Hoy han empezado las clases de primaria y secundaria en Madrid y Cataluña. Mañana los hacen en la mayoría de comunidades autónomas. Son más de ocho millones de niños que vuelven al cole esta semana. El comienzo del curso forma parte de la rutina de septiembre pero siempre genera alguna duda. Por ejemplo, ¿cuál es la edad ideal para que los niños vayan solos a clase?
Mercedes, que tiene un nieto de 11 años, cuenta a las puertas del centro escolar que Lluc ya podría ir solo si no tuviera que cruzar una carretera nacional. Muriel, que tiene dos hijos cree que sobre los nueve ó 10 años ya pueden ir solos porque así “van cogiendo responsabilidades”, aunque ellos viven en un pueblo pequeño, puntualiza.
Ainhoa Uribe, psicóloga infantil, aclara que “en general, en primaria no deben ir solos al cole. No antes de los 12 años, coincidiendo con el comienzo de la educación secundaria. Es una cuestión cultural. Tal vez en los años 80 iban solos con 10 años pero ahora los ritmos de vida son otros”. Muchos niños cambian de centro escolar cuando comienza la ESO. “Es bueno aprovechar ese momento, sobre todo si deben coger el transporte público”, añade Ainhoa Uribe, coordinadora del centro de psicología Aitta.
Abel Domínguez Llort, psicólogo infanto-juvenil y director de Domínguez Psicólogos, cree, en cambio, que la edad depende muchos de factores como "el grado de autonomía del niño o niña, de cómo se orientan o el uso del transporte público. Hay que hacer balance entre las capacidades de sus hijos y las exigencias del entorno”.
“Algunos niños piden a sus padres ir solos y eso es un buen indicador de que se están haciendo autónomos. Otros son más miedosos y no quieren hacerlo pero los padres deberían animarles a que lo hicieran”, señala Uribe.
“Es recomendable que los padres hagan antes el trayecto con los hijos, que les expliquen por qué calles ir y por cuales no, por donde cruzar o como moverse en transporte público”, afirma Uribe.
En la misma línea se posiciona Domínguez que además recomienda que “esos apoyos de acompañamiento vayan desapareciendo poco a poco. Si van a usar el autobús podemos quedar con ellos a mitad de camino, darles un móvil para que nos puedan llamar si lo necesitan o incluso hacer un acompañamiento telefónico durante el trayecto”.
Los dispositivos con localización GPS son “un arma de doble filo. Dan mucha seguridad a los padres pero solo debe usarse cuando hay una situación de riesgo”, incide Uribe. “Es decir, si deberían habernos avisado al llegar y no lo ha hecho o dudo que pueda estar bien por alguna razón”.
Los padres no se deben acostumbrar a monitorizar constantemente a los hijos, señala la psicóloga. “Hay que confiar en ellos. Su autonomía solo va a crecer si confiamos en ellos”.
Domínguez no ve problemas con estos dispositivos GPS en sí pero si se plantea "el dilema ético o moral de tener localizados a nuestros hijos todo el tiempo. Los padres deben preguntarse si la necesidad de que los niños estén localizados todo el rato es más de los niños o de los padres. Tal vez un móvil que solo sirve para hacer llamadas nos soluciona mejor la papeleta y no nos mete en otros líos derivados del abuso de las nuevas tecnologías”.
Más allá de lo recomendado por expertos en psicología infantil hay que destacar las ventajas físicas de ir al colegio andando o en bicicleta. Según datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), los menores que así lo hacen tienen niveles diarios más altos de actividad física, así como una mejor condición cardiovascular.
"Caminar al colegio aumenta en un 23% y en un 36% los niveles de actividad física diaria de mayor intensidad en niños y adolescentes respectivamente. Además, aumenta el tono muscular y contribuye a mejorar la estabilidad de la marcha de los niños, y se asocia con una mejora de su composición corporal, aptitud física y cardiorrespiratoria", insisten los pediatras.
La OMS señala que lo menores deben hacer al día al menos una hora de actividad de moderada a intensa. La AEP indica que la realización de actividad física de camino al colegio ayuda a reducir la prevalencia de obesidad en niños, y otros problemas de salud como pueden ser la hipertensión arterial y la resistencia insulínica.
Asimismo, la actividad física les activa de forma que cuando empiezan las clases están más preparados para recibir conocimientos y poderlos transmitirlos y los que van en coche están adormilados.