Keysi (nombre ficticio) tiene 27 años, es peruana y tiene tres hijos, uno de cinco años, otro de tres y otro de un año. Escapó de Perú en busca de "un futuro mejor" y, tras vivir en un albergue, en el aeropuerto y en la calle, consiguió formar su hogar en una casa de madera en la Cañada Real Galiana que hace dos semanas se quemó.
"Yo vine aquí a escapar, para tener un mejor futuro", explica Keysi en una entrevista con Europa Press, tras el incendio que les ha dejado a ella, a su pareja y a sus hijos en la calle.
La joven recuerda lo que le costó encontrar un techo estable bajo el que vivir con su familia cuando llegó a España, a finales de 2022. "No tenía residencia y me tuve que quedar en la calle y me fui al aeropuerto a dormir porque no tenía dónde estar, hasta que se nos acercó una persona, una compatriota, y de tanto hablar, me ofreció un sitio donde estar", cuenta.
La casa se encontraba ubicada en la Cañada Real Galiana y aunque la propietaria les dijo que les cobraría un alquiler, nunca más contactó con ellos para reclamárselo. La vivienda, de madera, no estaba acabada por dentro así que la pareja de Keysi fue quien se encargó de acomodarla. "Era la única opción que teníamos", reconoce.
Allí han vivido hasta una madrugada de hace dos semanas cuando Keysi, entre sueños, comenzó a escuchar "bulla" alrededor de su casa y un sonido en el techo "como si estuviera lloviendo". Lo siguiente que vio fue el fuego. "Levanté al papá de mis hijos y le dije ¿se está incendiando? Y cogió el bebé de la cuna, mi hermana fue a por mi hijo mayor y yo a por el otro", recuerda.
Solo consiguió salvar una "carterita colgada" con los DNI y los pasaportes. Todo lo demás se quemó, incluido un ordenador, los móviles, el cargador de una bicicleta eléctrica que habían comprado "con tanto esfuerzo" para que su pareja pudiera trabajar como repartidor y 4.000 euros en efectivo que habían ahorrado trabajando "mañana, tarde y noche" para poder pagar la fianza y el primer mes de un piso de alquiler y que habían guardado en una maleta bien escondida para evitar posibles robos. "Literalmente, nos quedamos sin nada", lamenta.
Al día siguiente por la mañana, Keysi explica que contactó con el presidente de la Fundación Madrina, Conrado Giménez, que justo una semana antes había ido a llevarles víveres y ventiladores. Keysi asegura que la llamó de inmediato y le ofreció una casa en Siruela (Badajoz) para iniciar allí una nueva vida.
En cualquier caso, la joven explica que en este momento no puede marcharse porque le ha costado mucho trabajo conseguir todo lo que tiene en Madrid, como un contrato indefinido o plaza en la guardería y escuela pública de sus hijos. Además, está haciendo un curso semipresencial para trabajar en logística. "Todo lo que me ha costado conseguir aquí en Madrid no lo puedo dejar de un momento a otro", precisa.
Actualmente, Keysi, su pareja y sus tres hijos viven en un albergue, y ella está trabajando de noche para poder juntar algo de dinero con el que alquilar un piso. "Estamos buscando piso, pero no hay forma", reconoce, y no descarta que se tengan que mudar junto a otra familia para compartir gastos. Según explica, si encuentran algo por unos 1.000 euros, podrían asumir el coste de 500 euros cada una.
Lo que Keysi tiene claro es que no quiere retroceder, ni volver a la Cañada Real, donde se quedaban sin luz "a cada rato" y donde el calor hacía que la casa fuera "como un horno", ni tampoco regresar a Perú porque asegura que tiene "metas por cumplir aquí" en España.
De este modo, insiste en que quiere conseguir una "estabilidad, también emocional" y "tranquilidad" para sus hijos, lejos de la "delincuencia" que, según afirma, hay donde ella creció.
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