Andalucía está padeciendo los efectos de una sequía que destroza a más de un sector, como al de la agricultura y la ganadería. Poca agua ha caído del cielo. Es más, el cuarto mes del año se ha ido con el dudoso honor de ser el mes de abril más caluroso en España desde 1950, además de ser uno de los más secos que se recuerdan. Este año, el refranero español, con aquello de "en abril aguas mil", no se ha cumplido y, las previsiones, no esperan abundantes precipitaciones. La imagen del campo se parece más a cualquier mes de agosto que a cualquier mes de primavera. “No hay forraje ni pastos, la tierra solo tiene polvo”, señala el ganadero sevillano Alfonso Martínez, desde su campo en Lora del Río.
Los herbáceos no han crecido lo suficiente y eso ya dibuja una realidad en la que escasea el forraje. Pero es que los pastos tampoco han nacido lo suficiente para alimentar al ganado, así que solo queda comprar pienso para que los animales no mueran de hambre. Una situación que ha llevado a este ganadero a vender en el matadero a unas 200 vacas nodrizas: “No he hecho esto en mi vida, pero no me queda otra”, relata, pronosticando que tendrá que quedarse con muy pocas ante la desesperada situación.
Dedicado siempre a la cría y venta de terneros, le resulta imposible mantener a todas. “Lo normal en primavera es que las vacas se alimentan del campo y no como ahora, que tenemos que comprar la comida”, relata Alfonso. Hasta comprar paja se ha complicado porque “los vendedores la están vendiendo para biomasa porque otros años solía sobrar mucha”, asegura. En este sentido, reclama la actuación de las administraciones para que intervengan a la hora de paralizar los contratos que existen entre los pajeros y empresas de biomasa, para que así no sean los ganaderos quienes tengan que seguir afrontando unos precios desorbitados.
Este ganadero alimenta a sus animales a base de pienso y forraje que tenía guardado del año anterior. “Me quedará para un mes más”, dice, porque una vaca como unos 30 kilos de forraje al día y 2 kilos de pienso. A esto sumarle los costes del pienso que “está por las nubes”, igual que los bloques de alpaca. “Un camión de forraje cuesta ahora 6.000 euros y hace un año costaba 1.000, esto no hay quien lo soporte”, sentencia.
De aquí la decisión de llevarlas al matadero donde, además, hay largas colas de ganaderos en la misma situación. Allí también pierden, porque le pagan unos 500 euros cuando si las vendiera con vida sería más del doble. Aunque para Alfonso Martínez, lo peor de todo, es coger a sus vacas y llevarlas al matadero. "Las he criado yo y para mí eso es muy duro pero no voy a dejar que mueran de hambre", dice, quien a sus 60 años había conseguido tener en la dehesa a 700 vacas, después de comprar sus 3 primeras con 15 años. Toda la vida dedicada al campo y viendo como la sequía está destrozando lo que tanto esfuerzo le ha costado.