En su Memoria Fiscal, que proporciona una visión integral de las preocupaciones sociales, la Fiscalía ha centrado este año su análisis en los menores y su interacción con las redes sociales. Y las conclusiones son rotundas y graves. Tenemos un problema y es serio.
El uso desmedido que muchos menores hacen de las redes sociales tiene riesgos para su cerebro. De hecho, este descontrol ya provoca un aumento alarmante de adolescentes ingresados en centros psiquiátricos.
Y también para su forma de socializarse. Los jóvenes, dice el informe, construyen su identidad y relaciones basándose en los vínculos creados en el entorno digital. Y eso es dañino. Precisamente a este mal uso se debe el aumento de las conductas sexuales ilícitas y el recurso a la violencia como una forma de resolver conflictos.
El informe subraya cómo el uso excesivo de las redes sociales alimenta ideales de belleza poco realistas, lo que lleva a trastornos alimentarios y conductas autolesivas.
La Fiscalía también advierte que el acceso a contenidos inapropiados puede llevar a los menores a normalizar comportamientos machistas en las relaciones de pareja, como el espionaje del móvil o la exigencia de geolocalización continua, lo que podría desembocar en delitos como amenazas, coacciones o acoso. Por otro lado, se han registrado casos de violencia física de menores hacia sus padres cuando se les prohíbe el acceso a sus dispositivos móviles o internet.
Son datos de la memoria de la Fiscalía que ya pide reformas legales que limiten el acceso temprano a ciertos contenidos y refuercen las unidades policiales encargadas de estos temas. La Fiscalía propone medidas educativas y legislativas, como aumentar la sensibilización de los profesores sobre los riesgos de las redes sociales y crear normativas que limiten el acceso de los menores a ciertos contenidos a través de la verificación de edad y la clasificación de materiales online.
Otro riesgo más. Los jóvenes exponen voluntariamente su intimidad en la red, compartiendo datos personales, imágenes y otros aspectos privados en tiempo real, sin considerar las consecuencias que estas pueden tener a largo plazo.
Uno de los fenómenos derivados de esta sobreexposición es el 'sharenting', que ocurre cuando los padres comparten fotografías de sus hijos en redes sociales sin tomar en cuenta los riesgos a los que están exponiéndolos.
El uso prolongado de dispositivos desde una edad temprana puede desencadenar problemas durante la adolescencia, como "ansiedad por la necesidad de estar constantemente conectados", la pérdida de relaciones personales, dificultades para dormir, falta de concentración y problemas de conducta.
La Fiscalía alerta que la gratificación inmediata que los jóvenes obtienen en el mundo digital genera en ellos "una baja tolerancia a la frustración", lo que contribuye a niveles elevados de insatisfacción, estrés y angustia.
En su informe, también se citan estudios que subrayan la capacidad de las plataformas como Facebook, X (antiguo Twitter) y TikTok para provocar una "hiperestimulación" en los adolescentes, lo que puede desembocar en adicciones debido a su impulsividad, la necesidad de influir socialmente y el deseo de reafirmar su identidad de grupo.
Además, de acuerdo con una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2023, el 93% de los menores de entre 10 y 15 años utiliza ordenadores de forma habitual, el 94,7% se conecta a internet de manera ocasional y el 70,6% dispone de un teléfono móvil propio.
Estos datos han permitido vislumbrar que esta hiperconectividad hace que los menores sean tanto víctimas como agresores en distintos delitos, como fraudes online, delitos de odio, o pornografía infantil, y enumera formas específicas de ciberacoso como el 'cyberbullying', 'happy slapping', 'cyberstalking', 'grooming' y 'sextorsión', que están proliferando entre los jóvenes.
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