Cuando alguien se sienta en una silla o en un sofá, uno de los movimientos instintivos que hace es cruzar las piernas para lograr una posición que le permita estar más cómodo. Es más, la mayoría tiende a cruzar siempre la misma pierna, ya sea a la altura de la rodilla o posando la zona cercana al tobillo –esta última es más propia de los hombres por su fisonomía–.
Pues bien, a pesar de resultar muy común –sobre todo en los momentos en que estamos más relajados o en los que no nos encontramos realizando alguna actividad laboral–, por regla general es una postura que provoca más efectos negativos que positivos a nuestro organismo. “Al cruzar las piernas, nuestro cuerpo sufre.
Con este gesto se provoca un desequilibrio corporal, porque se ejerce más peso sobre uno de los lados de nuestro cuerpo. Es decir, si por ejemplo cruzamos la pierna derecha sobre la izquierda, apoyamos más peso hacia la cadera izquierda. Esta se encontrará más baja y la cadera derecha más elevada. Además, habrá una compensación de la columna vertebral (que notaremos más en las lumbares, pero que también está presente en la zona dorsal y cervical) para que nuestro cuerpo continúe alineado”, explican en la compañía especializada en fisioterapia Fisioclinics.
Así pues, optar por esta manera de sentarnos no es la mejor idea si queremos mantener una buena higiene postural que no perjudique a nuestra salud. Y es que, las consecuencias más negativas de cruzar las piernas cuando estamos sentados son las siguientes:
A pesar de que para muchos esta posición es un “atentado” contra la higiene postural, hay ocasiones en las que no resulta perjudicial e incluso puede suponer un descanso para la persona. Esto sucede cuando se tiene una pierna más alta que la otra, cuando se quieren relajar los músculos oblicuos o cuando es necesaria una mayor estabilidad en la zona sacroilíaca.