Nueve de la mañana. Alicia estaba la primera en la cola del Registro Civil de Madrid. No iba a perder ni un minuto en hacer lo que llevaba años esperando. Cambiar de nombre y de sexo en el DNI sin dar explicaciones. Los nervios del momento han hecho que se dejara el DNI en casa así que ha tenido que volver a casa a por él. "Me da igual, mi jefe sabía que hoy era un día especial, así que, aunque sea más tarde, pero yo hoy lo cambio", asegura algo nerviosa.
10:00 de la mañana, ya no hay cola. NIUS acompaña a Alicia a la cuarta planta del Registro Civil. Está todo preparado. Le han dado un papel con todos los datos, lo ha rellenado, ha entregado la documentación requerida; el padrón, el libro de familia y el DNI, y ha firmado. En cinco minutos tenía en su poder el papel que certifica que es una mujer y se llama Alicia. Dentro de tres meses, el 18 de mayo, tiene que volver para ratificar esa decisión. "Vamos, tengo que venir a ratificar que ese día no me volví loca y que, sí que quiero seguir con el cambio, que soy Alicia y soy mujer", cuenta entre risas.
Alicia tiene callo. Son 42 años, dos doctorados en física y matemáticas, 15 años dando clase en la EE.UU. y Canadá, una mujer y una hija. Son muchas cosas para no tomárselo a risa. "La ley está aquí, por fin podemos hacer el cambio sin que nos juzguen o sin parecer que estamos enfermas", explica.
Este jueves entraba en vigor la ley trans que reconoce la autodeterminación de género para mayores de 16 años, cualquier persona podrá cambiar su sexo registral sin necesidad de presentar informes médicos o psicológicos ni someterse a procesos de hormonación. Bastará, por tanto, para quien así lo desee, solicitar un cambio registral por escrito, sin necesidad de presentar pruebas ni testigos. Esta decisión deberá ser ratificada por el solicitante tres meses después, y la Administración tendrá un mes más de plazo. Todo el proceso durará unos cuatro meses como máximo.
Alicia tenía claro que iba a aprovechar el primer día de la nueva ley. "Con la ley anterior para el cambio de nombre necesitabas acreditar que era el nombre que usabas, por ejemplo, con la tarjeta sanitaria, el carnet de la biblioteca, pero para el cambio de sexo, hacía falta un diagnóstico de disforia de género, y un certificado de tener dos años de hormonación. Es decir, un certificado con el que 'reconocías' que eras una persona enferma y, además, tenías que pasar por un proceso de hormonación de manera obligatoria, algo que no todas las personas trans quieren hacer. Así, de alguna manera, adecuabas tu apariencia a lo que la sociedad piensa que es una mujer. Inaudito. Por eso, he esperado hasta este 2 de marzo de 2023, para cambiarlo sin preguntas", asegura.
Por curioso que pueda parecer, Alicia hizo su cambio con 39 años, en plena pandemia. Ya casada y con una hija de un año. Alicia nació en Barcelona, aunque vive en Madrid desde los seis años. Es licenciada en Ciencias Físicas y Matemáticas, y doctora de las dos disciplinas por las universidades de Rutgers (New Jersey) y Pennsylvania. En 2019 se incorporaba a BBVA y poco después estalló la pandemia. Un día llegó a casa tarde y explotó. Su mujer no daba crédito. Ambas sabían que algo pasaba, que algo no estaba bien, pero no supieron ponerle nombre hasta esa noche. "Me siento mujer, le dije. Fue ella la que me buscó un psicólogo, la que me acompañó, la que me entendió, la que me dio fuerzas para enfrentarme a ese cambio". Fue durante la pandemia cuando decidió empezar su transición de género. Se quitó la barba, empezó a ir al psicólogo y a hormonarse. "Es la mejor decisión que he tomado en mi vida, pero igual que yo quería, otros no lo hacen, y con esta ley nadie te obliga a ello".
Esos dos años de pandemia ayudaron. "Con el teletrabajo todo era más fácil, me permitió primero encontrarme a mí misma y después hacerlo público". Alicia necesita hacer ese viaje. "Uno personal e íntimo, que podría ser difícil pero que me llenaba de ilusión”, cuenta Alicia.
Al principio le daba vergüenza salir a la calle con tacones, que le vieran los vecinos, pero poco a poco se iba sintiendo más segura. "Me iba en la moto con una bolsa con los tacones y me los cambiaba al llegar. La transición psicológica, la más dura para mí, va de la mano con la social, pero al final todo cuadra". Ella se sentía feliz y el mundo lo percibía.
Su hija tan solo tenía un año. "No creo ni que se acuerde de mi nombre anterior, yo soy Alicia, la papá de mi hija, ella lo ha normalizado todo. No tiene ningún problema". Con sus padres ha sido más difícil. A su madre le costó asumirlo, al principio no sabía como llamarla. Su padre al principio la llamaba Alicia en bajito. "Todo ha vuelto a ser como antes".
Y llegó la hora de contarlo en el trabajo. “Comencé a compartirlo con algunas personas cercanas, y busqué apoyo dentro de mi entorno de trabajo y el resultado fue increíble”, afirma. "Empecé un día por pintarme las uñas, aunque escondía las manos en las reuniones. Mis compañeros pensaban: qué moderno", recuerda. "La diversidad en BBVA, el banco en el que trabajo, es un valor que se promueve a través de diferentes iniciativas del grupo de empleados Be Yourself".
Esconder su verdadera identidad la exponía a un estrés y a una ansiedad que no le permitía disfrutar de su trabajo ni de su vida. “Lo importante es que la ilusión venza siempre a tus miedos. He aprendido que no estoy sola, que la semilla de otros intentando hacer visible lo invisible cala en la mente de las personas y las sociedades y hace que todo el engranaje encaje y que hoy pueda ser yo misma", concluye feliz con su papel de cambio de nombre y de sexo en su poder a las puertas del Registro Civil de Madrid.
En el rato que Alicia volvía a su casa a recoger el DNI, entraba Lucía. Una joven canaria trans de 20 años, que sí ha sido la primera en cambiarlo. "Ha sido todo muy rápido, estaban preparados. Han debido estudiar toda la noche, como yo", bromea.
Su historia tiene luces y sombras. Cuando llegó a estudiar a Madrid hace dos años aún no había iniciado su proceso de transición y comenzó el curso en un colegio mayor militar en una planta masculina. "Fue muy duro". Allí no entendieron su situación y la acabaron echando. Se fue entonces a un piso con amigos y, las cosas cambiaron.
"He tenido suerte, tengo amigos y amores. Mis padres, aunque vivieron con miedo mi salida del armario, están contentos, porque me ven contenta". Quien peor lo llevó es su padre, porque no tenía contacto con personas trans desde los 80 "y pensaba que mi vida iba a ser más dura de lo que es", dice. Lucía juega en un equipo de rugby femenino universitario en el que no tuvo problemas para entrar. Le animó una amiga que también juega allí. "Es ahí donde me olvido que soy trans", ha asegurado.
No le pasa lo mismo cuando acude a la Sanidad. Allí, dice, la tratan con "asco y como si fuera tonta. Hay una pantalla enorme que pone 'Lucía, dos puntos, transexual, y después me dicen, 'pase señor'", ha lamentado.
Pero hoy es un gran día. "Voy a contar a todos lo fácil que es y lo bien que te sientes", concluye con una gran sonrisa.