Se acabaron las lluvias. Ahora sí. Hemos llegado hasta bien entrado junio sin apenas calor, o mucho menos del habitual para estas fechas. Y eso se lo debemos a las borrascas que nos han acompañado, una tras otra, este último mes. La lluvia llegó, por fin, a mediados de mayo: lluvia tardía, pero prolongada. Y la de esta semana ha sido la última.
Ahora llega el verano y con él, el tiempo seco y soleado. ¿Cómo están los embalses? ¿Han servido todas estas lluvias para que aumenten sus niveles de forma importante? ¿Se ha revertido algo la situación de sequía? ¿Cómo llegaremos al otoño, si ya no se prevé que llueva más hasta entonces?
Empezamos por los embalses. Después de un mes seguido lloviendo, puede que muchos piensen que los embalses se habrán recuperado. Pero la realidad es tozuda, y cuando se trata de sequía, todavía más. El nivel de agua embalsada ha seguido descendiendo, semana tras semana, a pesar de las lluvias.
Sólo las últimas, las que cayeron la semana pasada, han tenido algún efecto en la reserva hídrica. Y ha sido mínimo. Estaba al 47,5 de su capacidad total y ha pasado al 47,6. Es decir, gracias a esa borrasca Óscar tan atípica que hemos tenido en junio, los embalses han recuperado el 0,1% de su capacidad total. Es la primera vez que han subido en tres meses, desde mediados de marzo.
¿Por qué ocurre esto?
Para empezar, porque la mayoría de las precipitaciones que cayeron en mayo fueron en forma de tormentas y chaparrones aislados, en zonas muy concretas, pero no de forma suave, constante ni generalizada, como sí ha ocurrido en cambio con esta última borrasca.
Hubo zonas donde no cayó ni una gota y otras donde se acumularon más de 100 litros por metro cuadrado, como señalaba en NIUS Víctor González, meteorólogo de Meteored. “A medida que te vas yendo a los cauces principales para llegar a los embalses, se va viendo que no hay mucha diferencia de caudal, que no hay grandes crecidas, porque la mayor parte de su cuenca no ha recibido precipitación”.
Esas primeras lluvias que cayeron en mayo, tras una sequía que se prolonga ya dos años y medio, no llegaron siquiera a los ríos. Y por tanto, tampoco a los embalses. Cuando el suelo está tan seco, las primeras lluvias apenas sirven para humedecerlo. Y ni siquiera todas.
Esas primeras lluvias en forma de tormenta o chaparrones aislados ni siquiera sirvieron para eso. Lo explicaba en NIUS el investigador de la 'Fundación para la Investigación del Clima' Dominic Royé. Cuando el terreno está tan seco como lo estaba en mayo, “cualquier gota que caiga ya no entra en el suelo, porque no puede infiltrarse. Una vez que se seca el terreno, quedan poros de aire y no dejan entrar bien al agua. Cuando llueve se infiltra peor, penetra peor, es más difícil que se empape el suelo”.
Para que el suelo se humedezca bien, “tiene que llover muy regularmente”, advertía el experto a finales de abril. Se necesita “lluvia abundante, eficiente y eficaz, reponedora de la humedad del suelo”, añadía el meteorólogo de Meteored Francisco Martín. Porque “los chaparrones fuertes, las tormentas… ni llenan embalses, ni humedecen el suelo”.
Y esas lluvias regulares, abundantes y eficaces no han llegado hasta junio. Las trajo Óscar por fin. Entonces sí, humedecieron el terreno, y eso es importante. Pero de ahí a que el agua llene embalses va un trecho. “Si el suelo está muy seco, como está ahora mismo, las primeras lluvias sirven para humedecer ese suelo. No sobra agua que vaya a parar a los ríos”, explicaba Víctor González hace unos días.
La sequía crónica que padecemos desde hace más de dos años, por tanto, sigue ahí. A pesar de estas últimas lluvias. Es algo de lo que vienen advirtiendo todos los expertos desde hace tiempo. “Una sequía viene despacio, pero también se va despacio. No empieza ni termina de un día para otro. Y cuando llueve, para que se noten los efectos en el suelo, en los embalses, han de pasar meses”, explica Royé.
“Aunque vengan lluvias, no se va a acabar la sequía. Aunque llueva un poco más, no compensa el déficit que acumulamos", advertía el investigador en abril. Y vinieron lluvias. Pero, para paliar la sequía, debería llover de forma abundante y regular varios meses seguidos, explicaba Royé. Y eso, calendario en mano, ya era inviable. Ha llovido un mes, pero estamos ya a mediados de junio, a las puertas del verano. Y lo que tenemos por delante son tres meses secos.
Ahora mismo, los embalses españoles acumulan 26.648 hectómetros cúbicos de agua. Eso, se lo decíamos al comienzo, es menos de la mitad de su capacidad (un 47,6%). Y con esa reserva hídrica es con la que llegamos al verano. ¿Qué va a pasar ahora?
Que la situación sólo va a ir a peor. Porque lo que viene por delante es una caída inexorable de la reserva hídrica. Durante el verano, no llega agua a los embalses, sólo sale. De mayo a septiembre, en general, se suelen perder en torno a 9.000 hectómetros cúbicos en toda España. “Es la época en la que hay que regar y en el que se produce el consumo urbano turístico fundamentalmente. El agua embalsada pierde 9.000 hectómetros cúbicos”, explicaba en NIUS el climatólogo de la Universidad de Alicante Jorge Olcina.
Actualmente, tenemos esos 26.648 hectómetros cúbicos de agua embalsada. El 100% de la capacidad de agua embalsada en España está en 56.000 hm3. Si en estos meses, se suelen perder 9.000, es previsible que lleguemos a octubre con unos 17.000 hectómetros cúbicos, que es un 31% de la capacidad total de los embalses.
Es decir, todo apunta a que cerraremos el año hidrológico, el próximo 30 de septiembre, con los embalses en torno a un tercio de su capacidad, igual que lo hicimos el año pasado, que se cerró como uno de los tres años más secos desde que hay registros.
“Si la situación de falta de lluvia sigue durante todo el verano, con la pérdida prevista de esos 9.000 hectómetros cúbicos de aquí a septiembre, se va a ver comprometido el abastecimiento urbano de poblaciones de Andalucía y Cataluña, con cortes de agua en el grifo en núcleos de población pequeños o medianos, y no sólo para usos complementarios de jardines y piscinas”, apuntaba Olcina. Y cuando decía esto, a primeros de mayo, la reserva hídrica española estaba algo mejor que ahora, más de un punto por encima de la actual, al 48,9% de su capacidad.
El panorama que tenemos por delante, por tanto, es el de sequía y más sequía, de momento. Las lluvias de este último mes han ayudado a humedecer el suelo, en muchas zonas, pero no han llenado embalses ni mucho menos.
El déficit de lluvias que registra este año hidrológico, que comenzó el 1 de octubre de 2022, es del 20%. Desde ese día hasta este 6 de junio, según los últimos datos proporcionados por la AEMET, ha llovido un 20% menos de lo normal en dicho periodo. El año hidrológico pasado, que fue excepcionalmente seco, se cerró con un 26% menos de lluvias de lo habitual. Los climatólogos advertían, entonces: "Viene un clima muy diferente al que conocemos".