Una de las aficiones favoritas de quienes van de vacaciones a una zona costera es hacer buceo para disfrutar de la fauna y la flora marina. Lo más habitual es hacer snorkeling, es decir, utilizar unas gafas de buceo con un tubo que permite nadar y sumergirse a muy pocos metros sin necesidad de meter y sacar la cabeza para respirar constantemente.
Aunque este equipamiento no ha variado demasiado a lo largo del tiempo, en los últimos años se introdujeron novedades destinadas a mejorar la experiencia de los nadadores. Y una de ellas fue la introducción de las máscaras de buceo que cubren la cara por completo.
El objetivo de estos productos es facilitar el momento de coger aire, haciéndolo de una manera menos técnica y más sencilla. Además, la visualización del fondo marino o de los peces que se agolpan cerca de la costa resulta más natural.
Estas características provocaron que, poco a poco, ganaran mercado. No obstante, su mayor popularidad les llegó cuando se utilizaron durante la pandemia para lograr una mayor protección.
Sin embargo, no todos son parabienes cuando hablamos de este tipo de máscaras de buceo, ya que no son pocas las voces que las tildan de peligrosas debido a algunos accidentes sufridos por buceadores que las portaban.
Todo comenzó con algunos incidentes desafortunados en Hawaii (Estados Unidos) en 2018 que fueron achacados al empleo de estos productos para el buceo. Sin embargo, ha vuelto a saltar a la palestra después de que en Reino Unido se haya hecho público que la muerte de la bañista Angela Kearn en el Mar Rojo en 2020 fue debida a la utilización de una máscara de buceo que le cubría la cara por completo.
Según la forense Caroline Topping, la máscara resultó ser causante de que necesitara un mayor esfuerzo para llenar sus pulmones y de que inhalara demasiado dióxido de carbono acumulado en un espacio tan pequeño como el que se crea entre la pantalla y el rostro.
En este sentido, la acumulación de CO2 puede generar un fuerte dolor de cabeza, sensación de vértigo e incluso que una persona caiga inconsciente. Si esto ocurre bajo el agua, la situación resulta mucho más peligrosa.
El hecho de que se sigan vendiendo significa que las autoridades consideran que su uso no es peligroso para la salud. No en vano, los modelos han seguido evolucionando y los hay que incluso ayudan a no sentir dolor en los oídos al sumergirse.
Asimismo, los diferentes estudios que se han llevado a cabo no determinan que este tipo de artilugios puedan precipitar a la muerte cuando se usan mal o cuando se emplean durante mucho tiempo.
Sin embargo, por su diseño sí puede darse el caso de que se tienda a acumular mayor nivel de dióxido de carbono, con lo que es recomendable que las personas que sufran alguna patología respiratoria o cardiovascular se informen de cómo les puede afectar su utilización.