Los peatones son los usuarios más vulnerables de las vías. 126 personas fallecieron el año pasado tras ser arrolladas por un vehículo. La cifra de muertos ha subido un 11% con respecto al año anterior.
Según datos ofrecidos por la DGT, cuando se dan más atropellos son en los meses de octubre, noviembre y diciembre. Además, también se conoce que los sábados son el día de la semana que más fallecidos se producen por atropellos. En concreto, es durante la caída del sol y por la noche cuando se producen estos siniestros.
Es importante destacar que el 88% de los fallecidos en carreteras convencionales y en autovías no llevaban puesto ningún elemento reflectante.
Sobre las causas, según los informes policiales en el 31% de los atropellos la culpa es del peatón que irrumpe de repente en la vía, seguido de las distracciones del conductor que conforman un 29% de los accidentes.
Otras de las causas por las que los peatones pueden perder la vida en la carretera es cuando los conductores no respetan la prioridad, cuando conducen bajo el consumo de alcohol y drogas y, por último, cuando se superan los límites de velocidad.
No obstante, los datos cambian respecto a los municipios y ciudades. En los pueblos o pequeñas localidades estos atropellos mortales ocurren durante el día.
Aunque en la mayoría de los atropellos no ha cometido el peatón la infracción desencadenante, en todos ellos ha resultado herido de mayor o menor gravedad. El grado de vulnerabilidad depende en gran medida, sin embargo, de la edad de la persona, de su condición física y de sus pautas y hábitos de comportamiento a la hora de desplazarse por la calle.
Así, en el caso de los niños, su baja estatura y sus reacciones a veces imprevisibles -sobre todo cuando se desplazan en grupo- influyen de forma decisiva en su riesgo de accidente, ya que pueden no ser vistos o incluso sorprender a los conductores de los vehículos. Su visión y nivel de audición tampoco están desarrollados completamente, por lo que su percepción del espacio público y de los vehículos a motor que circulan es distinta a la de los adultos.
En el de las personas de edad avanzada, cuyo número aumenta cada año en Europa a causa del envejecimiento de la población, sus movimientos más lentos, sus limitaciones visuales y auditivas y sus reacciones igualmente poco previsibles -en especial, en las personas de más edad que no suelen observar algunas normas de movilidad y, como consecuencia, ser más imprudentes- multiplica también su riesgo frente a los vehículos a motor.
De este modo, las personas mayores deben ser conscientes de que sus reflejos y sus condiciones físicas no son las de antes, por lo que deben actuar de acuerdo a ello y sin correr riesgos innecesarios.
Las personas con movilidad reducida son el tercer grupo de población más vulnerable dentro del colectivo de los peatones, ya que se ven afectados por su baja altura cuando se desplazan en silla de ruedas y por sus movimientos más lentos. Numerosas personas con movilidad reducida son, además, personas mayores, lo que las convierte en un subgrupo con un grado de vulnerabilidad todavía mayor.