Juanjo Juanas, una de las primeras matronas hombre de España: "He conseguido mi sueño, que me vean como a una más"
La primera comadrona de la Comunidad de Madrid sufrió discriminación laboral por ser un hombre
Cuando terminaron los dos años de estudio, reconozco que lo había pasado tan mal que me fui unos días para replantearme si de verdad quería ser matrona
El primer comadrón de la Comunidad de Madrid sufrió discriminación laboral por ser un hombre
Juanjo Juanas ha vuelto a saltar a la palestra, y no solo por ser una de las primeras comadronas hombre de España en 1981, si no también porque el Ministerio de Universidades lo ha sacado en su última campaña "Dale la vuelta". Dos fotografías de espaldas: una matrona con un niño en brazos y un astronauta, al darse la vuelta, el astronauta es Sara García Alonso que se convertía en la primera mujer seleccionada para ser astronauta en 2022, y la matrona es Juanjo Juanas, uno de los primeros hombres que estudió para ser comadrona, como él prefiere denominarse.
En este momento el 91% de las personas que atienden partos son mujeres y solo el 6% de los estudiantes en la especialidad de matrona son hombres. En 2022 se jubilaron 190 y se formaron tan solo 73 residentes. Actualmente ejercen en activo unas 1.480, se espera que antes de 2026 se jubilen 711, es casi la mitad.
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NIUS ha hablado con Juanjo Juanas, 62 años, que sigue en activo como enfermero rural. Asegura, que cada vez los partos están más medicalizados y, que la figura de matrona está pasando a segundo plano. "Hacen falta más comadronas. Hay que hacer algo, es para mi, una de las carreras más bonitas del mundo, cuidar, antes, durante y después del parto. Aunque no ha sido fácil llegar hasta aquí. La discriminación laboral por ser hombre la he vivido en primera persona"
Pregunta: ¿Cuándo decidió que quería ser matrona?
Respuesta: Desde que estaba estudiando ATS, una carrera donde éramos 600 hombres en el aula de la escuela masculina y no se hacía una sola práctica. En cambio, en las escuelas de enfermeras solo había mujeres que no paraban de hacer prácticas desde el primer día. Me enamoré de la palabra cuidar pero quería llevarla a la práctica. Así fui aprendiendo a cuidar a las mujeres en todo el proceso del embarazo. Me dije, voy a estudiar para matrona.
P: ¿Y te presentaste allí, sin más?
R. Sí, me presenté allí en 1981 y me dijeron que no. 'Esta es una escuela de mujeres, no se admiten hombres'. Pero no me quedé parado, había oído que en Bilbao empezaba a haber algún hombre que se había apuntado a estudiar para matrón en alguna escuela, y ni corto ni perezoso, me planté en la Facultad de Medicina y reclamé en el decanato. Tal y como suponía, no había ningún impedimento para que un hombre cursara los estudios de matrona.
P: ¿Lo conseguiste?
R. Sí, pero no fue fácil. Hice un examen impecable y no tenían motivos para decirme que no. Éramos 10 alumnas, 9 chicas y yo. Al llegar a la Escuela de Matronas de Madrid de la Cruz Roja, el jefe de servicio me dijo: "Aquí vas a hacer lo que hacen todas, cambiar cuñas, llevar desayunos. Por su parte, la jefa de Matronas me dijo que yo había entrado ahí en contra de su voluntad y que conmigo haría lo estrictamente imprescindible". En los dos años que duró la especialización atendí 49 partos, mis compañeras 120. Me iban cerrando puertas, pero siempre había una ventana por la que seguir adelante.
P. ¿Qué fue lo más difícil?
R. Más difícil que aprender la técnica del parto en sí, fue aprender a moverme en un mundo de mujeres y ganarme su confianza. Hubo un sector de matronas que entendió perfectamente mi elección e incluso les gustó que quisiera entrar en ese mundo, otras me lo pusieron más difícil. Pero yo tenía claro que allí era donde quería estar.
P. ¿Qué decían los ginecólogos cuando te veían entrar?
R. Les costó al principio, estaban extrañados de que yo quisiera ser matrona. Uno me decía, 'tú debes tener un gen extraviado'. Vamos, muchos de ellos pensaban que era homosexual. Lo he pensado a veces, pero no. Soy heterosexual y matrona. Otro me preguntaba; ¿Qué vas a hacer tú entre mis chicas? y otros; ¿No quieres ser ginecólogo? También recuerdo que un residente me prohibió sentarme a su lado, como hacían mis compañeras, quería que pasara consulta de pie. Lamentable. Ha habido muchas peculiaridades, pero eran unos pocos.
