El Hospital de Santa Bárbara, el mayor centro sanitario de Soria, no dispone de las instalaciones necesarias para dar radioterapia. Los enfermos de cáncer tienen así tres opciones para afrontar el tratamiento: mudarse momentáneamente de ciudad, coger una ambulancia o viajar por su cuenta en un trayecto de más de 300 kilómetros, incluyendo la vuelta. Se conoce como la España despoblada, pero es también la España desasistida, donde la afirmación de que el código postal es más importante para la salud que el código genético cobra todo el sentido. Así lo cuenta a NIUS Ana Jambat, quien hace dos años, en plena pandemia, vivió el calvario en primera persona, teniendo que recorrer más de 9.000 kilómetros (30 viajes) para sobrevivir.
Con 39 años le diagnosticaron un cáncer colorrectal en grado 2-3, sin metástasis, pero con los ganglios afectados. Ana fue a Valladolid a congelar sus óvulos. Le operaron en Madrid, en el Hospital Gregorio Marañón, y recibió las sesiones de radioterapia en Burgos, a 150 kilómetros de distancia de su Soria natal. Un viaje de ida y vuelta de más de 300 kilómetros para un tratamiento de poco más de 10 minutos.
En total, fue un año y medio de tratamiento que Ana Jambat finalizó hace 12 meses. Hoy, la soriana sigue teniendo controles trimestrales con tacs y analíticas de valores tumorales, pero todo está bien y espera "seguir así”, ansía. De hecho, ya ha vuelto a trabajar en el colegio público donde es profesora de educación especial. Las consecuencias del cáncer, que no son pocas ni banales, le condicionan, pero no le limitan. A sus 41 años, ha vuelto a una vida “diferente”, con ganas de que otras personas en Soria no tengan que pasar por lo mismo.
Ella decidió ir a Burgos para recibir radioterapia por su cuenta porque trasladarse a vivir a una ciudad, sin su familia o amigos cerca, en esos momentos tan complicados, le resultaba muy difícil. Su padre estaba jubilado, así que se ofreció a llevarla en su coche particular. 150 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta cada día. La otra opción habría sido ir en ambulancia, pero en plena pandemia, compartir espacio con otros enfermos, no lo consideró adecuado. Además, el recorrido en ambulancia es aún más largo, ya que hay que ir recogiendo a todos los pacientes de la ruta, esperar en el hospital a que reciban el tratamiento y luego hacer el camino de vuelta.
“Yo, yendo en coche con mi padre, me tenía que levantar a las 5:30 de la mañana para que me diera tiempo a tomarme la quimio y estar lista a primera hora en el hospital de Burgos, pero una compañera de un pueblo de Soria iba en ambulancia y se levantaba a las 4:30 de la madrugada y volvía a las 16:30 de la tarde, tú imagínate”. Eso en un momento de la vida en que lo principal es cuidarse y estar lo más descansada posible, lamenta. Un trayecto por las carreteras de la España despoblada de miles de kilómetros sufriendo los efectos secundarios “bastante desagradables” de la radioterapia.
En su caso, al ser un cáncer colorectal, sufría muchísimas diarreas y tenía que parar en las cunetas porque “si no, no llegaba”. “En las últimas semanas, no podía ni andar y mucho menos sentarme, ir en el coche era un sufrimiento y cada bache que notaba era un horror, un horror”, recuerda. A Ana le tocó viajar así 30 días, aunque sólo recibió tratamiento 28, porque las máquinas estaban estropeadas. Viajes en balde de los que nadie se hace cargo. Además, al ser funcionaria y tener la mutua (Muface), está en juicios para ver quién le paga parte de los viajes realizados, porque la Seguridad Social dice que es Muface y Muface dice que la Seguridad Social. "Cuando estás enferma lo que menos te apetece es hacer papeleos o denuncias para ver quién se hace cargo, tienes que estar a curarte, no a meterte en jaleos, pero creo que se aprovechan de la vulnerabilidad de la situación porque mucha gente no denuncia”, explica.
Esto es lo que está ocurriendo en España, en su provincia menos poblada con diferencia, donde sus habitantes entienden que al ser una población pequeña no van a tener ciertos servicios como el de un neurocirujano. Lo que no comprenden, subraya Ana, es que no haya un servicio para cosas básicas como el cáncer que “es súper frecuente”. En Soria se detectan 700 tumores al año, con tratamientos de dos meses de media, indica a NIUS.
Es por todo ello por lo que Ana, aficionada al ciclismo, puso en marcha la inciativa Pedalovida. “Para que cumplan ya con lo que llevan prometiendo desde hace más de 15 años y dispongamos por fin de una unidad de radioterapia en Soria, una unidad que se supone que está aprobada y que se han empezado las obras, pero el proyecto está paralizado, a día de hoy, las obras están paradas”, asegura Ana Jambat.
La Junta de Castilla y León aprobó el plan funcional para la instalación de la unidad satélite de radioterapia en el Hospital Santa Bárbara de Soria el pasado mes de diciembre. "Para este año está prevista una inversión de 13,5 millones de euros destinados a la construcción de un nuevo bloque, que tendrá un coste total de 45 millones al terminar las obras y que incluirá, entre otras, la unidad de hemodiálisis y la de radioterapia”, informan fuentes de la Consejería de Sanidad a NIUS, aunque no detallan cuándo se podrá poner en marcha un proyecto “muy ilusionante para la provincia, aunque enormemente complejo en cuanto a su planificación y estudio".
Ana Jambat es consciente de que su iniciativa, esta manifestación en bicicleta, no va a hacer que el proyecto se haga realidad, pero quiere remover conciencias y hacer visible la dura situación por la que atraviesan decenas de sorianos. “Ya hemos tenido una avalancha de solidaridad, porque en Soria, de forma directa o indirecta, todo el mundo ha padecido un cáncer, pero en el resto de España la gente no es consciente de lo que estamos viviendo aquí y nos gustaría que lo fuera”. De ahí la marcha en bicicleta que este sábado, 22 de abril, visibilizará el trayecto que los enfermos de cáncer en Soria se ven obligados a hacer para sobrevivir.