Vanesa Centelles ya tiene 43 años, pero su memoria apenas alcanza 48 horas de recuerdos, porque, pasado ese tiempo, se 'resetea' y queda en blanco, olvidando toda su vida, incluso su nombre y el pasado más inmediato. Detrás de esta extraña anomalía está un accidente isquémico, un ictus, que le privó de riego sanguíneo a parte de su cerebro. Ahora, su marido Miguel Ángel se ha convertido en un completo desconocido para ella, pero también la única conexión con sus recuerdos.
La memoria de Vanesa se quedó estancada en 2010. Recuerda bien lo ocurrido antes de esa época, pero todo lo posterior se ha vuelto confuso de forma que, como consecuencia del ictus, su memoria se borra cada 48 horas. Su entorno añade otra complicación más a su situación. Ella es una de las pocas personas en el mundo que padece macrotrombocitopenia, una alteración genética que afecta a la morfología y cantidad de sus plaquetas.
Lo cuenta la propia Vanesa a Informativos Telecinco: "No consigo retener más que 24 o 48 horas. Desperté en una casa que no reconocía, en un pueblo que no reconocía. Yo esperaba encontrarme a mi hijo, de 1,50 de talla mediana, cuando realmente mide 1,90 m de altura".
Junto a su hijo al que recuerda como el niño que era en 2010, está su marido, Miguel Ángel al que también olvida cada 48 horas. "No sabía quién era esa persona que venía a atenderme, ni que me daba la mano".
Se trata de un mal trago para los dos, ya que Vanesa reconoce que "lo rechazaba". Cuenta como anécdota que "ponía un almohadón entre medio para que no nos tocáramos. Para mí pasó a ser él, la camiseta azul".
Cada día, que pasan juntos, Vanesa y Miguel Ángel tratan de reconstruir toda una vida de recuerdos en solo 48 horas sabiendo que tras dos días, todo volverá a empezar. A Miguel Ángel le pueden las lágrimas y reconoce que "lloro mucho" porque "ella me pregunta todos los días cómo es esto, dónde hemos estado, con quién hemos ido o quién es esta persona" que aparecen en las fotos de toda una vida juntos.
Vanesa está decidida a vencer a la amnesia que la condena a vivir una vida sin recuerdos permanentes. Para ello cuenta que "lo escribo todo en una libreta. Tengo un resumen de lo que me pasó, lo que me han contado la familia", asegura.
Su mejor sonrisa se la dedica a su marido Miguel Ángel. Él "me ha demostrado que el amor existe, aunque yo no tenga recuerdos de él, él sigue a mi lado". Es gracias a ese amor que recibe de los suyos lo que le permite seguir adelante: "Ellos sí que saben quién soy yo y me quedo con eso", concluye.
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