P. ¿Alguna vez pensaste en dejarlo?
R. Cuando terminaron los dos años, reconozco que lo había pasado tan mal que me fui unos días para replantearme lo que quería hacer. Pero me tiraba, yo quería ser matrona y fui a registrarme como matrona en el Colegio de Enfermería de Madrid. Ahí, sentí por primera vez que estaba en el sitio correcto. Me recibieron bien, con mucho cariño. El problema vino después a la hora de buscar trabajo.
P. ¿Se cerraban puertas?
R. Todas. Al principio ninguno de los grandes hospitales me dio una oportunidad. Pero encontré un hueco en la medicina rural. Fue en 1983 cuando las matronas de los pueblos brillaban por su ausencia, Sanidad alegaba que las mujeres ya no daban a luz en las casas. Me reuní con unas cuantas compañeras de algunos pueblos de Madrid y presentamos un informe al Ministerio para que no se perdieran las 54 plazas de matrona rural y que fuéramos las comadronas las que nos ocupáramos del seguimiento de la embarazada, preparación al parto, cuidado posparto y la primera atención al recién nacido. Lo aceptaron. Conseguimos que se mantuvieran 37 plazas de matrona de zona básica en la recién nacida Atención Primaria.
P. ¿Y volviste a atender partos?
R. No. Ejercía más de enfermera, hasta que la madre de mis hijos dio a luz. Ese parto si lo atendí yo. Fue único y maravilloso traer a mi hija al mundo. Y entonces, ya habían pasado unos años y encontré una sustitución en el Hospital Universitario La Paz. Las cosas habían cambiado, y conocí por fin el trabajo de matrona de primera mano. Personal formado con mucha experiencia que me cambió mi visión de cómo traer un niño al mundo. El parto empieza mucho antes, con el cuidado de la mujer. Mi maestra fue Teresa Muñoz. Hablaba a las embarazadas de otra forma, las cuidaba, las preguntaba cómo se sentían, me enseñó a conectar con mi lado femenino. Fue increíble.
P. ¿Dónde has encontrado tu sitio?
R. Tras conocer a Teresa, empecé a interesarme por el parto natural y me metí en la asociación Nacer en Casa. Aquí he encontrado a las compañeras más generosas, valientes y feministas y empecé a atender partos en casa. He estado 21 años con este colectivo atendiendo partos en casa. Este era el punto que me faltaba. Hay que dejar que el parto siga su curso, menos cuando hay un problema, por supuesto. Las matronas son imprescindibles en todo el proceso y cada vez hay menos.
P. ¿Nos estamos quedando sin matronas?
R. Sí, y eso es muy peligroso. Ahora los partos están demasiado medicalizados y cuando alguien se queda embarazada lo primero que hace es ir al ginecólogo ¿Por qué? Las matronas estamos especializadas en la salud de la mujer y en la atención al proceso del embarazo, parto y crianza. El ginecólogo debe entrar cuando hay un problema. Por eso, hay que luchar por la falta de matronas en España. Cada vez la nota es más alta y el número de plazas EIR para matrona es menor. Se jubilan y no se sustituyen. Algo tiene que cambiar.
P. ¿Qué decían las mujeres que atendías?
R. (Se ríe) Pues, como en todos sitios hubo de todo, las que me hacían sentir como una matrona más, las que no le daban importancia o las que decían, ¡si eres un hombre!, alguna, incluso, pidió cambiarse porque no se sentían cómodas, pero han sido tres veces en toda mi vida. Otras también decían, ¿qué sabrás tú lo que duele? Pero, con el tiempo cada vez más, las mujeres no lo ven como un problema. Para nada.
P. ¿Cuál era tú mayor deseo?
R. Siempre esperé que la gente me reconociera por mi trabajo de comadrona, no por ser hombre o mujer. He conseguido mi sueño, que me vean como a una más. Se corrió la voz de que mi trato tenía algo especial y había mujeres que me han buscado para que las atendiera. Este trabajo me ha dado muchas satisfacciones. Yo, lo que hago es preguntar mucho, para saber mucho de cada embarazada y ayudar más. Les digo que tienen que tener confianza en sí mismas y que el parto es muy intenso y se puede vivir conscientemente. El parto es un umbral de transformación consciente de la mujer y de quien está a su lado acompañando. Por eso, entiendo que la preparación al parto empieza en la educación de género en la escuela. El principal problema es que la mayoría de las mujeres llegan con miedo, con prejuicios, inducidos por nuestra cultura. Yo siempre he intentado humanizar el parto y romper con los estereotipos. Sin duda, he conseguido ser una buena comadrona. Sin género.