No hay investigador de la Guardia Civil que oiga el nombre de Eva Blanco y no se emocione. Este caso supuso un hito en España, un antes y un después en la investigación criminal basada en el ADN. Y nos explican por qué en el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil (SERCRIM). La joven, de 16 años, fue violada y asesinada cuando regresaba a casa. Ocurrió en 1997 y desde entonces, los agentes llevaban 19 años de investigación, sin tirar la toalla. Hicieron cientos de pruebas de ADN, investigaron a amigos, parientes, vecinos... Nada.
El rastro del asesino, su semen, comparado con todos ellos siempre daba negativo. Hasta que en 2015, uno de los agentes le comentó a Rubén Valero, capitán por aquel entonces de la Policía Judicial en Madrid, que había visto un reportaje en televisión sobre los avances en ADN. Las técnicas habían cambiado mucho desde 1997 cuando ellos analizaron las pruebas y el capitán Valero dijo... "¿por qué no?". Y se pusieron en marcha. Consultaron con los expertos del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, que les confirmaron que había una prueba capaz de apuntar el origen y las características físicas con sólo una muestra de ADN. Ellos hicieron un primer análisis y luego lo certificaron en la Universidad de Santiago. El resultado fue una bomba.
No había duda: el agresor era norteafricano. Eso reducía considerablemente el listado de sospechosos a investigar. Analizaron el censo de la zona en aquella época, guardado por los investigadores, y había unos 300 personas. Uno a uno contactaron con ellos y les pidieron pruebas voluntarias de ADN. Entre ellos estaba el hermano del asesino de Eva. Su cromosoma Y delató la consanguineidad y los agentes pronto apuntaron al culpable.
Un hermano que había vivido en esa zona y un año después había emigrado a Francia. La unidad de traslado allí, lo detuvieron y lo trajeron a España. Aquí trató de zafarse con el argumento de que dos hombres le habían obligado a eyacular en el cuerpo de Eva, pero el juez no lo creyó y lo envió a prisión. Allí se suicidó con los cordones de sus zapatos. La rocambolesca historia acabó con una indemnización de 90.000 euros del Estado español a su familia por no evitar su suicidio en la cárcel.
Fue la primera vez que se utilizaban estas técnicas de análisis genético a la investigación criminal. Por un lado, el estudio de la procedencia geográfica, que en España ha de contar con autorización judicial, y por otro el análisis del cromosoma Y para encontrar al familiar de un delincuente. Un ejemplo muy parecido es la resolución de otro caso más reciente, el asesinato de Elisa Abruñedo, en Lavandeira.
Diez años han rastreado los agentes al agresor. Las pruebas de ADN mostraban cada vez mayor parecido familiar así que los agentes consultaban hasta las fichas de bautismo de los niños en las parroquias hasta que dieron con el presunto asesino de Elisa. "Para nosotros fue un éxito", explica el teniente Gonzálo Durán, Jefe del Área Genética del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil (SERCRIM). Pero el mayor éxito, añade, es dar tranquilidad a familias que han sufrido tanto, permitirles que cierren el duelo.
Precisamente el Ayuntamiento de Algete, en Madrid, ha querido hoy rendir un homenaje a Eva Blanco y a su familia con la inauguración de un monolito en su recuerdo en el parque que lleva su nombre. En él se ve un grabado de Eva, sonriendo y una frase: "Tu pueblo te despidió, pero te recordaremos en vida".
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