El marido de Ana María Henao, la mujer desaparecida en Madrid, será juzgado por su secuestro aunque no haya aparecido el cadáver

Un Tribunal de Florida ha considerado que hay prueba suficientes para juzgar de secuestro a David Knezevich, marido de Ana María Knezevich Henao, la joven que desapareció en Madrid el pasado 2 de febrero. Según ha podido conocer 'el Periódico de España', David Knezevich saldrá de la cárcel estadounidense en la que se encuentra y se sentará en el banquillo de los acusados el próximo 21 de octubre.

De esta forma, el hombre se enfrentará al juicio en el que se le juzgará por el secuestro de la que fuese su mujer. Aunque no haya aparecido el cuerpo de Ana María Knezevich Henao, el Tribunal de Florida considera que hay pruebas suficientes para acusar Knezevich del secuestro de su mujer el pasado 2 de febrero.

La detención de David Knezevich

David Knezevich, de nacionalidad serbia, fue detenido el pasado 4 de mayo en el aeropuerto internacional de Miami (EEUU) por su presunta relación con el caso, gracias a la investigación llevada a cabo durante por la Policía Nacional, en colaboración con la Agregaduría de Interior de Belgrado, el FBI de Florida, y la Policía de Colombia.

Durante esas pesquisas, la investigación siempre se centró en el marido, del que Ana María se estaba separando. El proceso de divorció había comenzado meses antes y se había tornado en "muy duro y complicado", hasta el punto de "pedir ayuda médica por depresión", explicó entonces a el presidente de SOS Desaparecidos y portavoz de la familia, Joaquín Amills.

La llegada de Ana María a España

Para poner tierra de por medio, Ana María llegó en diciembre a Madrid, donde vive una amiga de la infancia, y se instaló en un piso cuyo alquiler caducaba en marzo. Por ello, el día antes de la desaparición ambas estuvieron mirando una nueva vivienda. La última comunicación fehaciente de la desaparecida fue el 2 de febrero a las 11.30 horas comunicando a su amiga que no le había gustado.

Su amiga le escribió ese mismo día, sin obtener respuesta, y el siguiente. Preocupada, le llamó por teléfono sin éxito. Era muy extraño que no le contestara porque el 5 de febrero viajaban juntas a Barcelona para asistir a un evento y Ana María "estaba muy ilusionada con ello". De hecho, llegó a ir en vano a la estación de Atocha ese por si acaso hubiera perdido el móvil.

La extraña desaparición

Así las cosas, a las 13.00 horas del 3 de febrero tanto esta amiga como otra que vive en Europa y que iba a visitar en breve a Ana María a su casa de Madrid recibieron un mensaje idéntico en WhatsApp --la primera en español y la segunda en inglés-- provenientes del móvil de la desaparecida en los que les dice que "había conocido una persona maravillosa y que se había ido con ella a una casa de campo situada a dos horas de Madrid, pero que allí hay mala señal, por lo que ya contactarán con ellas cuando regresara".

Nunca más desde entonces han recibido mensaje alguno de ella. Además, tanto las destinatarias como la familia de Ana María no creen que lo escribiera ella, ya que no es su forma de hablar ni de escribir. "Parece como si le hubieran pasado un corrector", apunta Amills.

Alarmadas, la amiga española acudió al domicilio de la desaparecida, situada en la calle Francisco Silvela, en el madrileño distrito de Salamanca. Al no responder nadie a la puerta, llamó a los servicios de emergencias. Tras contarles lo ocurrido, los Bomberos entraron al piso por una ventana y comprobaron que no había signos de violencia ni desorden, sino lo normal en estas estancias.

Un espray negro, clave para la detención del marido de Ana

Eso sí, una vecina afirmó que había visto luz en la vivienda la madrugada del sábado 3 de febrero. Y que en ese fin de semana intentaron taparon con un espray negro la cámara del teléfono de la entrada y la de seguridad junto al ascensor.

Ante todo ello, interpusieron una denuncia por su desaparición 'inquietante' en la comisaría de la Policía Nacional. Pidieron a la Policía que geolocalizasen el móvil de Ana María, que ahora dejó de dar señal, para comprobar dónde fue la última vez que se conectó el terminal. Y accedieron a su vivienda, como así hicieron, encontraron restos de ADN.

También solicitaron que comprobaran las cámaras de seguridad del edificio en el que vivía y los alrededores. Este trabajo dio sus frutos, y averiguaron que un hombre extranjero compró espray y cinta adhesiva en una tienda cercana a la casa de la desaparecida.

Y en su mismo edificio, pese a intentar cegarlas, las cámaras de seguridad captaron a las 21:27 horas de ese día los ojos de un hombre con gran altura con un casco puesto entrando ese día en el edificio y saliendo casi una hora después con una maleta de grandes dimensiones, donde podría ir el cuerpo de Ana María.

Los investigadores creen que esa persona es su marido, el ahora detenido, que habría viajado en coche desde su ciudad, Belgrado, hasta Madrid. De hecho, la misma noche del secuestro una cámara de seguridad de un peaje de la R-2 captó la matrícula de su coche alquilado saliendo de Madrid dirección Guadalajara. Por eso, ahora los agentes centran la búsqueda del cadáver en las inmediaciones de esa carretera radial.

El móvil del presunto crimen

Los agentes del FBI viajaron a Serbia para acreditar que, pese a que Knezevich aseguró que nunca había viajado a Madrid, alquiló a finales de enero un Peugeot 308, que fue devuelto el 15 de marzo una luna tintada y matrícula cambiada. Había recorrido más de 7.500 kilómetros.

Dentro de la investigación también se incluye el testimonio de una empleada de la empresa del detenido, quien le habrá instado a que se hiciera pasar por Ana María para abrir una cuenta en el banco, facilitándole sus datos. La mujer se negó y se puso en contacto con las autoridades.

Tras todo ello, las pesquisas determinan que el móvil del presunto crimen, aunque podría tener algún componente pasional, está directamente relacionado con la repartición de bienes derivado del secuestro.

Su matrimonio y negocios atesorarían una gran fortuna --unos 15 millones de euros-- y el marido quería una parte mayor del pastel, mientras que Ana María insistía en una división equitativa.

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