Julián Ovejero, detenido en 2021 por matar de 65 puñaladas a un hombre con el que se había citado a través de una aplicación, ha admitido en el juicio que la víctima no pudo defenderse del ataque "repentino" al que le sorprendió por la espalda, una confesión con la que logra que se le reduzca la pena de 25 años a 20 años de cárcel.
La Audiencia Provincial de Madrid ha celebrado esta mañana la segunda sesión de la vista por el crimen ocurrido el 24 de febrero de 2018 en un piso de Carabanchel. El asesino, con 23 años en el momento del crimen, conoció a su víctima en una aplicación para mantener encuentros sexuales.
Para conseguir menos años de cárcel, el procesado ha reconocido en su declaración la acusación del representante del Ministerio Público y se ha retractado de lo manifestado en marzo de 2022 durante la instrucción cuando aseguró que cometió el crimen "hasta arriba de sustancias" estupefacientes.
Ahora, sostiene que no consumió drogas y que sólo la víctima tomó sustancias por su manera de "proceder y hablar". "No sabría cómo explicar lo que sucedió", ha señalado a preguntas del fiscal, a quien ha detallado que la agresión con un cuchillo de cocina comenzó en la habitación y se trasladó hasta la entrada del domicilio.
"Fue por la espalda y todo muy rápido, en uno o dos minutos. No tuvo tiempo de defensa. Fue todo repentino", ha explicado tranquilo al tribunal. Tras ello, huyó a su país y fue detenido tres años después.
Su declaración lleva a calificar los hechos como un delito de asesinato y no como un delito homicidio como solicitó ayer la abogada del procesado, quien indicó que pediría al tribunal que apreciara en la pena las atenuantes de drogadicción, alteración mental y arrebato.
Las partes han llegado a un acuerdo para la reducción de la condena a imponer. Por este motivo, la Sala ha renunciado a parte de la prueba prevista y el juicio concluirá mañana.
En sus conclusiones, el fiscal ha modificado su calificación de los hechos y ha retirado el delito de hurto que solicitaba. Además, ha señalado que pedirá que se le condene a 20 años frente a los 25 años de prisión que solicitaba, a lo que se ha adherido el abogado de la familia, el letrado Julen Martínez.
Al concluir la vista, el abogado ha manifestado que la familia buscaba que saliera la verdad y "hoy ha salido" ante el reconocimiento completo de los hechos. Por ello, se han adherido a la petición del fiscal de rebajar en cinco años de cárcel la solicitud de pena.
En el juicio, la inspectora de la Policía Nacional que dirigió la investigación ha detallado las pesquisas llevadas a cabo para identificar al acusado como el volcado de los datos del móvil de la víctima. La Policía fichó al investigado por las grabaciones captadas por la cámara de vigilancia instalada en las escaleras del porta de la víctima.
En la vista, la Sala ha proyectado al jurado popular las fotografías que tomó la Policía Científica al llegar al domicilio y que muestran cómo el finado estaba desnudo sobre un charco de sangre en el salón de la vivienda. El acusado no ha mirado en ningún momento las imágenes que mostraban a su víctima.
El fiscal y la acusación particular califican el crimen de asesinato y solicitan 25 años de cárcel, pena que será previsiblemente rebajada en los informes finales. La familia solicita que se someta al agresor a tratamientos específicos de formación contra la violencia y médicos.
En la declaración ante el juez, a la que tuvo acceso Europa Press, el asesino mantenía que quedaron el 23 de febrero de 2018 a través de una app y que la víctima vivía cerca suyo, compartiendo los gustos sadomasoquistas en las relaciones sexuales. En un momento determinado, se produjo "una pelea encarnizada" a raíz de que le hiciera una brecha en el cuello en el marco de los juegos violentos que practicaban.
"Yo estaba lleno de sustancias y muy ido", apuntó el acusado, indicando seguidamente que se le fue de las manos. "Fueron dos minutos de locura y no recuerdo más porque estaba hasta arriba de sustancias", manifestó ante el instructor, a quien indicó que le apuñaló pero no de gravedad.
La víctima cayó de espaldas, él entró en pánico y se fue del piso sin saber que había fallecido. "No supe reaccionar. No sabía qué hacer. Lo veía todo nublado", agregó. El asesino mostró su arrepentimiento ante el magistrado y aseguró que era culpa de las sustancias que consumía desde los 15 años. "Yo soy católico, apostólico y romano", dijo entonces.
En su escrito de acusación, el fiscal afirma que la víctima no se pudo defender, ya que su agresor le atacó "de forma súbita y sorpresiva, clavándole de forma repetida y consecutiva un arma de doble filo con hoja de aproximadamente 1,5 cm de anchura". Le asestó hasta 65 puñaladas por diferentes partes del cuerpo, sobre todo cuello y abdomen.
Por estos hechos, solicita que se le condene a 25 años de cárcel por un delito de asesinato, sin contemplar ningún tipo de atenuantes, y por un delito de hurto, así como que indemnice con 24.000 euros a la hermana del fallecido.
La hermana, a través de su abogado, señala en su escrito de acusación que la autopsia dictaminó que la víctima "no contaba con ninguna herida de defensa significativa". Agrega que "presentaba un 1,70 g/L de alcohol etílico en sangre horas después de su muerte, encontrándose en lo que se conoce como "fase de confusión", explicándose de esta manera la vulnerabilidad del mismo ante los hechos acaecido".
Fue el 25 de febrero de 2018 cuando un amigo de la víctima alertó a la Policía de que le había encontrado muerto, desnudo y con varias puñaladas en su casa, situada en la calle Alejandro Sánchez de Madrid. Debido al grado de preocupación del amigo, había contratado a un cerrajero para entrar en su casa, ya que llevaba dos días sin responderle y se tenía lo peor, como así ocurrió.
La víctima, Najuzaith Z. D., puertorriqueño de 35 años, tenía más de 40 puñaladas por todo el cuerpo, una de ellas mortal en el cuello. Tras el crimen, el agresor huyó a Argentina. El Grupo V de Homicidios de la Policía Nacional comenzó una investigación por las redes sociales del fallecido y comprobó que había quedado con una persona, que al día siguiente había tomado un avión destino Perú, por lo que se convirtió en el principal sospechoso. Asimismo, encontraron imágenes en cámaras cercanas a la escena del crimen donde se le ve y hallaron numerosos restos de ADN en la casa del difunto, ya que sospechaban que habían mantenido relaciones sexuales con el asesino.
Dichas muestras las cotejaron con otros halladas en la casa del sospechoso, dan resultado coincidente. En ese momento, alertaron a las autoridades internacionales y a Interpol de su búsqueda, informando de lo ocurrido a Fiscalía. Así, gracias también a las redes sociales del presunto homicida y de sus familiares lo localizaron en un bar de un pequeño pueblo argentino, La Bombilla, en San Miguel de Tucúman, su localidad natal, donde ha sido arrestado. Se trataba de Julián Ovejero. No había variado casi en nada su aspecto físico, que era similar al de su ficha policial. Los agentes creen que se escondió en varios países y varias casas.