello por atrás y la asfixiara. Habían pasado solo unas horas desde el rapto. Luego, los dos se deshicieron del cadáver arrojándolo a una fosa del inmueble en ruinas y volvieron a sus respectivas casas.
El 14 de abril de 1993, dos días después de que Anabel fuera forzada a subir a aquella furgoneta cuando estaba corriendo, sus secuestradores llamaron a su familia a las 20:00 horas y exigieron una cifra importante de dinero por el rescate. Pero el caso ya había llegado a los medios y la población estaba conmocionada. La Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid estaba volcada con la investigación. La familia de Anabel se puso en contacto con Rafael Escudero, expolítico y abogado, y fue el encargado de ser su portavoz y de comunicarse con los secuestradores, que no se presentaban ante las negociaciones a pesar de que sí lo hacían los seres queridos de la joven estudiante. Hubo dos intentos de pago en Guadalajara y Tarancón, en Cuenca.
Así, cinco meses después, sin noticias sobre Anabel y con numerosas movilizaciones en las calles, en las que se llevaba como homenaje un lazo amarillo, la familia pidió en septiembre pruebas de que la joven seguía viva. Entonces, se recibió una grabación en la que se escuchaba a una mujer. Pero no era la joven, que había sido asesinada (algo que España no sabría hasta 29 meses después). Era Felisa García, la esposa de Emilio Muñoz, que se hizo pasar por ella. La grabación se emitió en televisión en 1994 y 1995 y la policía hizo públicos otros audios para tratar de identificar a los delincuentes. Pero no se daba con el paradero de la joven. Cabe destacar que se produjeron 14 llamadas telefónicas entre los extorsionadores y las autoridades, desde 1993 hasta 1995, en las que fueron incrementando las cantidades exigidas por el rescate hasta los 150 millones de pesetas (900.000 euros).
Los meses pasaron hasta que, fruto de las investigaciones, los especialistas del área de Acústica forense de la Policía Nacional determinaron un "pasaporte vocal" de uno de los criminales (por su voz se supo que residía en la provincia de Toledo, su edad y que podía ser bebedor). Además, en una de las grabaciones se escuchaban de fondo a unos niños que empleaban la palabra "bolo", un término muy común de Toledo. Los agentes estrecharon el cerco en la zona y centraron allí sus labores.
Llegado el verano de 1995, las autoridades recibieron un aviso de que la voz de las llamadas podía ser la de Emilio Muñoz, un repartidor con el que acababa de estar y cuya empresa había hecho trabajos en La Moraleja. Todo cuadraba. Finalmente, el 28 de septiembre de 1995 la Policía detuvo a Emilio Muñoz en Pantoja, a Felisa García en Escalona, y a Cándido Ortiz en Madrid. El transportista confesó el crimen y la localización del cadáver, que fue recuperado tras 900 días en paradero desconocido. El 6 de octubre de 1995 se llevó a cabo una misa en el cementerio de Nuestra Señora de la Paz de El Soto de La Moraleja, donde descansaron por fin los restos mortales de Anabel, en paz, tras el secuestro y asesinato del que había sido víctima dos años y medio antes.
Felisa García fue condenada a dos años y cuatro meses de prisión por un delito de encubrimiento tras aumentar el Tribunal Supremo la condena de seis meses impuesta por la Audiencia; siempre manifestó que había actuado por miedo insuperable a su marido. Ellos, mientras, fueron condenados en 1999 a 43 años de prisión. Cándido Ortiz enfermó y murió en la cárcel de Ocaña en 2009. Emilio Muñoz, en virtud de la derogación de la doctrina Parot, salió de la prisión de Herrera de la Mancha en 2013, asegurando estar arrepentido por lo que hizo y pidiendo perdón a la familia de Anabel. Un caso que vuelve a la opinión pública por el 'true crime', como ocurrió con el crimen de la Guardia Urbana o el caso Asunta.
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