El Cipotegato de 2024 culmina con éxito y en 20 minutos la carrera por Tarazona bajo una lluvia de tomates

  • Luis Abril, de 51 años, es el Cipotegato más veterano de todos cuantos lo han sido en la ciudad zaragozana

  • "Es tal y como lo soñé, incluso mejor", ha dicho tras su actuación en la que se han arrojado unos 10.000 kilos de tomates

  • El Cipotegato tiene un origen religioso y ha estado presente en la historia de la ciudad al menos desde el siglo XVIII

El Cipotegato de 2024, el más veterano que ha recorrido las calles de Tarazona, ha culminado con éxito y en 20 minutos la carrera por las calles de la ciudad bajo una lluvia de tomates para acabar cumpliendo con su misión: encaramarse a la estatua que representa a este arlequín en la plaza de España y dar comienzo, así, a las fiestas patronales en honor a San Atilano.

Luis Abril, de 51 años, es el Cipotegato más veterano de todos cuantos lo han sido en la ciudad zaragozana. De hecho, llevaba 25 años participando en el sorteo en el que se elige a la persona que encarna cada año a este personaje, protagonista de una tradición que acumula trecientos años de historia y que está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional.

En total, unos 10.000 kilos de tomates son los que se han arrojado su paso por las calles, hortaliza que ha teñido de rojo el atuendo blanco y azul que lucen los turiasonenses durante sus fiestas patronales.

El recorrido del Cipotegato

El Cipotegato, que vestía el tradicional traje arlequinado verde, amarillo y rojo y la máscara del mismo color para proteger su identidad hasta culminar el recorrido, ha salido puntual, justo cuando las campanas marcaban el mediodía, de la Casa Consistorial. Antes había declarado que ser Cipotegato es "todo un orgullo y un gran honor".

Varios familiares y los amigos, junto con los Cipotegatos de otros años, han colaborado en hacerle un pasillo para que pudiera atravesar la marea blanca y azul que formaban miles de personas en la plaza de España y acometer así el recorrido por el casco histórico de la ciudad que el propio Luis Abril había pensado, atravesando lugares con significado personal y emocional para él.

Un recorrido que le ha llevado a pasar por el bar Charlot, donde ha dejado un ramo de flores en homenaje a su propietario, Fernando, recientemente fallecido; por el bar Amadeo, donde trabaja un amigo que no ha podido acompañarle en su recorrido, o por la calle San Juan, donde nació y se crio.

Siempre bajo una lluvia de tomates y al grito de 'Cipote, Cipote', el Cipotegato ha completado el trayecto y ha vuelto a entrar, pasados veinte minutos, en la plaza de España, en esta ocasión a hombros de su cuñado Javier, que lleva 33 años participando en el sorteo para encarnar a esta figura.

El Cipotegato, que llevaba bajo el traje una camiseta con una foto de su padre, ya fallecido, ha sido aupado a la estatua que lo representa frente al ayuntamiento y ha arengado a la fiesta, después de mostrar el pañuelo azul, que ha atado al monumento, con el nombre de Jorge, un chaval de 21 años de Tarazona que murió recientemente en un accidente de tráfico.

Ha sido su sobrino el encargado de volver a llevarlo a hombros al interior del ayuntamiento, donde ha pasado un reconocimiento médico antes de poder abrazarse, ya desenmascarado, con sus familiares y amigos.

"Es tal y como lo soñé, incluso mejor", ha dicho entonces a los medios de comunicación Luis Abril, quien ha mostrado su deseo de que sus vecinos hayan quedado contentos con su actuación: "Tarazona somos todos", ha dicho emocionado.

Abril se tatuó en un brazo la figura del Cipotegato cuando fue elegido. La tatuadora fue Raquel Azagra, la mujer que encarnó al personaje el año pasado.

El Cipotegato, desde el siglo XVIII

El Cipotegato tiene un origen religioso y ha estado presente en la historia de la ciudad al menos desde el siglo XVIII, según figura en un acta del archivo de la catedral. En este documento hablan del Pelexo del Gato, un personaje que acompañaba la procesión del 'Corpus Christie' persiguiendo a los niños para evitar que entorpecieran los actos litúrgicos.

Después de la Guerra Civil pasó a ser un "bufón" perseguido por los niños que le lanzaban los restos de verduras que quedaban del mercado al aire libre que se instalaba en la plaza del ayuntamiento.

En los años setenta llegó hasta tener algún cariz político, una forma de criticar al ayuntamiento, y de esos restos de verduras se ha pasado a la lluvia de tomates que recibe actualmente el Cipotegato. 

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