Expertos en Pediatría Social llaman a “nunca forzar a los niños a dar besos ni abrazos si no les apetece”
La pediatra Mar López recalca la importancia de educar a los menores desde muy pequeños para prevenir contra la lacra del abuso sexual infantil
"No hay que insistirles en que den un beso a un abuelo si no quieren, porque al final les hacemos dudar de lo que sienten y les apetece"
En el 80% de los casos el agresor es un varón, y en el 90% alguien del entorno de la víctima
Aunque existen matizaciones alrededor de la cuestión, diversos especialistas insisten en que no debemos obligar a los niños a dar besos ni abrazos porque sí y tampoco si no les apetece. Mucho menos a un extraño, inciden, adentrándose en la estadística y defendiéndolo como una de las mejores formas de prevención del abuso sexual infantil, una lacra que sufren hoy 1 de cada 4 niños españoles y que apenas se denuncia en un 15% de los casos.
En declaraciones recogidas por Infosalus, así lo denuncia la pediatra Mar López, especialista en Pediatría Social, y quien ha publicado con Beascoa 'El monstruo de los abrazos', un libro dirigido a los menores y sus familias, desde que son muy pequeñitos, y que pone el hincapié en la prevención.
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Según señala, en el abuso sexual infantil normalmente el agresor es alguien de la confianza de la familia o del círculo cercano: desde un entrenador hasta un profesor, un amigo de la familia, el papá de otra amiga, un familiar, o bien alguien que tiene o que se gana la confianza del niño, expone.
"En muchos casos, habían sido abuelos, primos mayores, o incluso el propio padre. El 80% de los casos es un varón el agresor, y el 90% alguien del entorno de la víctima", precisa.
En ese sentido, aclara que los abusos sexuales no tienen por qué implicar siempre el contacto, sino que pueden incluir diferentes formas de actividad sexual, como por ejemplo mostrar nuestro cuerpo al otro.
Los agresores se ganan la confianza del menor para abusar sexualmente
Sobre el modus operandi de los agresores y cómo consiguen convencer a sus víctimas, la experta explica que normalmente empieza como un juego, de manera que la persona del entorno de la víctima se gana su confianza y se va extralimitando poco a poco, lentamente, de manera que el menor no lo advierte.
"Cuando se empieza a sentir mal, incómodo, y se da cuenta de que eso no le gusta o le duele, el agresor lo amenaza con hacer daño a su familia, lo culpabiliza y lo obliga a guardar el secreto. En el cuento, Pegón le dice a Achuchones que no lo explique, que será su secreto. Del mismo modo, los abusadores suelen asustar a sus víctimas diciéndoles que, si se lo dicen a alguien, les echarán la culpa a ellas, o nadie las creerá", explica en declaraciones a Infosalus.
Dicho abuso a menudo tiene graves implicaciones para el futuro de la víctima. Según Mar López, todo dependerá de quién haya sido, de cuánto haya durado el abuso, de la edad del niño, de cómo lo haya vivido el niño, de las amenazas que haya recibido, y de cómo lo gestione la familia y suele validar las emociones del niño.
“No hay que insistirles en que den un beso si no quieren”
Apuntando a uno de los ejes de la cuestión, educar a los menores en el consentimiento es fundamental porque ellos ya suelen tener bastante claro lo que les apetece y lo que no, y somos nosotros, los adultos, los que muchas veces les hacemos dudar de lo que sienten o quieren, porque nos han enseñado que hay que dar dos besos a los abuelos, o a un amigo de los padres, por ejemplo, para ser educados.
"No hay que insistirles en que den un beso a un abuelo si no quieren, porque al final les hacemos dudar de lo que sienten y les apetece, cuando siempre es válido. Si tu hijo tiene claro que no, luego será adolescente y cuando todo el grupo juegue a la ‘botella’, a pesar de la presión del grupo, si no le apetece dirá que no. Y al final si un amigo le dice 'yo hago esto si tú me das un beso' verá que es un chantaje, y al final dirá que no. Si les educamos en lo contrario les estamos desprotegiendo, por eso es tan importante", defiende la especialista.
Por todo ello, aboga por hablar sobre el consentimiento con los pequeños desde muy temprano. Cuanto antes hayan escuchado sobre cuestiones asociadas a ello, más fácil será todo después, apunta.
En ese sentido, lamenta que muchos niños han tenido que contar varias veces lo que les ha ocurrido hasta que alguien les hace caso o les escucha, añadiendo que, otras veces, al menor le cuesta exponer esa realidad porque se siente culpable de la situación por diversas razones o porque el agresor ha hecho que se sienta así, manipulándolo y amenazándolo, o a veces porque incluso ha sentido placer, según sostiene.
¿Cómo conseguir que un hijo nos cuente las cosas?
En la búsqueda de que nuestros hijos nos cuenten las cosas, la pediatra aconseja siempre que al recoger a los niños en el colegio se les cuente primero cómo ha ido el día propio, para así intentar que ellos cuenten el suyo, aunque haya sido malo.
"Nosotros tenemos que tener intimidad con nuestros hijos. Tenemos que darles ese momento de estar a solas donde hablarles de las cosas que no nos son fáciles, o incluso nos duelen; y de las que habitualmente protegemos a los niños, pero después queremos que ellos nos cuenten a nosotros. Igualmente, es importante no juzgar, escuchar primero y validar sus emociones después. Así nos contarán las cosas. Si le riñes en lugar de empatizar y de buscar una solución no te acabará contando las cosas", explica.
¿Cómo detectar síntomas de abuso sexual infantil?
Respecto a cómo detectar síntomas de abuso sexual infantil, la pediatra señala que normalmente se aprecian signos cómo ver al pequeño más retraído, con un cambio de carácter, más irascible, más sensible, que llora más fácilmente, o que mantiene un comportamiento sexual inapropiado a su edad. También hay que prestar atención a los movimientos que hace, las pesadillas que tiene, infecciones o heridas en los genitales, o si no quiere ir con esa persona de repente y lo tiene muy claro. También pueden hacer regresiones y se vuelven a hacer pipi, señala Mar López.
Frente al abuso sexual infantil, insiste en la prevención; en favorecer la comunicación, llamar a los genitales por su nombre y que vean que no sean temas tabú, así como responder con sinceridad a las preguntas que puedan realizar.
Además, insiste: "Nunca debemos forzar a los niños a dar besos ni abrazos si no les apetece. Debemos educarles para que entiendan y hablar en casa con naturalidad, y responder a sus preguntas con naturalidad, ir dándole información sobre qué son las cosas si nos preguntan, y cuando sean un poco más mayores, sobre todo 5 años, decirles que hay adultos que pueden intentar ver o tocar sus genitales, o bien pedirles que le toquen los suyos. Enseñarles a que hay que decir que no, buscar ayuda, y contarlo", sentencia.
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