En la era de la hiperconectividad, el uso masivo y continuo de los dispositivos móviles y la hiperexposición en las redes sociales, --que también han quedado sacudidas por ese terremoto llamado inteligencia artificial--, las voces de los expertos que insisten en la necesidad de hacer un uso responsable y precavido de todos estos servicios en línea no dejan de alzarse. Máxime cuando uno de cada cuatro menores tiene un móvil a los 10 años, según el INE, y cuando, de media, la imagen un menor es compartida en Internet 1.300 veces antes de que cumpla los 13, según un reciente estudio de ‘Cheerz’.
Con los delitos asociados a la ciberdelincuencia incrementándose año a año, las estadísticas prueban a todos los niveles la necesidad de cuidar la seguridad también en Internet, donde nuestras ‘huellas digitales’ a menudo se extienden y prolongan aportando datos e información más allá de la que a veces podamos pensar.
En los últimos tiempos, el debate sobre el uso de los móviles en los menores, especialmente en espacios educativos como colegios e institutos, no han dejado de sucederse, llegando a la política en materia de Educación y alcanzando también un lugar prominente en la Unión Europea, donde se abordan fórmulas para regular la utilización de las redes sociales con el objetivo de prevenir casos de abusos de menores, pedofilia y otros delitos que además se están viendo acentuados con la definitiva explosión de la inteligencia artificial y la generación de imágenes a través de ella.
Mientras todo es cada vez más frenético, la previsión es que el exponencial uso de las redes sociales siga creciendo ‘hasta alcanzar los 43 millones de usuarios activos en España y superar los 5.400 millones en todo el planeta en 2025’, según datos de Statista.
En ellas, una de las prácticas más habituales es la de compartir imágenes, una actividad que solo en la ‘app’ de Instagram deja unas 95 millones de instantáneas al día en todo el mundo; un dato que se eleva a 300 millones si de lo que hablamos es de Facebook, compañía insignia de Mark Zuckerberg.
Así lo desgrana un estudio de Cheerz, empresa de impresión fotográfica desde el móvil líder en Europa, titulado ‘Uso de la fotografía entre los españoles’, donde apuntan precisamente hacia un “punto de controversia en lo que a la proyección de imágenes se refiere”: aquel que tiene que ver con los menores.
En el foco de una de las múltiples polémicas en ese ámbito encontramos el denominado ‘sharenting’, anglicismo derivado de palabras share (compartir) y parenting (paternidad), que elude básicamente en esa creciente afición de algunos padres por compartir también fotos de sus hijos menores en la red “sin, --obviamente--, un consentimiento expreso”.
Esta práctica, cada vez más cuestionada pese a que en muchas ocasiones se limita simplemente a compartir fotografías familiares dentro de la rutina cotidiana, ya está de hecho siendo mirada con lupa por distintos países, algunos de los cuales, según refiere Cheerz, estudian incluso “prohibirlo para proteger el derecho a la propia imagen de los menores de edad”.
“De media, la imagen de un niño ha sido compartida en Internet 1.300 veces antes de que cumpla los 13 años”, subraya el estudio, incidiendo en que “esto es antes de que pueda crear legalmente su propio perfil en Facebook o Instagram”.
Pese a ello, la mayoría de los españoles no cree en que se deban llegar a extremos respecto al ‘sharenting’: “Solo el 35% cree que es algo que no debería estar permitido”, con “uno de cada cuatro encuestados” declarando que “les encanta compartir fotos de sus hijos en redes sociales”, un dato que aumenta al “30% entre las madres de entre 31 y 45 años”, según el estudio.
Los datos, además, no se quedan ahí. Según Cheerz “más del 80% de los bebés ya están presentes en las redes sociales e Internet antes de cumplir 6 meses de vida”, pese a los riesgos de los que alertan muchos expertos.
“Los más leves serían la huella digital que se genera al menor; los riesgos psicológicos que puede sufrir cuando crezca y los efectos legales de exponer su intimidad sin consentimiento; por otro lado, los más graves serían acceso de redes de pedofilia a esas fotos, grooming o el ciberbullying”, recuerdan en el estudio.
Ante esta situación, alertan de algo clave que no se debe olvidar en ningún momento durante el uso que hacemos en las redes sociales: que el control de las fotografías se pierde “desde el momento en que se publican”.
Así lo subraya el estudio, que incide además en que “muchos progenitores desconocen que las imágenes que se suben se pueden comprar por otras empresas y ser utilizadas sin permiso”, algo que, unido a la explosión de la inteligencia artificial (IA), no deja de ahondar en los riesgos y posibles consecuencias asociadas.
Sobre ello, los expertos destacan que “se inculca la idea errónea de que publicar fotos y datos en redes sociales es inofensivo o que no requiere del consentimiento de la persona que aparece en la imagen, al tomar a los adultos como modelo”, algo ante lo que Cheerz alerta.
“Para nosotros es fundamental fomentar el uso consciente de la fotografía. Es algo en lo que como compañía creemos firmemente desde distintos ángulos: tanto desde el punto de vista de cuidar el contenido que se fotografía y el uso que se va a dar a esa foto, como el hecho de no acumular fotos innecesarias en el móvil. Si bien cada vez hay más avances en torno a la protección de datos de los menores, como sociedad debemos dar un paso más y tomar conciencia del impacto que supone hacer un sinfín de fotos a los niños, así como compartirlas en las redes porque, aunque un 36% asegura que sólo comparte imágenes de sus hijos en perfiles privados, la realidad es que la huella digital -y medioambiental- que esa acción deja es prácticamente imborrable”, según comenta Qui Marín, directora del Sur de Europa de Cheerz.
Precisamente, a propósito de esa ‘huella medioambiental’ que también deja nuestro consumo y uso de las redes sociales, el estudio apunta que “el almacenaje de fotografías en la nube, compartirlas en RRSS, enviarlas, etc., consume mucha energía que emite toneladas de CO2 a la atmósfera”.
En ese sentido, desde la compañía apuntan que “tener guardadas mil fotos en el teléfono consume el equivalente a cargar 8 móviles”, lo que en España se correspondería “al consumo de 240 millones de móviles cargando”.
Según el estudio, “una de cada tres fotos que los españoles conservan en su móvil no tienen ninguna relevancia para ellos” y, más allá, “el 63% manifiestan acumular fotografías en sus dispositivos, con apenas costumbre de eliminar periódicamente aquellas que no son relevantes”.
“Solo el 37% tiene por costumbre eliminar todas aquellas que no tienen ningún valor”, apunta Cheerz, destacando que también de ello debemos sacar conclusiones.
“Según nuestro estudio, el 46% de los españoles o no imprime nunca fotos o sólo lo hace en ocasiones muy especiales y acontecimientos. Sería mucho más responsable, social y medioambientalmente, unas prácticas de higiene digital activas, en las que elimináramos todo aquello que realmente no necesitamos e imprimiéramos aquellas imágenes que queremos conservar como recuerdo. Asimismo, evitaríamos la sobrexposición de los menores de edad en las redes sociales y su huella digital antes de incluso alcanzar la mayoría de edad”, señala Qui Marín.
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