Sara del Mar García, sevillana de 53 años, lleva 25 ejerciendo como camarera de piso en hoteles de Baleares. Cada día limpia y ordena 24 habitaciones con sus consiguientes 60 camas. Todo eso en ocho horas cinco veces a la semana. Una jornada en la que no tiene un respiro. Lo peor del trabajo de Sara, presidenta de la Asociación Kellys Unión Baleares, como popularmente se las conoce, es levantar los colchones para meter las sábanas. Arrastrar esas camas tan enormes de sitio para que quede la colcha perfecta.
No es casualidad que estas trabajadoras sean unas de las más afectadas por la siniestralidad laboral en el sector turístico. “Hacemos las camas medio agachadas, con la espalda arqueada. Cuando terminas de hacer una cama, casi ni te puedes poner derecha”, reconoce. “Antes de salir de casa muchas nos tomamos relajantes musculares para poder aguantar la jornada”. El 35% de los accidentes laborales que sufre este colectivo está relacionado con los sobresfuerzos, principalmente, trastornos músculo-esqueléticos o patologías de la espalda que podrían paliarse con una reducción de la carga de trabajo.
La Ley Turística de Baleares, aprobada en agosto 2022, estableció que a partir de este año todos los hoteles de Baleares tendrían que empezar a tener camas elevables, mecánicas o eléctricas, para facilitar el trabajo del colectivo de camareras de piso. Los establecimientos tienen seis años de plazo para ir cambiándolas. Este año, el 20% de las camas de los hoteles de cuatro y cinco estrellas tendrían que ser ya elevables. En total, supondrá renovar 300.000 camas en los hoteles de mayor categoría de las islas para mejorar las condiciones de trabajo de más de 20.000 camareras.
En el hotel donde trabaja Sara, en Calviá (Mallorca), este cambio todavía no ha llegado. “La mayoría de habitaciones del hotel de cuatro estrellas en el que trabajo tiene dos camas, pero también hay triples y suits, que pueden llegar a tener cuatro. En temporada alta, las camas se pueden triplicar porque ponemos supletorias en muchas habitaciones”, asegura.
No es la única mejora en sus condiciones de trabajo. A partir de ahora, los hoteles de Baleares tendrán que calcular el número máximo de habitaciones que puede limpiar una camarera de piso sin afectar a su salud. La idea es utilizar una metodología diseñada por el Gobierno balear con sindicatos y patronales para fijar las cargas máximas, que tendrán en cuenta las características de cada centro: tamaño de la habitación, recorridos, cómo es el baño, material empleado, si la limpieza es diaria o de salida o si hay cambio de sábanas ese día.
Porque no es lo mismo trabajar en un establecimiento grande que pequeño, donde los clientes son gente mayor, familias o jóvenes de viaje de fin de curso. Si el hotel está en la playa o en una ciudad. El tipo de mobiliario, si hay ventanales enormes y muchos espejos o si casi no hay. “Los clientes mayores apenas ensucian. Sus habitaciones no tienen nada que ver con la de aquellos que vienen a pasar el fin de semana a darlo todo y la dejan hecha una porquería”, asegura Sara.
Con todo, el tipo de cliente ha cambiado mucho en los últimos tiempos. “Antes venían por una semana o 15 días, clientes de toda la vida que nos conocían y tenían más cuidado. Pero ahora es muy típico que vengan por una noche o dos, muchos de despedida de soltero o de soltera. Estos son los que más ensucian porque la mayoría son gente que bebe y que te deja la habitación con vómitos y todo tirado”.
Nada tiene que ver tampoco una jornada laboral donde los clientes dejan el hotel y hay que limpiar la habitación de arriba abajo y cambiar las sábanas que cuando los mismos clientes se quedan más tiempo. “Esto hasta ahora no se contemplaba en ningún sitio. Ahora hacemos las 24 habitaciones sin tener en cuenta si tardas 20, 30 o 50 minutos”, señala la presidenta de la Asociación Kellys Unión Baleares.
El estrés de estas trabajadoras es algo que también preocupa. Trabajan contra reloj: 24 habitaciones que deben terminar sí o sí, da igual como estén de tiradas y sucias. “Muchísimas compañeras toman también ansiolíticos antes de venir a trabajar. Cuando llegas al hotel, lo primero que te encuentras es un parte de lo que llevas ese día. Y ahí ya empiezas a ponerte de los nervios porque ya estás viendo que no tienes horas suficientes para hacer todo el trabajo”, asegura Sara.
Con la nueva normativa, la carga de trabajo de cada kelly la establecerá un encargado de salud laboral de cada hotel así como uno de riesgos laborales, que comunicará a la empresa si una camarera de piso en vez de hacer 24 habitaciones debe hacer 20 y, por lo tanto, hay que contratar más personal.
Todas estas medidas podrían dar un respiro a este colectivo, que hasta hace muy poco era invisible en el mundo de la hostelería. “Llevamos desde hace años reivindicando que se regule la carga de trabajo”, señala Sara. “Durante mucho tiempo ni política ni sindicalmente se nos ha tenido en cuenta, pero eso ha ido cambiando. Hemos hecho mucho ruido para que nos hagan caso”.