Tirar colillas en lugares públicos se multará a partir de 2.000 euros: el filtro contiene plástico y los elementos nocivos del tabaco
Los ayuntamientos podrán poner multas a partir de 2.000 euros por tirar colillas en espacios públicos
Cada colilla tarda más de 10 años en descomponerse: en el filtro está el plástico y los elementos más nocivos del tabaco
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Tirar colillas al suelo se va a acabar. Los alcaldes de las ciudades costeras se han alineado para prohibir que se fume en las playas y así terminar de forma definitiva con todos los residuos de cigarros que se acumulan en la arena.
Un decreto aprobado por el Consejo de Ministros con que se intenta cumplir con la petición de Bruselas de reducir los plásticos de un solo uso. Los ayuntamientos podrán imponer multas de a partir de 2.000 euros para aquellas personas que lancen colillas en lugares públicos. Las colillas son los plásticos que aparecen con mayor frecuencia en las playas de nuestro país y son especialmente contaminantes porque sus filtros conservan gran parte de los elementos nocivos del tabaco.
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Cada colilla que se lanza al suelo o se entierra en la arena tarda diez años en descomponerse, no solamente el material del que está hecho el filtro, es de plástico, sino que también tiene nicotina y todos los aditivos.
Un impacto medioambiental al que la industria del tabaco deberá poner solución encargándose del reciclaje de colillas y filtros. Todo empieza por separar estos residuos del resto de basura. En este hotel de Sevilla cuentan con envases específicos y hay una empresa que hace la separación del propio plástico que tienen las colillas. Plantas que ya desintegran estos restos de cigarros para reconvertirlos en papel reciclado. Aunque hay quien amplía el reto.
El Decreto del Ministerio de Transición Ecológica también obliga a las empresas tabacaleras a asumir el coste de la limpieza de calles y playas. El año pasado en España se comercializaron más de 890 millones de cigarros, el 70 por ciento acabaron ensuciando el suelo. Y limpiar todo ello supone hasta 5 millones de euros al año. Claro, que la concienciación también ayuda a no convertir el paisaje en un cenicero.
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