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La familia de Jay Slater permanece devastada tras conocer que la desaparición del joven británico de 19 años en Tenerife ha acabado con el desenlace más trágico de los posibles. Las autoridades españolas, confirmando lo que más temían, explicaba este martes que el cadáver hallado el lunes en una zona de Masca, en el municipio de Buenavista del Norte, pertenece al oriundo de Lancashire.
Según informaba el gabinete de comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC), el análisis de las huellas dactilares ha permitido confirmar que el joven hallado muerto es el de Jay Slater, desaparecido el pasado 17 de junio, y que su muerte se debió a un politraumatismo compatible con caída en zona rocosa.
Fueron los agentes de la Guardia Civil pertenecientes al Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) los que localizaron su cuerpo sin vida 29 días después de denunciarse su desaparición, siendo la principal hipótesis de lo ocurrido una “caída accidental”, si bien los resultados de la investigación oficial tardarán más tiempo en conocerse.
“Nuestros corazones están rotos”, ha declarado Debbie Duncan, madre de Jay Slater, tras conocer la información de las autoridades, sin poder “creer que esto le haya podido ocurrir” a su hijo.
En declaraciones recogidas por la BBC, la progenitora ha expresado la conmoción y desolación de la familia ante “la peor noticia” posible.
Según el citado medio, en el momento en que conoció que el cadáver hallado era el del joven Slater se encontraba con Mathew Searle, miembro de la organización benéfica LBT Global, que ayuda a las familias en caso de personas desaparecidas en el extranjero.
“Estamos trabajando con la familia para determinar los próximos pasos para llevar a Jay a casa, recuperar sus pertenencias y enterrarlo”, ha señalado, comunicando que les acompañarán en todo este proceso brindándoles apoyo y ayuda.
Según la información recibida, Searle señala que todo parece confirmar que el joven británico murió tras sufrir “heridas consistentes” tras una “caída accidental desde una altura considerable”, algo que debió suceder aquel 17 de junio en que se le vio por última vez.
El joven, que había pasado la noche anterior en una rave junto a sus amigos en la Playa de los Cristianos, se separó de ellos para marcharse con otras dos personas británicas. Con ellos, –sobre los que se habían vertido ciertas acusaciones durante todo este tiempo por su presunta implicación en la desaparición–, acudió a un alojamiento de alquiler en Masca.
Fue allí donde le vieron por última vez preguntando por la mañana a qué hora salía la próxima guagua para volver a Los Cristianos, donde se alojaba con sus amigos. Sin embargo, nunca regresaría.
La última señal de vida la dio con una videollamada a esos amigos, en la que contaba que estaba desorientado, que tenía mucha sed, que apenas le quedaba un 1% de batería en el móvil y que había perdido el autobús, pensando en regresar andando, pese a la larguísima distancia.
Tras ello, su móvil se apagó a alrededor de las 8:50 horas. La última ubicación que arrojaba su terminal era en el parque rural de Teno, rocoso y de compleja orografía. A las 9:00 se decretaría su desaparición y arrancaría una compleja búsqueda de las autoridades españolas.
Tras un anuncio de la Guardia Civil, la familia, así como numerosos medios británicos, denunciaron la paralización de la búsqueda, pero ahora la propia familia y todos saben que las autoridades españolas no dejaron de trabajar en la investigación, buscando en el proceso alejar a curiosos de la escena y el lugar de búsqueda.
Ahora, finalmente, se ha confirmado lo peor.
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