A Inazio Nieva (Leioa, Vizcaya, 23 años) no le gusta que le vean como un héroe. Tampoco como un campeón. Ni siquiera como un ejemplo de alguien que se ha superado a sí mismo. Solo quiere que le traten como a los demás, que la gente se dé cuenta de que es capaz de hacer lo que cualquiera. Pero no siempre es fácil. Inazio nació con parálisis cerebral y, desde entonces, viene lidiando con esta condición que le provoca que hable “de un modo peculiar”, que camine de forma “extraña” y que tenga cierta “dificultad” para aprender". Por los demás, se maneja con desenvoltura. Es autónomo, hace natación, está a punto de terminar el grado superior de FP de Integración Social, se ha convertido en un divulgador de la diversidad funcional en las redes sociales (en Instagram tiene 75.600 seguidores) e imparte charlas en centros educativos para fomentar la inclusión real.
Pero llegar hasta este punto ha sido complicado. De pequeño le diagnosticaron un retraso psicomotor sin saber a qué se debía. “Cuando pasaban los aviones, yo no los señalaba”, recuerda. Al cumplir un año le hicieron un escáner cerebral y le diagnosticaron una parálisis cerebral que marcaría su vida de ahí en adelante.
En las primeras etapas de primaria no tuvo grandes problemas. “En aquella época no era consciente de lo que me pasaba. Me quedaba jugando con las chicas porque yo para el fútbol era muy torpe”. Lo realmente duro vino después, durante la adolescencia: se dio cuenta de que era diferente y tuvo que aceptar su discapacidad. “Poco a poco me fui distanciando de los demás. Notaba que entre ellos y yo había una diferencia apreciable. Y ellos también lo veían. Quería jugar al fútbol y, como no podía, perseguía a mis compañeros para contarles mi sermón”.
Fue en primero de la ESO cuando todo “explotó”. “Tenía que llevar un corsé 20 horas al día por la escoliosis en la columna vertebral que sufro y un grupo de chavales se metía conmigo. Mi arma más poderosa era el escupitajo. Por lo cual yo también me dejaba en evidencia”.
Porque Inazio no echa balones fuera. También se culpa de aquella situación de acoso que sufrió. “Es verdad que me trataban con cierto infantilismo, pero yo también me aprovechaba de ello y utilizaba mi discapacidad de comodín o excusa para no hacer determinadas cosas”. La profesora de Inazio le llegó a decir a su madre que su hijo no tenía parálisis cerebral, sino “que se lo estaba inventando”. “En vez de decirme todo el rato que me portaba mal, tendrían que haber ido al fondo de la cuestión de por qué me comportaba así. Mi hermana me ha contado cómo en el recreo observaban cómo había profesoras que estaban viendo que se metían conmigo y miraban para otro lado”.
Sus problemas de conducta fueron de mal a peor. “Nadie estaba dispuesto a ayudarme. Mi familia estaba volcada, pero en el colegio se pasan muchas horas. Nadie les dijo a mis compañeros que yo era diferente por una discapacidad. Y así era imposible que me entendieran”. Todo aquello desembocó que, a final de curso, con 14 años, el colegio le “invitara” a abandonar el centro. “En el nuevo colegio también sufrí al principio acoso escolar, pero, de la noche a la mañana, cuando el profesorado se dio cuenta, me hicieron un horario personalizado para ese año. Era la primera vez que se me trataba como una víctima”, asegura.
A partir de ahí todo cambió. Empezó un programa de escolarización complementaria –destinado a alumnos mayores de 14 años y menores de 16 que han agotados todas las vías ordinarias y extraordinarias en la ESO- para luego acceder a Formación Profesional Básica. El gran éxito de Inazio es que ha sido capaz de llegar a cursar FP de grado superior y está a punto de terminarlo.
En aquella transformación fue clave su psicólogo. “Fue importante que me tratasen como víctima cuando era una víctima, pero también que me dijeran que no utilizara mi condición como excusa. Eso me ayudó a coger el toro por los cuernos y a manejar mis propias limitaciones”.
Inazio recuerda todavía a la profesora particular de la academia que asistía por las tardes. Ella sí creyó en él desde el principio. Le aseguró a su madre que llegaría lejos. “Echaba un montón de horas conmigo y gracias a mi esfuerzo, pero también a su motivación, pude conseguir lo que tengo”.
Poco a poco sus malas conductas fueron remitiendo. “Fui rompiendo las barreras de exclusión social que yo mismo también me había puesto. Hasta entonces, había estado boicoteando todo lo que hacían para ayudarme y poniendo excusas por mis limitaciones. Yo le pido inclusión al mundo, pero yo también me tengo que incluir”, admite.
Las redes sociales fue su siguiente salto. Allí se ha convertido en el altavoz de las personas con diversidad funcional. Desde ellas revindica que no les traten con pena y su derecho a divertirse o enamorarse. “Hay muchos que se quedan en casa por miedo. Aunque entiendo la sobreprotección de muchos padres, vida solo hay una y nosotros también tenemos derecho de salir, aunque sea en alerta”.
Reconoce que su sueño siempre ha sido ser locutor de radio y formar una familia. “Hace 10 años nunca me hubiera visto como estoy ahora, con este avance. Con 13 años estaba solo y excluido socialmente. Nací con una parálisis cerebral, pero a mí no me dieron un manual de cómo vivir con parálisis cerebral". Quién sabe lo que pueda llegar a conseguir en el futuro.