El conflicto que estalló este sábado tras la incursión de Hamás en el sur de Israel, y que provocó que el primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, declarase casi de forma inmediata el estado de guerra, deja por el momento casi un millar de fallecidos confirmados y más de 4.200 heridos.
Si bien la periodista argentina Michelle Wigdorowitz, que vive en Tel Aviv, reconocía cómo había pasado "de la felicidad plena a la angustia más profunda en menos de 15 horas", Kayed Hammad, residente en Gaza, señala que constantemente, en mitad de los bombardeos, se escuchan sirenas de ambulancias y de bomberos.
Hammad apunta que los ciudadanos se encuentran encerrados en sus casas y sin poder salir a las calles y, de una manera resignada, añade que "como uno no tiene otra alternativa, se sienta y espera su destino". "Pase lo que pase, no sé a dónde ir", añade.
Explica que, antes de llevar a cabo los ataques aéreos, los israelíes "a veces llaman y otras mandan mensajes", instantes antes de "lanzar un misil que, entre paréntesis, califican de aviso". No obstante, manifiesta que se trata de un proyectil pequeño "que puede matar a 20 personas".
Desde ese momento, en el que suena la alerta, cuentan con cinco minutos para evacuar las viviendas. Un tiempo sobre el que Kayed se pregunta "cómo van a bajar con el miedo que tienen, con los niños y con una suegra anciana" que en su caso, indica, tiene imposibilidad de moverse por sí sola.
Además, Hammad, en una entrevista concedida a Cuatro al Día Fin de Semana, reitera que "hemos llegado a una situación en la que ya no tengo prisa ni tengo miedo" y agrega que "no estoy preocupado porque no vale para nada".
Por último, concluye recordando el desagradable momento en el que ayer tragaron restos de pólvora que el viento hizo llegar después de unos disparos cercanos que hubo cerca del domicilio familiar, en la mencionada ciudad palestina.