Su generación apenas habla ya de ETA. Casi la mitad de los jóvenes apenas conoce la historia de la banda terrorista. Ni siquiera del asesinato que conmovió a toda la sociedad española, el del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco. Pero ellos se criaron en familias devastadas por los crímenes de ETA, no les quedó más remedio que saber y ahora, muchos años después se han unido en una plataforma civil llamada Ego Non, que significa Yo no. Yo no olvido, yo no callo, yo no entierro la memoria. Cada uno tiene una historia que compartir con la sociedad. Y nos la cuentan con desgarro, con total sinceridad.
Son hermanos y nietos ambos del histórico dirigente socialista Fernando Múgica Herzog, asesinado por ETA el 6 de febrero de 1996 en San Sebastián. Tras muchos años en el punto de mira, con escolta y amenazado, dejó la política activa. Tres años después, cuando se dirigía a su despacho de abogados dos individuos lo mataron. Tras el crimen, su familia dejó el País Vasco. Como otros 200 mil exiliados vascos, como si toda la población de San Sebastián se hubiera marchado. "Soy vasca porque lo dice mi DNI". Durante muchos años, hasta cumplir 12, no supo nada de la historia de su abuelo hasta que un día se enteró de sopetón. "Me acuerdo perfectamente de cómo me enteré y fue sorprendiendo a mis padres delante de la tele y allí estaba prácticamente toda mi familia en uno de los juicios a los asesinos de mi abuelo". Entonces ella y su hermano empezaron a buscar información, a cuidar su recuerdo."Igual que otra persona tiene como plan familiar ir a cenar en Navidad, nosotros cada febrero nos reunimos en el cementerio". Son esos recuerdos familiares del horror que comparten las víctimas de ETA.
Bea también tiene el suyo. Uno de muchos. "Mi madre estaba embarazada de 3 meses cuando mataron a mi abuelo y el bautizo de mi hermana fue vestidos todos de luto". A ella le contaron desde muy niña todo lo ocurrido. Es la única familia en España con dos asesinados por ETA en atentados diferentes. A su abuelo, José Francisco Mateu, magistrado del Tribunal de Orden Público, lo acribillaron a balazos en Madrid. En la calle Claudio Coello. Ocho años después asesinaron a su tío Ignacio Mateu Istúriz en el cuartel de Intxaurrondo. Tiraron varias granadas y él tuvo que ir a comprobar si había daños. Le explotaron. El doble drama destrozó por completo a su familia.
Su abuelo era Tomás Caballero Pastor, portavoz del grupo municipal de Unión del Pueblo Navarro en el ayuntamiento de Pamplona. "En un pleno del ayuntamiento él se enfrentó dialécticamente con los concejales de Herri Batasuna y ya lo pusieron la diana". Dos pistoleros le dispararon tres tiros en la cabeza a diez metros de su casa. Era el 6 de mayo de 1998 y David tenía solo 6 años. "Casi no me di cuenta de qué ocurría". Cuando se hizo más mayor ya fue consciente. "Ver a mis padres cada vez que salía en el telediario una nueva imagen de un atentado... Ellos sufrían al recordarlo todo".
Es nieta de Jesús Ignacio Zuazola, comandante y jefe de los Miñones de Álava, asesinado por ETA el 10 de enero de 1980. Su abuelo llevaba esa mañana a dos de sus hijas al colegio cuando "unos terroristas se bajaron de un taxi y acribillaron el coche". "Vengo de una familia a la que han expulsado, que se ha tenido que ir porque había una banda terrorista que porque no pensaras como ellos, decidía quién vivía, quién moría y quién tenía que marcharse".
Todos han unido sus recuerdos y su intención de que la paz no borre la memoria. "Como ETA ha dejado de matar, ya está, vamos a meterlo todo debajo de una alfombra", se queja Paula. Todos sienten que las víctimas se han convertido en personajes molestos. "Ya bueno, sí. Matar está muy mal, pero. Si, pero... ¿Para qué vamos a hablar de algo incómodo cuando se vive tan bien en el País Vasco...?, ironiza Fernando Múgica mientras relata el tono que tanto hiere a las familias de las víctimas. Por todo esto se han unido a la plataforma cívica Ego Non, que significa "Yo no". Para luchar contra la indiferencia y el olvido. "No puede haber generaciones enteras que no sepan qué es ETA". "Creo que es responsabilidad de toda la sociedad española que lo ha vivido y que tiene recuerdo de ello, transmitírselo a sus hijos en sus casas", añade Claudia. Mientras, Bea se emociona. "Me niego a pensar que el sacrificio de mi abuelo y de mi tío fue completamente en vano. No puede ser, yo no me voy a callar. en mi nombre, seguro que no".
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