El enfado de buena parte de los profesionales de la ganadería en Castilla y León ha sido mayúsculo. La razón: el sistema de control de la tuberculosis bovina, la Mycobacterium bovis (M. bovis). Una enfermedad que “representa un grave problema para la salud de las personas y los animales en los países en desarrollo”, advierte la Organización Mundial de Sanidad Animal. Por ello, la Unión Europea sigue un estricto programa de seguimiento de su cabaña bovina con las llamadas “campañas de saneamiento ganadero”.
La bacteria M.bovis no solo afecta a los animales, sino que “también infecta a los humanos”, constata Raúl Rivas, microbiólogo de la Universidad de Salamanca. La tuberculosis bovina presenta, de hecho, unos síntomas similares a los de la tuberculosis humana, como afectación de pulmones o inflamación de ganglios linfáticos, explica a NIUS el experto.
Es una cuestión de salud pública ante una enfermedad potencialmente mortal. Las personas con mayor riesgo de infectarse son las que trabajan con el ganado o con los productos derivados de los animales, señala el profesor. Pero, ¿se podría dar un contagio bebiendo leche o productos derivados sin tratar? "Sí, a través de la leche también se contagia", asegura la veterinaria Inés Sanz. En todo caso, "la gente tiene que estar tranquila porque los controles, tal y como se ha visto, funcionan y la leche de las vacas con tuberculosis no puede destinarse a consumo humano". "Los consumidores no deben estar preocupados, para nada, pero no podemos bajar la guardia porque avanzar es difícil, pero retroceder es muy fácil", recalca la secretaria general del Sindicato de Veterinarios de Castilla y León.
La principal vía de transmisión de la tuberculosis es la aérea y "no es difícil" que se contagie la persona que ordeña una vaca enferma, por ejemplo. Hace falta un contacto estrecho, pero también existe la transmisión alimentaria. "Afortunadamente, y aunque el riesgo cero no existe, hay un buen sistema de inspecciones de sanidad en los mataderos", subraya Inés Sanz. Por ello es importante mantener los controles. "Después de todo lo que han sufrido los ganaderos y lo que ha trabajado todo el sistema, lo que no puede ser es que, por unas razones arbitrarias y poco técnicas, se relajen unos controles que funcionan y que son de obligado cumplimiento", destaca la especialista.
La tuberculosis bovina no es nueva y tiene un enorme impacto sanitario, económico e histórico. Lo sabe muy bien Ismael López, ganadero de Valdecaballeros, en la provincia de Badajoz. Con unas 140 vacas, la suya es una explotación de tamaño medio y cada año tiene que sacrificar unas siete vacas que han dado positivo de tuberculosis, aunque nunca ha tenido una vaca enferma, asegura.
Así, tal y como cuenta a NIUS, Ismael López lleva 30 años matando vacas y "yo no las crío para matarlas”, lamenta. Porque "no es lo mismo que una vaca vaya al matadero con 20 años, que lo haga con tan solo dos", constata. "No es agradable, no lo pasas bien, nosotros queremos a nuestros animales; tú no crías una vaca para que te la maten y no nos dan otra pauta para erradicar la enfermedad. ¿Hasta cuándo van a estar matando vacas de esta manera sin adoptar otro tipo de medidas?", pregunta Ismael.
Según el experto, optar por el control y el sacrificio como única salida no es la solución a un problema que sufre buena parte de España, tal y como se aprecia en el mapa elaborado por el Ministerio de Agricultura. "No son solo los ganaderos de Castilla y León, estamos todos prácticamente igual. Hay una parte de España, generalmente el norte, que tiene la tuberculosis bovina erradicada, pero de Salamanca hacia abajo tenemos el problema más gordo. Y no es que estemos en contra de vigilar, controlar y erradicar la enfermedad, en lo que no estamos de acuerdo es en la forma en que se hace".
Por ejemplo, contra los animales de caza "no se hace nada", se queja Ismael, y son ellos los que transmiten la bacteria. "Yo puedo matar cada año más de siete vacas, pero mientras no se actúe contra el foco, la enfermedad no se va a erradicar nunca". Un problema, la proliferación y el "descontrol" de los animales salvajes como jabalíes, gamos o ciervos, que también reconoce la veterinaria Inés Sanz. "Se estima que cerca del 10% de los jabalíes están infectados, se debería vigilar, chequear y controlar mucho más a la fauna salvaje, pero los poderes políticos no intervienen en ello", lamenta la especialista.
Ismael López lo tiene claro: "en el momento en el que Europa deje de dar dinero para las campañas de saneamiento esto se acaba, vas a ver cómo en ese momento sacan la vacuna". Lo lamentable, subraya el ganadero, es que se piense que en el campo todo el mundo es de Vox, "lo que pasa es que Vox se está aprovechando de todo esto y, desde luego, la solución no puede pasar por saltarse los controles a la torera, sino que tiene que pasar por más ayudas y por actuar donde hay que actuar".
El ganadero entiende que si una vaca da positivo hay que matarla, lo que no comprende, se queja, es que esa misma prueba que sirve para detectar un positivo, no sirva para certificar un negativo, de forma que evite que su explotación se deprecie al rebajar la calificación de la ganadería. A la hora de vender los terneros, estos son mucho más baratos solo por el mero hecho de haber podido estar en contacto con un positivo. Es cierto, reconoce Ismael López, que la administración paga un dinero por cada animal sacrificado, "pero no pagan lo que deberían, a pesar de que esa carne no se destruye y, de hecho, se sigue destinando a consumo humano. Si quieren arruinarme, que lo hagan de una, no que lo hagan poco a poco".
Según la secretaria general del Sindicato de Veterinarios de Castilla y León, es verdad que la prueba diagnóstica que se realiza para detectar la tuberculosis "tiene sus limitaciones". Es similar a una prueba de alergia. Si el animal da positivo, explica Inés Sanz, es que ha tenido o tiene la bacteria que provoca la infección. "El animal no siempre desarrolla la enfermedad ni la transmite, pero la comunidad científica internacional considera que, ante la duda, prevalece la salud pública y por tanto estos animales deben ser sacrificados con una indemnización". El problema es que al detectarse un caso, todo el rebaño pasa a tener otra calificación sanitaria y es así donde se produce una depreciación del producto que no se tiene en cuenta a la hora de hacer los cálculos.
En este sentido, la experta considera que habría que mejorar las indemnizaciones "porque son los ganaderos los que ahora mismo están soportando la presión ejercida por la demanda de la sociedad y la salud pública". Se ha dado, asegura Sanz, la "tormenta perfecta": el incremento de precios de los piensos, la sequía… y la "desinformación favorecida por ciertos grupos". Pensar que relajar los controles tiene algún beneficio es una “visión de miope” porque la gente que ha hecho sus tareas no va a ver con buenos ojos que un grupo de ganaderos intenten saltarse la normativa española y europea para proteger un bien común, que es la salud humana.