La concienciación acerca de la ingesta máxima diaria de azúcar no es nueva. De hecho, llevamos unos cuantos años conviviendo con las advertencias de los principales organismos internacionales dedicados a salvaguardar la salud de las personas.
Un buen ejemplo de ello en la publicación de la Organización Mundial de la Salud de 2016, en la que el doctor Douglas Bettcher, Director del Departamento de Prevención de Enfermedades No Transmisibles de la OMS, apuntaba lo siguiente: “la ingesta de azúcares libres, entre ellos los contenidos en productos como las bebidas azucaradas, es uno de los principales factores que está dando lugar a un aumento de la obesidad y la diabetes en el mundo. Si los gobiernos gravan productos como las bebidas azucaradas pueden evitar el sufrimiento de muchas personas y salvar vidas. Además, se reduciría el gasto sanitario y aumentarían los ingresos fiscales, que se podrían invertir en los servicios de salud”.
No cabe duda de que comer demasiado azúcar no es bueno para el organismo, como tampoco lo es erradicarlo por completo. No en vano, los azúcares suponen una fuente de energía necesaria para nuestra musculatura y para el buen funcionamiento del cerebro. Claro que, por regla general, necesitamos mucho menos de lo que consumimos diariamente.
En este sentido, la propia OMS realiza una serie de recomendaciones que hay que tener muy presentes en nuestra dieta diaria:
Así pues, si una persona “quema” unas 2.000 kilocalorías en una jornada, solo 200 de ellas deben tener su origen en los azúcares, lo que se traduce en unos 48 gramos de azúcar (aproximadamente 12 cucharaditas).
Cualquiera puede pensar que en su día a día no echa tanto azúcar a nada de lo que toma, pero no hay que olvidar que el azúcar se encuentra en otros muchos productos, tanto naturales como procesados. Por ejemplo, la ingesta máxima diaria también equivale a más de ocho cucharaditas de miel, a medio litro de refresco azucarado o incluso a 16 cucharadas de salsa de tomate envasada.
Y es que, aunque no lo creamos, el azúcar está en todas partes. Por un lado, las frutas lo contienen, aunque en este caso, hablamos de azúcares mucho más saludables para el organismo. Y por otro, es posible encontrarlo en multitud de productos preparados que consumimos con asiduidad.
La pregunta que nos podemos hacer en este punto es “¿por qué se utiliza azúcar incluso en comidas que son saladas y donde no notamos ningún tipo de dulzor?”. La respuesta es que el azúcar no solo edulcora los alimentos, sino que tiene cualidades conservantes que ayudan en la estabilidad de los productos que se comercializan.
Sobre este tipo de azúcares se pronuncia el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) del siguiente modo: “Los azúcares, ya sean naturales o se agreguen a los alimentos, son químicamente iguales y tienen el mismo efecto en nuestros cuerpos. Al fin y al cabo los azúcares añadidos a los alimentos también se extraen de fuentes naturales. Sin embargo, los alimentos en los que los azúcares aparecen naturalmente, ya sean granos, legumbres, frutas o verduras, generalmente contienen fibras y otros nutrientes junto con los azúcares, y como tales son mejores para nuestra salud que los alimentos que contienen predominantemente azúcares libres o agregados”.